Este suceso llevó consigo
una reorganización y nueva distribución
del patrimonio de la familia y de las responsabilidades de cada uno de los
miembros restantes. Don Joseph Greis distribuyó las propiedades de forma que
cada uno de los hermanos recibiera su parte en función de aquello en lo que más
había trabajado o intervenido y, en fin, para lo que nos importa en nuestro
relato, puedo decir que Don Adolfo, pasó a detentar la mayoría absoluta de la
empresa Industrias Greis, a la par que su hermano Joseph la tuvo en la
industria que regentaba en aquellos momentos y que posteriormente tuvo que ser
absorbida por Industrias Greis para evitar males mayores como se comentará más
adelante.
Esta nueva Dirección de la
Empresa trajo consigo que al frente de Industrias Greis, S. L., quedó una
persona que no tenía ni la más mínima idea de lo que es la dirección de
empresas, con un desconocimiento total y absoluto de lo que es un balance,
una cuenta de explotación, un presupuesto de gastos, y, por ello, a expensas de
lo que le presentaran sus colaboradores. Debo decir que tuvo la suerte de
contar con algunos de estos colaboradores leales y honrados que intentaron, por
todos los medios, llevar por buen camino la Empresa, pero, no siempre fue así y
no siempre pudo hacerse así, ya que, en unas ocasiones por no querer
complicarse la vida algunas personas se silenciaban hechos cruciales y, en
otros casos, era el propio Don Adolfo quien no dejaba actuar por la
desconfianza nacida de su falta de conocimientos administrativos, contables o comerciales.
No obstante, como era una
época de “vacas gordas”, todo podía ser disimulado y, realmente, parecía que no
podía tener graves problemas para dirigir la sociedad, pero la realidad es que
se iba minando la capacidad financiera de la empresa con inversiones de poca o
nula rentabilidad; Lo cierto es que jamás se había intentado estudiar si una
inversión, por buena que pareciera a primera vista, si lo era a la luz de los
indispensables y pertinentes estudios económicos y financieros, si pudiese ser
amortizada en un plazo más o menos lógico, y si diese una rentabilidad y un
grado de beneficio aceptable. Solo se veía que era engrandecer la Empresa en
cuanto a su capacidad de producción, para ello no solo era necesario vender
más, era
forzoso vender más y para ello abaratar los precios de venta (no los costes)
y como que la inversión efectuada no era tan rentable como parecía a primera vista,
aparecía la gran solución, se seguía la norma, se disminuían los precios
de venta y se seguía la teoría de que al producirse más ventas los costes bajarían
por si solos por el efecto de economía de escala, pero, con ello lo único que
realmente se conseguía era cerrar el círculo vicioso que se había iniciado y
seguir mermando los beneficios y seguir descapitalizando la Empresa.
Pero todo ello quedaba
oculto por los “brillantes” resultados que se presentaban al Consejo por
parte del Director Administrativo – Comercial – Financiero Don J. M. Balduera,
que es quien hasta finales de 1978, lleva, hasta cierto punto naturalmente (no
hay que olvidar que existe un órgano que podríamos denominar Consejo de
Dirección) y que, siempre, en definitiva, la última palabra la ha dicho Don
Adolfo, aunque en algunas ocasiones haya intentado negarlo o disimularlo con la
consabida frase “aquí actuamos y tomamos las decisiones en equipo” y, debo
decir, que ello solo era cierto cuando las decisiones eran conforme a lo que él
deseaba o creía que era lo correcto, pero en caso contrario el equipo no
pintaba nada. Pero, como decía, la impresión era que las riendas del negocio
estaban en manos de Balduera.
Unos años más tarde y por
insistencia de otro de los “brillantes en bruto” de que se disponía en
el seno del Consejo de Dirección, Don Antón Colomin, se efectuó una magnífica
inversión con la creación de una empresa mixta Hispano-Tunecina, en TÚNEZ, esta
empresa, a lo largo de los años, solo ha producido pérdidas para las Industrias
Greis, los Directivos tunecinos nos han
tomado literalmente el pelo, ha sido una increíble añagaza por parte de los
mismos, que nos han obligado a aceptar cambios de Directivos en la “filial”,
sin que se pudiera saber a ciencia cierta quien tenía o podía tener la razón;
cambios que obedecían, exclusivamente, a rencillas entre los socios tunecinos,
a artimañas para embrollar los negocios, nos obligaban a realizar nuevas exportaciones
de material sin haber recibido el importe de las anteriores porque así, según
nos hacían creer, sería más fácil el pagar los atrasos ya que al disponer de
mayor cantidad de material se podían generar más ventas que a su vez generarían
los recursos necesarios para pagar los atrasos. Se nos obligó a aceptar que,
por su parte, nos hicieran pagos en efectivo para eludir los pagos de las tasas
de Aduanas y mejorar el negocio por parte de ellos.
Quisiera referir, a título
de ejemplo, alguno de los métodos
utilizados por los “socios” en Túnez para evadir impuestos en su país y, al
propio tiempo demorar al máximo, ocho, diez, doce, quince o más meses el pago
de las facturas.
Esto lo conseguían, SIEMPRE
A NUESTRAS ESPALDAS, Y NO TUVIMOS CONOCIMIENTO DE TALES PRACTICAS HASTA QUE LA
BOLA SE CONVIRTIÓ EN ALUD, aunque no se les puede negar un gran ingenio, de la
siguiente guisa:
Hacían coincidir dos envíos
de material en los almacenes de la Aduana Tunecina y, al recibir las facturas,
presentaban y declaraban SOLO UNA, naturalmente la de menor valor en dólares
USA, pero la que contenía más materiales relacionados de productos de poco
valor. Con ello y mediante la conocida técnica del “regalo bajo mano” o más
claro de la propina que como sabemos es práctica habitual en tales países,
conseguían despachar de Aduanas TODA LA MERCANCÍA la declarada y la no
declarada, pero claro, quedaba un problema, al llegar al vencimiento de las
facturas, solo había entrado legalmente en el país lo declarado en la factura
de menos valor, la cual, con pequeñas demoras de cuatro a seis meses era
abonada legalmente, pero... ¡ay! ... ¿Y la otra factura? La verdaderamente
importante y de mayor valor, ésta no podía ser pagada, ya que TEÓRICAMENTE LA
MERCANCÍA NO HABIA ENTRADO EN EL PAIS Y POR LO TANTO NO SE PODIAN CONSEGUIR LAS
DIVISAS NECESARIAS PARA SU PAGO. Con ello se conseguían dos cosas buenas para
los socios tunecinos:
No pagaban derechos de
Aduana (con el consiguiente incremento de sus beneficios) y, además, demoraban
hasta períodos de más de DOS AÑOS el pago de las facturas, con lo que los
saldos de sus cuentas corrientes particulares estaban muy bien dotados a cargo
de Industrias Greis, naturalmente.
A todo esto la estafa
seguía; la realidad era que, a pesar de haber transferido legalmente la parte
alícuota del capital social que correspondería a Industrias Greis para obtener
el veinte por ciento acordado en los estatutos, los “socios” tunecinos se
habían cuidado muy mucho de que no se pudiera hacer efectiva la sociedad.
Me explicaré:
En el contrato que se firmó
ante las Autoridades Económicas Tunecinas, figura una cláusula que es lo que
llamaríamos “la madre del cordero”, efectivamente, para conceder el
permiso de creación de una Empresa de Capital mixto Tunecino-Español, entre
otras muchas condiciones, se indica: “Será condición inexcusable que el
cincuenta por ciento de la producción sea exportado”. Esto parecía una
cláusula sin ninguna importancia, una de esas condiciones sin trascendencia y
que figuran en los contratos, más como salvaguardia que como algo realmente
importante, es más, una limitación que parece sin sentido ya que se puede
llegar al absurdo de que si en el primer ejercicio económico se fabricara una
sola unidad, se debería exportar la mitad, es decir media unidad y, por el
contrario si el mercado interior consumía y por lo tanto se fabricaban dos millones de unidades, se deberían
exportar un millón, lo cual es prácticamente imposible por la falta de capacidad
de adquisión en los mercados exteriores a los que se dirige la exportación Tunecina.
Pero, ¡Cuidado! Esta cláusula estaba en vigor ya
que había sido aceptada y firmada en el conjunto del Documento-Contrato y por
lo tanto, mientras no se cumpliera este requisito, Industrias Greis, no podría
ser miembro de pleno derecho de la Sociedad mixta que se había creado.
Se puede observar la
ineptitud, ingenuidad, ignorancia o mala
fe, con que se había llevado el tema por parte de los representantes de
Industrias Greis, y las graves consecuencias que se derivaron de ello ya que:
-
Se mantuvo durante mas de tres años un saldo
prácticamente incobrable de cerca de treinta millones de pesetas.
-
No se pudieron revisar, jamás, los balances de la
Sociedad mixta por lo que únicamente se podían aceptar los datos comunicados
verbalmente por parte de los socios Tunecinos.
-
No se pudo obtener la repatriación del porcentaje de
beneficios, que como se apunta
anteriormente y en función de los tejemanejes denunciados, eran muy
considerables, que correspondía a la aportación del capital inicial.
-
Se tuvieron serios problemas con las Autoridades
Españolas ya que se habían percibido las correspondientes desgravaciones
fiscales a la Exportación legalmente en vigor y, por el contrario, no se habían
ingresado los cobros dimanantes de las exportaciones realizadas.
Pero...
no rodaron cabezas, no se exigieron responsabilidades y los autores del
desaguisado siguen perteneciendo a la Sociedad y percibiendo sus sustanciosos
emolumentos.
Esto es solo un pequeño ejemplo de los muchos
desaciertos de la “Dirección en equipo” que decía haber implantado Don Adolfo.
Y que llevarían a la Empresa por derroteros inimaginables.
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