dimarts, 25 de setembre del 2012

NOVELA Capitulo 10


9

 

 

Voy a remontarme unos cuantos años en mi relato, para poder narrar la forma en que se produjo la contratación de la secretaria de Adolfo, como Secretaria de Dirección, en las oficinas de Industrias Greis.
Adolfo no ha sido nunca un hombre de administración, básicamente es un hombre de taller, es decir, le gusta la mecánica, incluso como hobby y, por lo tanto, como casi todo buen mecánico, le tiene verdadera alergia a todo aquello que sean papeles, realmente creo que más que alergia lo que tiene es verdadera fobia, en definitiva, no quiere saber nada con la burocracia, a pesar de que reconoce que es necesaria, pero no para él.
Ello le lleva a que, debido al fallecimiento de su hermano Joan, que era quien tenía la responsabilidad gerencial y administrativa de la Empresa, a tener que hacerse cargo de todo aquello que le repele. Documentos, informes, balances, etc. no son para él, más que una inmensa montaña de papel que se va acumulando en su mesa de trabajo y que, cual río desbordado, empieza a inundar las mesas auxiliares, armarios, estanterías, sillas, etc. Como anécdota puedo decir que en alguna ocasión se jactaba de que para él, el limpiar la mesa era cosa muy fácil, solo precisaba de una caja de cartón lo suficientemente grande donde cupieran todos los papeles que tuviere encima de la mesa y, ya estaba limpia y ordenada. La caja se guardaba para evitar la pérdida de cualquier documento que pudiera ser importante y, problema solucionado. Hasta una nueva ocasión. Como se puede ver la cuestión tiene su trascendencia, ya que en múltiples ocasiones se olvidaban los temas de mayor o menor gravedad y quedaban durmiendo el sueño de los justos en las dichosas cajas de cartón producto de haber puesto orden en la mesa.
 
Cuanto más quiere ordenar y ordenarse más papeles genera, más desorden se impone. Es realmente una situación desbordante y... por lo tanto se tiene que cortar por lo sano, tomar el bisturí de su fiel segundo Balduera y, en una reunión del Consejo de Dirección, se trata este tema en el orden del día y claro, no puede haber otra decisión que la de contratar una secretaria que le ayude, le ordene sus documentos, le lleve la agenda y tenga a punto toda la documentación necesaria para poder ejercer, con una cierta dignidad y profesionalidad, su cargo de Administrador-Gerente de la Compañía.
 
Una vez tomado el acuerdo, por decisión unánime, al salir de la Sala de Juntas, nos quedamos algo rezagados los señores Balduera, Diumenge, Jeroni, Sentiger (a la sazón el Director de Personal) y el propio Adolfo y... entre bromas y veras se produce el siguiente diálogo que es bastante demostrativo de lo que se buscaba realmente y que, por lo tanto, a nadie debe de extrañar que siguiera adelante en el tiempo.
Santiger – Sr. Greis, le felicito, por fin veo que se ha decidido a tomar una secretaria que pueda ayudarle en los temas de su competencia.
Balduera – Efectivamente, Adolfo, ya era hora de que te decidieras.
 
Santiger – Bien ahora debo empezar a buscar la persona adecuada y añade, en tono de broma: ¿Lo que usted busca es una buena secretaria o... una secretaria que esté buena?
Adolfo – (Siguiendo la broma) Búsqueme una buena secretaria, pero, si, además, está buena y es secretaria para todo... pues mucho mejor.
 
Recuerdo que intervine siguiendo la guasa y dije:
 
- Bueno, si por lo menos está de buen ver, prefiero esto a ver la cara de Adolfo cada vez que entro en su despacho. Por poco agraciada que sea siempre será mejor que la cara del Jefe.
 
Estallamos todos en carcajadas, pues ciertamente, en nuestra ingenuidad, y me estoy refiriendo tanto a Diumenge como a mí mismo, lo atribuimos todo exclusivamente a una chanza que se habían cruzado entre Santiger y Adolfo, pero lo cierto es que la pregunta de Santiger llevaba mala intención, no era una simple broma, ya que conocía a una amiga y ex–amante, que estaba de administrativa en una de las empresas en que había trabajado en épocas anteriores y que, en aquel momento, podía ser promocionada a un buen puesto y mejor retribución, con lo que le pagaba sus anteriores “servicios”. Si, además, sabía camelarse al Jefe, era algo más o menos secundario, pero siempre interesante como posible estrategia en el futuro. Hay que tener en cuenta que se trataba de una Secretaria de Dirección y no sabía idiomas, falta decir algo más...
 
Pero hubo alguien más que empezó a pensar en la posibilidad de aumentar su poder en la Empresa, a través de facilitar a Adolfo una válvula de escape a su sexualidad, algo reprimida por su poco acertado matrimonio.
 
Y puedo decir que se trataba de algo relacionado con esta estrategia ya que recuerdo que uno de mis viajes a Madrid, realizado juntamente con Balduera, mientras almorzábamos en un restaurante cercano a la Plaza Mayor, me comentó, que a su parecer, Adolfo se encontraba muy solo y que su matrimonio había sido un fracaso total por lo que, siempre a su entender, debíamos buscar alguna solución para esta cuestión, ya que Adolfo, por si solo, era demasiado tímido e introvertido para buscarse algún tipo de compañía femenina por su propia cuenta. Creo que casi me convenció, pero... lo cierto es que al llegar a Barcelona no recordaba esta conversación. Es hoy, al rememorar los acontecimientos cuando he recordado esta plática y los términos en que se celebró.
 
Pasaron algunas semanas y el asunto, al menos por mi parte, estaba olvidado, cuando sonó el timbre del teléfono interior de mi despacho y oí la voz de Adolfo que decía:
- Jeroni, por favor, venga un momento a la Sala de Juntas.
- ¿Pasa alguna cosa?. Pregunté.
 
Siempre existía un cierto, diría que temor, de que ocurriera algún imprevisto, algo insospechado.
 
- No, no pasa nada, pero venga lo antes que pueda.
- De acuerdo, ahora mismo voy.
- Gracias.
Y colgó el teléfono.
 
Con la incertidumbre de que sería lo que se le habría ocurrido en aquel momento, -no eran muy habituales sus llamadas para una reunión sin convocatoria previa- salí de mi despacho y me dirigí a la Sala de Juntas y en el pasillo me encontré con Balduera y Diumenge que habían recibido idéntica llamada y se presentaban en el mismo lugar.
 
Se desarrolló una pequeña conversación ante la puerta de la Sala de Juntas:
- ¿Qué, Balduera, te ha llamado el Jefe?
- Sí, no sé que se le habrá ocurrido. Y a ti –dirigiéndose a Diumenge- ¿Te ha dado alguna explicación de que se trata?.
- Pues chicos, no me ha dicho nada, solamente que venga a la Sala de Juntas.
- Pues vamos allá, ya veremos que nos dice.
Tercié yo.
 Y abrimos la puerta.
 
Al entrar quedamos algo sorprendidos, estaban sentado Adolfo y Santiger, con sendos vasos de whisky en la mano, como si estuvieran celebrando algo importante.
 
- Sentaos y tomad un whisky con nosotros.
 
Dijo Adolfo, haciendo un ademán, con el brazo que nos abarcaba a todos. Y antes de que pudiéramos preguntar a qué se debía tanta celebración, prosiguió:
 
- Seguramente que os habrá sorprendido esta convocatoria, pero quiero que conozcáis a quien puede ser mi secretaria y que, después de conocerla me deis vuestra opinión antes de contratarla. Se trata de una chica que ya había trabajado a las órdenes de Santiger en “MATRICOSA”,   la Empresa en que prestaba sus servicios antes de venir a nuestra Compañía y me la recomienda como persona muy eficaz en su trabajo y, además, de toda confianza.
Tomó la palabra Balduera para decir:
- Adolfo, toda esta presentación, toda esta puesta en escena, me huele a que ya habéis tomado una decisión y lo único que quieres es nuestro refrendo para que, en el caso de que salga mal, poder decir que ha sido una decisión colegiada y si sale bien, te apuntes tu solito la medalla. Francamente, si ya la habéis escogido pues, adelante, se hace un contrato temporal de prueba y problema resuelto.
 
Esta forma de hablar por parte de Balduera, me escamó un poco, me dio la impresión que “estaba en el ajo”. Jamás le había oído dirigirse a Adolfo, en ese tono, en un tono entre festivo y de reconvención, incluso diría, un tanto irónico.
 
Diumenge, que siempre se lo toma todo de forma muy seria y sin entender demasiado de ironías, no acepta estas, digamos, soluciones poco ortodoxas, dijo:
- Mira Adolfo, creo que no puedes obrar tan a la ligera. El cargo que ostentará esta chiquita es de la máxima confianza. Piensa que casi todos los documentos, conversaciones, decisiones, más o menos secretas, más o menos importantes, van a pasar por sus manos y por sus oídos. Por ello, te ruego que, antes de tomar una decisión, me dejes tener una entrevista con ella, a solas y, si me convence ya te lo haré saber.
- No tengo ningún inconveniente, puedes tener esa entrevista ahora mismo. Se encuentra aquí, está en la Sala de Visitas. Santiger te la presentará.
- Un momento Adolfo –siguió Diumenge- y dirigiéndose a mí, me dice: Jeroni, acompáñeme a esta entrevista y después ya cambiaremos impresiones para hablar con Adolfo.
- De acuerdo –le dije- vamos.
 
Y nos dirigimos a conocer a la agraciada. En mi cabeza bullían las palabras de Balduera, lo que, hasta cierto punto, me estaba previniendo en contra de la Señorita Marina, sin que, en realidad, tuviera nada objetivo en que fundarme para ello, ya que ni la conocía, ni sabía nada de ella.
Por el camino le dije a Santiger que nos reuniríamos en el despacho de Diumenge y que, por favor, la hiciera pasar allí. Nos parecía un  lugar más apropiado que en la Sala de Juntas o en el propio despacho de Adolfo. Creo que era menos solemne.
Mientras esperábamos, comenté con Diumenge las palabras de Balduera y confirmó mis sospechas. A él también le había sorprendido el tono en que se había dirigido a Adolfo, ya que, a pesar de la gran amistad que les unía no era la forma que utilizaba habitualmente para hablar con él.
No pudimos seguir hablando, llamaban a la puerta y debíamos iniciar la entrevista.
 
Tras las presentaciones de rigor, tomó la palabra Diumenge para realizar un interrogatorio en toda regla, y que se puede tomar como un ejemplo del  método directo que utiliza Diumenge para aclarar sus dudas y cuando quiere poner a alguien en el disparadero. En este caso se trataba de esta opción. No tenía intención alguna de ser objetivo, de entrada estaba en contra de la persona entrevistada y pretendía hacerla incurrir en opiniones, palabras o hechos que fundamentaran, posteriormente, su dictamen contrario a su contratación. Más o menos la entrevista fue así:
 
- Señorita Marina, como usted puede suponer, esta entrevista no es más que su presentación a los distintos directivos de la empresa, para que puedan conocerse mutuamente. No se trata de ningún tipo de interrogatorio de sus cualidades laborales, ni, evidentemente, de sus cualidades morales, pero claro, ya sabe usted que es necesario cumplir ciertos requisitos, sin mayor importancia, pero claro..., podríamos decir..., en fin, que hay que cubrir el expediente.
Por ello le agradeceré sea muy sincera en sus respuestas ya que no van a tener más trascendencia que la que pueda representar el tener un mejor conocimiento de su persona.
- Adelante, puede usted preguntar lo que quiera. Ya estoy acostumbrada a esta clase de entrevistas y, aunque creo que, en este caso no son necesarias las preguntas, estoy a su disposición, por favor, siga.
 
Ante esta respuesta, hecha con un desparpajo y desenvoltura, no muy lógicos en alguien que busca un trabajo, nos afirmó en nuestras sospechas que, en realidad, se había buscado más “la segunda opción” que la primera, ya que la señorita Marina estaba bastante, podríamos decir “adiestrada” y, por desgracia, se veía claramente que, a la corta o a la larga, nos crearía problemas.
No obstante, Diumenge, después de cruzar una mirada conmigo, en la que con unas décimas de segundo nos trasmitimos mutuamente lo comentado, prosiguió:
- De acuerdo totalmente con usted, pero nos permitirá el pequeño placer de retenerla unos momentos en nuestra compañía y, al propio tiempo, saber algo mas de Ud. Por ejemplo: ¿Conoce Ud. bien el tipo de trabajo que se pretende que realice?
- De momento solo sé que voy a ser la Secretaria del Sr. Greis, lo cual significa que seré la Secretaria del Director General.
- Si claro, pero Ud. este tipo de trabajo ya lo había realizado anteriormente. ¿No es cierto?
- No, no lo había ejercido nunca.
 
Seguía con su desparpajo y, cosa que nos tenía sorprendidos, con su sinceridad, por lo menos en apariencia.
 
- Ya... Claro que... no consideramos demasiado importante el tener experiencia en un puesto de esta clase. Como que el Jefe no ha tenido, tampoco, una secretaria nunca, harán ustedes un equipo perfecto. Uno no sabe y la otra, tampoco.
 
La indirecta era tan manifiesta que me parecía imposible que Saniger no dijera algo.
 
- Señor... ¿Diumenge?.
 
 Sadurní asintió con un leve movimiento de cabeza, ante la creo que estudiada duda en el nombre.
 
-         Creo que su comentario es claro y rotundo. Espero que en breve, podrá modificar su opinión respecto a mi persona y eficiencia profesional.
 
En este momento creí necesario intervenir para suavizar la tensión que se había generado en el ambiente y que casi se podía cortar con un cuchillo. La cara de Santiger era todo un poema. Toda la gestación de la búsqueda de la secretaria ideal para Adolfo se venía al suelo. Quedaba al descubierto toda su manipulación y todos pasábamos a ser conscientes de lo que se tramaba desde el primer momento. Así que dije:
 
-         Santiger, según mis informes, Ud. conoce bien a la señorita Marina. Por ello creo que podría comentarnos algo de su currículum y así tendríamos la posibilidad de saber mejor quien es, como es, que trabajo había desempeñado hasta ahora. En fin, nos puede Ud. asesorar mejor.
 
Y dirigiéndome a la señorita Marina le espeté a bocajarro:
 
-         Si como Ud. dice, no tiene ninguna experiencia en el cargo de Secretaria de la Dirección General de la Empresa, creo que, por lo menos, si que tendrá alguna experiencia en puestos de menor relevancia y que, tal vez, querrá comentarnos. Por favor, cuéntenos algo de su vida, naturalmente me refiero a su vida profesional.
-         Sr. Jeroni, he entendido perfectamente a que se refería en su pregunta, evidentemente no voy ha hablarle de mi vida privada.
 
La interrumpí para decirle:
 
-         Pues... no lo crea. Tampoco sería nada malo que nos hablara Ud. también como persona, además de cómo profesional. No crea que no nos interesaría. Pero... por favor, la he interrumpido, siga, siga...
-         De acuerdo, mi vida profesional se ha movido entre ser una Administrativa en la Sección de Expediciones de la Empresa hasta que el Sr. Santiger me llevó con él al Departamento de Personal en calidad de administrativa y a partir de aquel momento fui subiendo en el escalafón ocupando los puestos de Secretaria del Jefe de Personal y, posteriormente, del Subdirector de Personal. En cuanto a mi vida privada, es mía y de nadie más.
-         Conforme. No voy ha preguntar nada más.
 
Y dirigiéndome a Diumenge dije:
-         ¿Quiere aclarar algo más? Por mi parte lo tengo todo muy claro, dije, recalcando lo de “muy claro”.
 
Diumenge me miró sonriendo y dirigiéndose a la Srta. Marina, pero con la vista puesta en Santiger, les dijo:
 
-         Creo que ya nos conocemos un poco más y le doy la bienvenida a nuestra Empresa, pero quisiera hacerle algunas consideraciones.
 
Y prosiguió:
 
-         Tenga en cuenta que en Industrias Greis, lo más importante es la dedicación al trabajo y a la Empresa y que el cargo que se ocupa, en cada momento, no dispensa de ninguna obligación, antes, al contrario, obliga a dar ejemplo. Si Ud. acepta esta sencilla regla nos llevaremos bien. De lo contrario tendremos problemas. Espero que lo haya entendido y que todo vaya bien en beneficio de Industrias Greis.
 
Dicho esto se levantó dando por terminada la entrevista. Yo me quedé remoloneando un poco para dar tiempo a que salieran Santiger y la Srta. Marina para poder comentar, más tranquilamente con Diumenge, la impresión recibida, antes de trasladar nuestras opiniones a Adolfo.
 
Una vez hubieron salido, nos miramos y nos dirigimos una irónica sonrisa. Nos habíamos dado perfecta cuenta de que iba el tema. Se trataba de “alegrar” la vida de Adolfo. Pese a ello, intentamos auto convencernos que eran puras imaginaciones nuestras y que se trataba, tan solo, de una ayuda para el trabajo de Adolfo. Y sin mediar palabra, nos fuimos hacia el despacho de Adolfo para darle nuestra impresión y decirle que había sido positiva. Los puntos negativos detectados tal vez no tuvieren la importancia suficiente como para rechazar su candidatura.
 
Naturalmente esta opinión estaba condicionada a que sabíamos, de forma cierta, que una opinión contraria a sus deseos, no hubiera contado con el apoyo suficiente por parte de Balduera, Sentiger y del propio Adolfo, por lo que era preferible ceder y quedar a la expectativa para intentar, si fuere necesario, intervenir si se producía alguna anomalía o algo que no fuera pertinente para la Empresa.
 
No nos podíamos imaginar el terrible error que estábamos cometiendo. Con el tiempo lo podríamos comprobar, pero en aquel momento ni lo sabíamos ni lo podíamos saber. Desgraciadamente no éramos augures.
 
 
Durante algunos meses, a pesar de que veíamos con cierta intranquilidad, como se iba adueñando de la voluntad de Adolfo, hasta el punto de que le trataba con excesiva familiaridad y confianza, diría que, incluso, con maneras reñidas con la buena educación, groseras, con despotismo y con un no saber estar, que nos parecía muy alejado de las formas convencionales entre el Director General y su secretaria pero, ello no era lo peor, lo malo es que su trato era igual ante nuestros ojos que ante personas extrañas a la Empresa. No obstante, lo aceptábamos de forma inconsciente. Más claro, ocultando la cabeza bajo el ala, no queriendo ver ni oír nada, hasta que al cabo de cierto tiempo me sucedió una anécdota que me abrió los ojos y pude advertir que los rumores que circulaban por la Empresa eran ciertos.
 
Estaba en la oficinas de Barcelona y me dirigía al parking a recoger mi coche cuando, al salir del ascensor, me topé con Balduera que llegaba en aquel momento y después de saludarle le dije:
 
-         Hay algo que me tiene intranquilo.
-         Tú dirás. ¿Qué té pasa?
-         Se trata de Adolfo. Tú sabes que corren ciertos rumores en el sentido que Adolfo y Marina se han convertido en amantes y... francamente, Balduera, me cuesta creerlo. Creo que deberíamos intervenir para evitar que circulen estos bulos que no nos benefician en nada. Yo no los creo y sería capaz de poner mi mano en el fuego y asegurar que no es cierto nada de lo que se dice. Que es pura maledicencia.
-         Para el carro. Para. Seguro que te quemarías. No te engañes. Es cierto. Ya hace bastante tiempo que son amantes.
-         Pero... ¿Cómo es posible?, ¿Tan pronto ha caído en la trampa que le preparó Sentiger?. –No me atreví a decir, la trampa que le habéis preparado Sentiger y tú- Francamente si tiene problemas en su matrimonio que los resuelva fuera de casa y fuera de la Empresa. Esto no nos traerá nada bueno. Pero... amigo Balduera, creía que tenías algo más de confianza en mí y me habrías avisado.
-         Mira Jeroni. Sinceramente creía que estabas al corriente. Es de dominio público.
-         Vale, de acuerdo, como que yo no acepto estas situaciones para mí mismo, tampoco las acepto para los demás. Adiós, me voy para casa. Esto es inaceptable. Hasta la tarde.
 
Y sin atender a más explicaciones, subí a mi coche y me dirigí a mi domicilio pensando en lo ingenuo e inocente que era y, además, en el ridículo que había hecho defendiendo la moralidad de Adolfo, en varias ocasiones, cuando algunos de mis interlocutores conocían perfectamente la situación y debían creer que yo era tonto o pretendía que lo fueran ellos.
 
Precisamente, al cabo de pocos días, tuve la confirmación de lo dicho y pude constatar, con mis propios ojos, la realidad de estos amores.
 
Como cada martes, sobre las cinco de la tarde, teníamos reunión del Consejo de Dirección y en mi calidad de Secretario estaba preparando y distribuyendo la documentación en la mesa de la Sala de Juntas. Comenzaron a llegar los demás Consejeros, Jorge Greis, Balduera, Diumenge, Farmas, D. Joseph Greis y faltaba, solamente Adolfo para poder iniciar la sesión. A indicación de D. Joseph Greis, le llamé por el teléfono interior, respondiéndome la Srta. Marina que venía de inmediato.
 
Iniciamos una conversación informal sobre las dificultades económicas que, al parecer, sufría una empresa de la competencia y nos enfrascamos en el tema, hasta el punto que se precisó de unos informes sobre la situación de la misma y recordé que aquella misma mañana se los había dejado sobre la mesa a Adolfo. Como sea que aún no se había incorporado a la reunión pensé en ir a recogerlos y al propio tiempo serviría como recordatorio de que estábamos todos esperando su presencia. Me dirigí al despacho de Adolfo y tras atravesar el de la Srta. Marina, abrí la puerta del despacho de Adolfo, al mismo tiempo que llamaba con los nudillos, al tiempo que decía.
-         Adolfo... le estamos... esper...
 
Pero...  ¡OH sorpresa! Por primera vez encontraba cerrada con llave la puerta del despacho estando Adolfo dentro. A través de la puerta se oían ruidos de movimientos apresurados y nadie respondía. Hasta que al cabo de unos interminables segundos oí la voz alterada de Adolfo que decía:
 
-         Un momento. Ya voy.
 
Al poco rato se abrió la puerta y pude ver como la Srta. Marina, con la cara enrojecida, se abrochaba los botones de la blusa, al tiempo que se alisaba la falda, mientras Adolfo con una mano subía la cremallera de la bragueta y con la otra se alisaba los cabellos, mientras me miraba con unos ojos que me interrogaban, mudos, ¿Se ha dado cuenta de lo que estábamos haciendo?. Pero no quise o no pude hacer otra cosa que intentar hacer como que no había visto ni oído nada y entré en el despacho, con la cabeza baja, murmurando que iba a recoger unos informes que le había dejado por la mañana y viéndolos encima de la mesa los recogí rápidamente y salí casi sin mirar donde ponía los pies. Había sentido vergüenza por algo que, en realidad, no me concernía personalmente, pero que me afectaba en lo más profundo de mi ser debido a la estimación, al aprecio que había sentido siempre por Adolfo.
 
Volví a la Sala de Juntas, intentando serenar mi aspecto y evitar trasmitir a los demás mi estado de ánimo. Entré bromeando sobre la empresa de la competencia, con los informes en la mano y se los entregué a D. Joseph Greis, al tiempo que anunciaba que Adolfo venía de inmediato, que estaba recogiendo algunos documentos que le había entregado la Srta. Marina en el último momento, al tiempo que atendía una llamada telefónica y todo ello le había retrasado.
 
Jamás comenté con Adolfo este incidente, pero, su imagen cayó muchos enteros en mi estimación. Tal como he dejado dicho, tenía una imagen de Adolfo, que era, algo así, como una especie de ejemplo a seguir, pero aquel espejo donde mirarme se había roto de forma rotunda, definitiva, irreversible. Ya no podría confiar ciegamente en cuanto hiciera o dijera. Siempre me quedaría la duda, un resquemor. Se había roto algo muy importante en mi vida y en mis relaciones con Industrias Greis. Adolfo me había defraudado moralmente y, lo peor es que me consideraba algo culpable ya que, entre todos, se lo habíamos puesto en bandeja, especialmente entre Sentiger y Balduera, teniendo en cuenta, además, que este último había actuado de alcahueta en más de una ocasión, como pude averiguar a lo largo de los años.