dimarts, 7 d’agost del 2012

NOVELA . CAPITOL - 1


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Las fiestas de Navidad acostumbran a ser, en todos los hogares, fiestas de paz, de alegre colorido, de reuniones familiares, pero en esta ocasión no fueron así para el protagonista de esta historia y así lo cuenta él mismo.

Cuando llegué a mi casa estaba exangüe, aniquilado, moralmente destrozado, aquella última mañana en la oficina había sido una catástrofe. El Presidente de la Compañía no había querido aceptar mis tesis sobre la posibilidad de que el nuevo D.G. estaba preparando la liquidación de la Sociedad y ello me había llevado, sin otra alternativa posible, a presentar mi dimisión de forma irrevocable y a muy corto plazo.

Después de más de treinta  largos años al servicio de la Compañía, en mi mente, solo quedaba como recuerdo el amargo sabor de ver que no se tenía en cuenta para nada la labor de tantos años, realizada con la abnegación y sacrificio que solo saben poner aquellos que realmente tan solo piensan en como mejorar y salvar la Empresa de tantos y tantos peligros que la cercan en estos difíciles años de crisis.

Mis sentimientos eran una mezcla de rabia y de pesar. Rabia por no poder llegar a explicar mis temores, mis recelos, mis teorías referidas a la situación de la Empresa y la forma de corregirla. Una sensación de pesar ya que, bajo mi punto de vista, se estaba procediendo a una operación que terminaría en la liquidación total y definitiva de la Empresa y ello a espaldas del Consejo de Administración, debido a la ceguera, incompetencia y obstinación de su Presidente.

Con este ánimo y esta tensión abría mi periodo vacacional de las fiestas de Navidad. Mi esposa al recibirme con su habitual y cariñoso beso de bienvenida notó, con su gran sensibilidad femenina que algo no funcionaba bien. Mi ceño fruncido no se correspondía con la ocasión y tirándome de la lengua quiso saber las causas. Aunque hubiera querido no  habría sido posible ocultarle la verdad. Su intuición es tal que, casi antes de que haya atravesado la puerta de mi domicilio ya sabe adivinar cual o cuales son mis humores, sean buenos o malos y ello, siempre, siempre, a pesar de que yo trate de evitar que se puedan traslucir mis sentimientos.

Para poder comprender cuanto queda dicho es necesario que retroceda unos cuantos años hasta el momento en que, debido a la marcha de un personaje que fue denominado con epítetos tan malsonantes como  los de "traidor" o "directivo funesto" y otros de similar concepción soy encumbrado de forma más o menos oficial a la Dirección Administrativa y Financiera de la Compañía y me son otorgados poderes notariales, no reales, de tal amplitud que en la práctica y, especialmente, de cara al exterior, me convierto en el número dos de la Empresa. No obstante, debo insistir de forma muy clara e indudable, que todo ello es más puro formulismo que real ya que en todo el período que siguió no tuve, casi nunca el poder efectivo en mis manos. Solo era aparente, de cara a la galería. y con el fin de poder evitar, a otras personas, los desplazamientos a Madrid, a Bancos, Centros Oficiales, etc. .

Con todo mis responsabilidades han aumentado hasta extremos que podría denominar de peligrosos ya que, jurídicamente tengo la responsabilidad y el poder, pero, en realidad, no hago más que ser la persona que pone su firma y, además da la cara físicamente, para todas aquellas relaciones, operaciones, entrevistas y demás operativos de una Empresa a los que no quiere asistir el Presidente de la Compañía debido a su proverbial timidez, introversión y falta de confianza en si mismo. En muchas ocasiones sus colaboradores más próximos le hemos oído frases como:

- Yo no sé presentarme ante tal personaje, que vaya otro.        ó bien:

- Si lo hace Ud. adelante, a mí... no me meta en estos berenjenales.  
                                                                                                                 Ante este talante es casi imposible desligar una función de otra y como consecuencia de ello empiezan a aparecer mis fotografías en revistas económicas, en las revistas especializadas del sector, y ello, con titulaciones que nunca me he adjudicado y soy totalmente consciente de que no son ciertas pero, debido a que soy la CABEZA VISIBLE, los periodistas deducen cargos que, a pesar de que los estoy representando de facto, realmente no los poseo.

Esto y otras razones que se verán más adelante, me lleva a intentar convencer al Presidente y al resto de los Directivos, de la ineludible necesidad de contar con un Director General o Gerente de la Compañía que administre la Sociedad y que pueda llegar a poner orden en la gran anarquía que por desgracia existe.

Cuando en la reunión de Directores y Accionistas convocada al efecto me permiten exponer mis teorías me encuentro con que, a pesar de mi expresa prohibición, el Director Comercial presenta mi candidatura al cargo de Director General, ello dentro de un programa que se puede considerar como bastante coherente y que llevaría a la Compañía a unos sistemas de gobierno basados en un esquema que consistiría en:

 PRESIDENTE DEL CONSEJO

CONSEJERO DELEGADO (no-accionista)

DIRECTOR GENERAL EJECUTIVO

Este D.G. debería ser promovido al cargo entre el personal Directivo. Este esquema tendría la ventaja de que no se precisaría recurrir a personal ajeno y por lo tanto la fórmula sería una de las menos onerosas económicamente hablando.



Vistos estos planteamientos se produce un fuerte debate en el que se mezclan la sorpresa por parte de algunos directivos, con la incredulidad de otros. No obstante, y a mi pesar, se llega al acuerdo de convocar una nueva reunión para la siguiente semana donde se estudiará a fondo la propuesta y, en su caso, se someterá a votación.



Durante toda la semana la actividad es febril, a toda la marejada que levanta esta propuesta se suma la negativa por parte de Gil Galcero a aceptar la D.G. con lo que Ricardo P. Bardo, temiendo que su propuesta se pueda perder, centra todos sus esfuerzos en conseguir que Galcero acepte logrando al fin que de una forma, hasta cierto punto condicional, dé su consentimiento. Una vez conseguido éste, se lanza abiertamente a convencerme a mí de que acepte pues, según él, es la mejor solución.



Mis dudas son enormes y por ello, después de pensarlo muy a fondo llego a mi propio convencimiento de que vistos los condicionantes en que se mueve la Compañía y teniendo en cuenta, además, que no me sería posible poner en práctica muchas de mis ideas para la Dirección de la Empresa decido negarme a la propuesta de ser nombrado Consejero Delegado y a mi vez sigo insistiendo para que se contrate un Director General a ajeno a la Compañía, un profesional en la materia, ya que considero que a pesar de que esta fórmula sea algo más dura, económicamente hablando y por descontado que emotivamente también es mucho más difícil de aceptar, creo sinceramente que es la mejor solución para lo que, en definitiva queremos, la salvación de la Compañía.



Esta decisión precipita los acontecimientos y después de una tormentosa sesión del Consejo Asesor de la Presidencia  se llega al acuerdo de contratar una Compañía de Selección de Personal para la búsqueda y posterior contratación de la persona que deberá ocupar el puesto de Director General de la Compañía y que, por tanto, estará por encima de todos nosotros en el nuevo organigrama de la misma.



La nueva propuesta presenta una serie de dificultades jurídicas que hay que subsanar pero que, finalmente se vencen y se llega al consenso de un organigrama que en sus principales cargos se define así:



JUNTA DE SOCIOS

 CONSEJO DE ADMINISTRACION

PRESIDENTE DEL CONSEJO

CONSEJERO DELEGADO

DIRECTOR GENERAL

DIRECTORES DE AREA



Después de tan árduas, difíciles e incluso desagradables negociaciones llega el momento de poner manos a la obra y, por lo tanto de llegar a dejar la Compañía en manos de un profesional, ajeno a la misma, que pueda manejar tanto los asuntos propios de una empresa con más de 1.500 millones de pesetas de ventas anuales, como a los ejecutivos que ya existen y que, naturalmente no se dejarán dominar muy fácilmente. A pesar de ello, tengo una cierta sensación interior de haber conseguido liberarme de una serie de problemas personales e incluso de ciertos problemas de conciencia que me permitirán trabajar en las tareas propias de mi Departamento con una mayor dedicación y, en definitiva, lograr un rendimiento superior al poder concentrar mis esfuerzos en la coordinación del área administrativo - financiera.



Durante todo el tiempo que ha durado la negociación relatada me veo obligado, como es lógico, a redoblar mis esfuerzos por alcanzar los objetivos que nos habíamos propuesto y que no eran, precisamente, sencillos de lograr. Estos objetivos pueden resumirse básicamente en dos partes muy bien delimitadas, pero que son complementarias la una de la otra y además no pueden ser separadas ya que no serviría de nada la consecución de una sola de ellas. Podemos decir que se trata de una especie de hermanos siameses que no pueden ser separados quirúrgicamente ya que sus partes vitales son comunes a ambos. Se trata de conseguir, en un plato de la balanza, que las deudas institucionales (básicamente Impuestos no pagados y cuotas empresariales de la Seguridad Social) tengan un tratamiento benévolo por parte de la Administración del Estado y nos sea concedida una moratoria, lo más larga posible, para su pago y, desde luego, de un plazo no inferior a tres años. En el otro plato de la balanza hay que conseguir que la Generalitat de Catalunya acepte ayudar a la Compañía con un instrumento de tal naturaleza que permita aliviar las tensiones de tesorería y, al propio tiempo, relanzar las inversiones necesarias para poder iniciar la fabricación de los productos de alta tecnología que se están, hasta cierto punto, quedando congelados por falta de recursos financieros.

Ante estos planteamientos creemos necesario repartir la tarea mediante la solución de encargar parte de la misma a determinados Asesores externos que puedan, además de establecer la estructura básica de los innumerables informes, proyectos, solicitudes... a presentar, también su acondicionamiento y presentación en la forma y manera aceptables por las distintas Administraciones Públicas, ya que por nuestra parte nos es casi imposible atender al trabajo mecánico del día a día y al propio tiempo a la ingente tarea de establecer los memorándums, cuadros estadísticos, previsiones, etc. que conlleva un plan de estas características y que, partir de ese momento denominamos con el pomposo nombre de PLAN DE VIABILIDAD y que posteriormente transformaremos en el de PLAN DE PROMOCIÓN Y VIABILIDAD que, a mi entender es más ilustrativo de su contenido. A mí me reservan o mejor dicho, me imponen, la parte del trabajo que requiere de las relaciones personales con los distintos estamentos de las Administraciones tanto la Estatal como la Autonómica, con los distintos Ministerios, Consellerías, Direcciones Generales y demás entes. Ello es debido, como siempre, a que quien realmente debiera realizar este cometido no quiere,  o considera que no está suficientemente preparado para ello. No deseo cansar al lector con el detalle de las incontables visitas, citas, llamadas a los distintos Departamentos de la Administración, los viajes a la capital del Estado, a las Consellerías de la Generalitat, con momentos de euforia por la posibilidad de la consecución de algún logro importante, seguidos de estados de ánimo depresivos por la demora en las respuestas, en los presente tal o cual documento, y en fin, al ver que no se consigue la rapidez que, por otra parte, es imprescindible para la Compañía.

No es posible imaginar la cantidad de ocasiones en que has creído resuelto un problema relacionado con una posible subvención, que parece que ya está conseguida y que tienes, o crees tener, ya en la mano y en el momento en que estás ya anímicamente predispuesto a celebrar interiormente su consecución, resulta que a través de cualquier funcionario de segundo o tercer orden te sueltan el jarro de agua fría pues falta el documento equis y lo que parecía seguro ya no lo es.

Cuando menos te lo esperas te encuentras, en cualquier ventanilla, con que te comunican noticias como el siguiente diálogo del que solamente he eliminado los nombres propios. Creo que no tiene desperdicio:

- Señores les hace falta presentar un certificado conforme están al día en los pagos a la Seguridad Social.

- Pero si se lo presente hace ya tres meses y estaba completamente conforme.

- Sí, pero claro, pueden Uds. haber dejado pendiente de pago una de estos tres últimos meses y por tanto no sería posible el certificar delante de la Pagaduría del Ministerio de Hacienda que se cumplen todos los requisitos para la resolución favorable del expediente. Lo siento pero no puedo tramitarlo hasta tanto no me entreguen el certificado actualizado.

Y otra vez vuelta a empezar el peregrinaje por las distintas oficinas públicas para conseguir el ansiado documento que permita, de una santa vez, iniciar al Plan previsto. Y, claro, si pasara una sola vez, pero lo normal es que ocurra en muchas ocasiones para desesperación de quien tiene la obligación de seguir adelante y conseguir el objetivo primordial. Seguir existiendo.