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Otra de las buenas
inversiones que se realizaron en aquel período fue la de la creación de la
empresa de manufacturados de piezas de plástico industrial que se denominó
GREISMAN PLASTICA, S.A. y que, siguiendo la fórmula ya comentada para el
reparto del capital ente los hermanos Greis, se adjudicó un 55% a Don Jorge
Greis, un 30% a Don Adolfo Greis y el 15% restante a su hermana Doña Amelia
Greis. Esta empresa se fundó con una aportación de cinco millones de pesetas
por parte de Industrias Greis, S.A., -Por cuestiones jurídicas y fiscales se había
procedido a la transformación de la empresa en Sociedad Anónima, en lugar de
Sociedad Limitada, prácticamente por imperativo legal y para poder ampliar el capital
social a cuantías más acordes con la realidad y para contentar, hasta cierto
punto, a las Entidades Bancarias que consideraban que el capital social de Industrias
Greis era demasiado pequeño para la envergadura real de la Empresa.- (como se
puede observar los repartos de beneficios se seguían efectuando de forma muy
poco ortodoxa).
Naturalmente, como
Administrador Gerente único, fue nombrado Don Jorge Greis, quien como veremos
más adelante, sin demasiado esfuerzo, consiguió hundir la empresa y cargarle
otro muerto a Industrias Greis y ayudar a arrastrar la empresa a su
final.
La incompetencia y la
holgazanería del citado Don Jorge, llevó a Greisman Plástica a situaciones
límite. Recuerdo que, en cierta ocasión, a finales del año 1977, nos lanzó un
S.O.S., indicando que no podía soportar más la degradación de la empresa, de
su empresa y que debíamos ayudarle financieramente para intentar
resolver o aplazar sus gravísimos problemas de tesorería.
En realidad, la historia
comienza un par de años antes, en los que Don Santiago Noval, a la sazón
Encargado General de Greisman Plástica
y, realmente, el único que conseguía mantener la imagen de la misma gracias a
su reconocido prestigio en el mundo de las industrias manufacturadoras de
plásticos industriales, ya venía quejándose, en múltiples ocasiones tanto a
Sadurní Diumenge, como a mi mismo, e incluso a Don Adolfo Greis, por la forma
en que su hermano Jorge llevaba el negocio ya que, como el perro del hortelano,
ni hacía ni dejaba hacer. Incluso en una de mis periódicas visitas a Greisman Plástica, me llegó a comentar que estaba
buscando trabajo en alguna otra empresa del sector pues no podía aguantar más
su situación laboral y la pérdida de prestigio de su persona que significaba.
Pues bien, llegó el momento
crítico y nos presentamos en la fábrica los señores Adolfo Greis, Balduera,
Diumenge y yo mismo, para tratar el tema y recabar la información que nos
permitiera saber cual era la situación real de la Empresa.
Después de los saludos
normales entre todos nosotros se entabló el siguiente diálogo:
-
Jorge: ¿Realmente cuál es tu situación?.¿Dispones de
algún balance reciente?, preguntó Balduera
-
No, no tengo ningún balance actual, el más reciente
de fin del año 1976. (esto se producía en septiembre de 1977) En cuanto a la
situación creo que es difícil pero no desesperada.
Los presentes dejamos
escapar un suspiro de alivio ya que creímos que con una relativamente pequeña ayuda,
tal vez se podría resolver el problema, pero con una cierta desconfianza
seguimos preguntando:
-
¿Cuánto es el importe que precisas y para que
fecha?. Pregunté, tal vez de forma un tanto ingenua.
-
Lo cierto es que necesito para MAÑANA SABADO, unos dos
millones y medio de pesetas para el pago de la nómina y para el lunes
preciso dos millones más para cancelar un crédito que vence y ya es su
segunda renovación y que está avalado por mí personalmente.
Ante estas cifras nos
miramos con sorpresa. Prácticamente la deuda inmediata ya era superior al
capital social, pero, y esta era la inmediata pregunta, ¿Cuál sería el total de
las deudas?. ¿Cuánto se debía a los proveedores? ¿Había otros créditos
pendientes? ¿Si los había, de que importe eran? El torrente de interrogantes no
amainaba. Nos quedamos estupefactos, sin saber ni que decir, ni como reaccionar.
Mi pregunta siguiente,
temiéndome ya lo peor, fue:
-
No, jamás se ha
hecho una “pelota”
Bueno, pensé, ya es algo, la capacidad crediticia
estará bien y aún podremos conseguir, moviendo adecuadamente los hilos, algunos
créditos a largo plazo, créditos hipotecarios, no olvidaba que el edificio y el
terreno de la fábrica eran de propiedad, o pólizas de crédito personal, etc. En
mi cabeza bullía un sinfín de posibilidades que, en un contexto normal hubieran
permitido salvar el bache. Pero aquí no había terminado todo. Lo peor estaba
aún por llegar.
Balduera
propuso que se estudiase la situación en el próximo Consejo de Administración
de Industrias Greis y de conformidad con tal análisis, ver la mejor manera de
solucionar el problema determinando el remedio más adecuado para poner fin a la
crisis y salvar la Empresa.
Nos despedimos y regresamos
cada uno a su oficina, con la cabeza llena de dilemas y sin ver muy clara la
solución.
A pesar de cuanto nos había
dicho Don Jorge, yo no estaba tranquilo, había algo en el ambiente que no olía
bien, se notaba un tufillo a que no era todo tan claro, tan sencillo como
parecía. Durante el viaje de regreso en el coche se lo comenté a Balduera:
-
José María: ¿Tú crees que nos ha dicho todo lo que
realmente pasa? No he quedado muy convencido y me da en la nariz que hay un
trasfondo mucho más grave y que esto podría ser el desencadenante de una
suspensión de pagos o de algo peor. ¿Tú como lo has visto? ¿Tienes la misma
sensación?
-
Mira Jeroni, no he querido decir nada allí pero...
lo cierto es que estoy de acuerdo con tus sospechas. La cosa está mal y creo
que vamos a pasar por muy malos momentos. Jorge Greis nos la ha jugado a todos.
Ambos
callamos y yo me dediqué a admirar el magnífico paisaje otoñal que se nos
ofrecía a través de la ventanilla del automóvil. Hacía una temperatura muy
agradable y era muy relajante aspirar el aire cargado del olor a la hierba aún
muy verde, después del chaparrón que había caído mientras asistíamos a nuestra
conferencia. El sol se empezaba a ocultar tras las montañas y nos bañaba con
aquella luz maravillosa del atardecer en la comarca del Vallés Oriental, en que
los verdes son más verdes, los amarillos más vivos y el azul del cielo aparece
más límpido. Se disfrutaba de una rara calma, hasta parecía que el ronroneo del
motor del automóvil era más suave. Es algo que recuerdo especialmente por la
agradable sensación de bienestar que me invadió que creo era el resultado del
contraste con la enorme tensión soportada breves momentáneos antes.
Al
cabo de una hora más o menos, llegamos a las oficinas de Industrias Greis y en
aquel momento desperté de nuevo a la realidad. El problema que había recaído
sobre mis espaldas era encontrar, en solo unas horas y teniendo en cuenta que
se trataba de un viernes a las ocho de la tarde, aquellos cuatro millones y
medio de pesetas, de forma que no nos afectaran a nuestros pagos inmediatos y a
la solvencia de Industrias Greis.
Me
puse a trabajar febrilmente, llamé por teléfono a mi casa y le dije a mi mujer
que llegaría tarde. Me respondió que ya lo imaginaba si le llamaba a esas
horas. Nos sentamos Balduera y yo para analizar nuestra propia situación
financiera buscando recursos que no estuvieran afectados a corto plazo ya que
de lo contrario la situación se nos podía revolver en nuestra contra. Estuvimos
trabajando hasta muy tarde y pudimos ver que mediante unos traspasos de fondos
y unas remesas de letras de cambio que guardábamos en cartera, con vencimientos
superiores a los noventa días, podríamos detener el primer golpe y más tarde
evaluar definitivamente la situación y buscar los remedios pertinentes para
salvar el bache.
Decidimos
dejarlo así y a pesar de que los sábados eran festivos para todos nosotros ir
por la mañana y preparar toda la documentación para que se pudieran efectuar
los traspasos de fondos de los dos millones y medio más urgentes y dejar ya
preparado el resto para proceder el lunes a realizar las remesas de letras y
los demás documentos necesarios `para el buen fin de la operación.
Al
salir eran ya pasadas ya las doce de la noche y había refrescado algo la temperatura
y al entrar en el coche me quedé unos momentos pensativo, repasando toda la película
de los hechos y vi claramente que se había iniciado el imparable proceso de
declive de las industrias y negocios de la familia Greis.
El
lunes por la mañana amaneció un día gris, el cielo estaba muy encapotado, típicos
nubarrones de tormenta del mes de septiembre en la costa mediterránea, con esa
sensación de electricidad en el ambiente y, no pude por menos, que asociar el
tiempo meteorológico al que nos tocaba vivir con la situación que se había
producido en la Empresa. Al llegar a mi oficina llamé de inmediato a mi más
próximo colaborador, El Jefe Administrativo Sr. Llacs y, de forma muy sucinta,
le expuse lo que había pasado y la “solución”, así, entre comillas, que se le
había dado.
El
hombre se puso las manos en la cabeza y con gesto preocupado me dijo:
- Sr. Jeroni, ¿Ya recuerda Ud. que
guardábamos esos fondos para abrir los créditos documentarios necesarios para
solicitar las importaciones que tenemos pedidas por el Departamento de Compras?
- Sí amigo Llacs, sí. Ya lo recuerdo. Pero
lamento tener que decirle que hemos entrado en una dinámica de dificultades que
nos llevará muy lejos y no precisamente por senderos de rosas.
- Pero, Sr. Jeroni: ¿Ud. cree que es
admisible dejar colgada a esta Empresa por culpa de la incompetencia de otras
personas ajenas a la misma?
- Sr. Llacs, le agradeceré que no haga
juicios sobre la incompetencia o no de Don Jorge. Le dije en un tono desabrido
y duro. Ud. desconoce las causas que han motivado este problema y nos es nadie
para poder juzgar a otra persona y menos a Don Jorge. Le ruego no repita frases
de este estilo y limítese a cumplir con lo que se le ordene como es su
obligación. Y con un tajante –Buenos días- di por finalizada la conversación.
Con
estas duras frases despedí a mi colaborador, a sabiendas de que quien no tenía
razón alguna para hablar de aquella forma era yo mismo. Pero creí que debía de
imponer esta especie de coraza, de falso blindaje, para impedir que se vieran
involucradas en este affaire personas que no tenían ninguna culpa, como
podía ser el propio Sr. Llacs.
Pasaron
algunos días y, parecía que realmente se había solucionado el problema y que lo
único que quedaba era esperar y estudiar de qué forma se podía conseguir que
las cantidades prestadas pudieran ser devueltas, con la mayor celeridad posible
a Industrias Greis.
Aproximadamente
a los quince días de estos acontecimientos propuse tener una reunión en la que
tratar en profundidad el tema de
GREISMANS, y para ello convocamos una Junta del Consejo Directivo, a la que
asistieron los señores Joseph Greis, Jorge Greis, Adolfo Greis y Jaume Comps,
éste en representación de su esposa Doña Amelia Greis, además de los señores
Balduera, Diumenge, Farmas, Noval y yo mismo. También asistió, como asesor, Don
Jordi Salses, asesor económico-fiscal de la Empresa.
En
esta reunión tomó la palabra, en primer lugar, Don Santiago Noval quien inició
su parlamento con una clara exposición de la situación de GREISMAN. Empezó
diciendo:
-
Señores: Me conocen ustedes bien y saben que no voy
a cargar las tintas en beneficio propio, solo voy a intentar que conozcan la
situación real de GREISMAN PLASTICA, S.A. y dejando aparte los gravísimos
errores que se han ido cometiendo a lo largo de estos años y cuya enumeración
no nos va a solucionar nada, quiero significarles que si queremos salvar la
Empresa es imprescindible que se tomen, hoy mismo, las decisiones oportunas que
permitan:
1. Se inviertan
unos cuantos millones de pesetas en mejorar el parque de maquinaria que es
totalmente obsoleto y como consecuencia de ello nuestros costes son superiores
a los de la competencia. Precisamente por ello, resulta que Jorge, no se atreve
a dar los precios que debiera ya que sabe que perdería a los clientes y con ellos
la facturación mínima necesaria para mantener este aire de normalidad, pero
ello es siempre a costa de perder dinero en todas y cada una de las operaciones
que efectuamos y, señores, sinceramente, si él no sabe o no quiere hablar
claramente, lo hago yo para decirles que la situación es insostenible y por
ello pido que.
2. Se nombre un
nuevo Administrador-Gerente, Director General, o equivalente, que tenga ganas
de trabajar y conozca el mundillo industrial en que nos movemos con lo que
podríamos volver a presentarnos ante algunos clientes que ya se han perdido,
por no atenderles debidamente, -la falta de dinero impide comprar la primera
materia y por ello los plazos de entrega se demoran en demasía e intentar
recuperarlos, evidentemente con nuevos precios y nuevos márgenes de beneficio y
no con pérdidas como se hace actualmente.
3. Reestructurar
la Empresa y reducir la plantilla, estableciendo tres turnos de trabajo en
lugar de tener, como ahora, uno solo, lo
que obliga a la realización de horas extras que encarecen la producción sin
solucionar el problema.
4. También habrá
que invertir algo en la modificación de
algunos moldes y en otros hablar con los clientes para proponerles o
moldes nuevos o aumentos considerables de precios, ya que la situación en que
se encuentran ya es francamente ruinosa y de esta forma no se pueden inyectar las
piezas ya que tienen un coste enorme en su repaso y desbarbado, amén de que un
porcentaje muy elevado debe rechazarse por no cumplir las especificaciones y
tolerancias de los planos.
Y siguió diciendo:
La situación real es de una
quiebra que me atrevería a calificar de casi fraudulenta y por lo tanto no se
puede ir con una política de paños calientes, hay que tomar muy en serio el
problema, atajarlo y aplicar las soluciones precisas y eficaces.
Debo decirles que, caso de
que no se acepten estas propuestas, presento, desde este mismo instante, mi
dimisión irrevocable. Espero sabrán comprender mi postura y les dejo para que
puedan decidir con plena libertad lo que crean más conveniente para sus
intereses. Mis condiciones quedan dichas. Buenas tardes a todos.
Seguidamente y sin más
comentarios, se levantó y, con paso un
tanto ceremonioso, abandonó la Sala de Juntas.
Ante
esta escueta pero muy clara exposición de necesidades y, por ende, de las
causas que habían llevado a tal situación, Balduera y yo, nos miramos y sin
mediar palabra, estuvimos de acuerdo en que era realidad aquello que nos
temíamos y que habíamos comentado en el viaje de vuelta de la primera reunión
celebrada en Greisman Plástica. La empresa estaba tocada de veras
y sería muy difícil, por no decir imposible, reflotarla.
A
continuación tomó la palabra Don Joseph Greis, quien visiblemente excitado e
irritado, preguntó directamente y sin rodeos a su hijo Jorge:
-
Jorge: ¿Es cierto cuanto ha dicho Noval? y, no
quieras intentar dorar la píldora con una respuesta ambigua, pues sé que él, y
recalcó el pronombre, jamás me ha engañado. Responde.
-
Papá, sí, todo lo que ha dicho es cierto, pero no es
culpa mía, él también tiene culpa, pues yo había depositado toda mi confianza
en su gestión y me siento traicionado, pues hoy me encuentro ante este problema
casi sin comerlo ni beberlo. Mi falta, en todo caso, es no haberme dado cuenta
antes de lo que pasaba...
-
Calla, calla, le interrumpió Don Joseph, no empieces
escurrir el bulto. Estás representando una burda comedia en tu defensa y
¡Basta¡ Ya he oído suficiente.
Y dirigiéndose
a todos nosotros prosiguió:
-
Sé que haréis todo cuanto sea posible para salvar la
Empresa, estudiad a fondo todas las posibles soluciones y contratad un buen
abogado que nos pueda guiar en el difícil camino que vamos a emprender. Ahora
creo que es mejor que suspendamos la sesión y la prosigamos la próxima semana
y, a ser posible, en casa del abogado que decidáis. Será casi imprescindible la
representación legal.
Sus
palabras fueron proféticas.
Se
levantó la reunión y sin mediar palabra alguna entre los asistentes, nos dirigimos
a nuestras respectivas oficinas para recoger nuestros abrigos y marchar hacia
nuestros domicilios.
En la calle seguía lloviendo, aunque
ahora era una lluvia fina, que no
molestaba, y que refrescaba el ambiente,
que casi se agradecía después de una sesión tan tensa y desagradable. El ver
las calles relucientes por el agua y la agradable temperatura ayudaban a seguir
con la mente metida en las cuestiones que nos habían sido tan crudamente
planteadas.
Ni
que decir tiene que nuestros pensamientos estaban ocupados en el estudio de las
posibles respuestas a los problemas planteados así como a la agudización de la
crisis de GREISMAN PLASTICA, S.A., sin olvidar el poco elegante y despreciable
gesto de Don Jorge al querer sacudirse las pulgas de encima y cargar el
mochuelo al señor Noval, quien, sinceramente, me había causado muy buena
impresión y, que además, creo no tenía ninguna, o en todo caso, una mínima
parte de culpa en lo sucedido.
Al
llegar a casa y antes de subir a mi domicilio, me decidí a dar una vuelta a pié
por las calles, había cesado de llover y el aire había quedado
sorprendentemente limpio para la gran ciudad y era una delicia para los
sentidos relajarse paseando unos minutos aspirando el aire, ya frío, de la
noche, hasta que, cansado, decidí que era ya hora de dar por finalizada la
jornada.
Al
entrar en mi domicilio, mi esposa me preguntó como había ido la reunión
y le expliqué sucintamente los hechos quedando muy sorprendida por la postura
de Don Jorge ya que, a ella, le parecía que no era muy normal que un Director
General y accionista mayoritario de la empresa, no tuviera, por lo menos la
decencia de aceptar su culpabilidad y
reconocer su negligencia, que era lo que, a fin de cuentas, había
llevado a la empresa a la situación tan delicada en que se hallaba.
Le
respondí que, efectivamente era una postura muy cómoda pero que no olvidara que
siempre había seguido este sistema de lanzar las culpas a los demás. Es un procedimiento
que, si por alguna razón, hubiere colado, él habría quedado limpio de toda responsabilidad.
-
Ya sabes proseguí que de Jorge, siempre hemos dicho
que tiene “una flor en el culo” y, ciertamente, una vez más, se confirma este
hecho ya que de una forma u otra, sus hermanos intentarás salvarlo y a nosotros
nos tocará apechugar con lo que salga.
-
Pero eso es algo debéis de cortar o, de lo
contrario, vais a padecer vosotros por sus errores y negligencias y, Dios haga
que no paguéis muy caro en Industrias Greis el intentar salvar a Jorge.
Estas
palabras creo que, vistas con la pátina del tiempo, con el paso de los años,
han resultado más una profecía que la expresión de un simple deseo de evitarme
mayores males. Por desgracia. GREISMAN PLASTICA y sus problemas, fueron una de
las causas principales que han llevado a Industrias Greis, S.A. a una situación
límite de la que será muy difícil escapar.
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