divendres, 21 de setembre del 2012

NOVELA Capitulos 7 y 8


 
7
 
 
Sentadas las bases y aceptadas las condiciones para que Balduera se  hiciera cargo de la gerencia y administración de GREISMAN PLASTICA, S.A., se presentaron una nueva serie de problemas, a los que no era ajeno el descontrol que existía en las oficinas de administración de INDUSTRIAS GREIS, sitas en una céntrica zona de la ciudad.
 
A título de anécdota referiré que en más de una ocasión, a primera hora, es decir sobre las 8 o las 8,30 de la mañana. (en el bien entendido que nosotros ya hacía más de una hora que estábamos en nuestro puesto de trabajo en la sede de la fábrica) Don Adolfo, Diumenge y yo, habíamos cruzado “apuestas” sobre si habría algún Directivo o Jefe de Sección en las oficinas generales sitas en la ciudad. En estos casos llamábamos por teléfono y empezaba la “rueda” con más o menos, el siguiente diálogo:
 
-         Señorita, por favor, ¿Está el señor Balduera?
-         ¿De parte de quién?
-         De Adolfo Greis
-         Un momento, por favor.
 
Esperábamos unos minutos y...
 
-         No ha llegado aún.
-         Bien, ¿está el señor Llacs?.
-         No lo he visto entrar esta mañana.
-         ¿Y... el señor Montes?
-         No, no ha llegado.
-         Bien, cuando llegue alguien que llame al señor Greis.
 
Ante esta situación y previniendo que si Balduera se desplazaba a GREISMAN, aquellas oficinas aún quedarían mucho más desamparadas, ya que para mayor dificultad, el Jefe Administrativo señor Llacs, había enfermado de gravedad –con un tipo de dolencia que, desgraciadamente, en pocos meses lo llevó a la tumba-, se tomó la decisión de que me hiciera cargo, personalmente, del mando de las oficinas generales de la empresa, repartiendo mi trabajo como Director de Compras con Diumenge y, naturalmente delegando más funciones en mi colaborador y amigo señor Castellet.
 
Para ello organicé mi trabajo de forma que a primera hora de la mañana, es decir a las 7 horas, me presentaría en la Oficinas de la ciudad y sobre las 11-12 horas me desplazaría hasta la fábrica para despachar con mi equipo y disponer de la tarde para mis gestiones y la actividad normal de mi Departamento.
 
Así lo hice y recuerdo exactamente que era el día dos de febrero de 1978. Un día gris, de intenso frío, amenazando lluvia, en fin un día de “demonios”, pero tal como habíamos acordado y sin avisar a nadie del Departamento administrativo, a las 6 horas y 50 minutos estaba en pie, en la puerta del despacho que me había sido asignado de forma provisional y que daba de frente a la sala de la oficina general.
 
En aquel momento solo se encontraban en las dependencias, tres personas (trabajaban allí 23 empleados) les saludé, les desee buenos días y me quedé de pié en la puerta esperando la llegada de los demás.
 
Entre las 7,05 y las 7,35, llegaron la mayoría de los empleados, pero sus, podríamos llamarles Jefes de Sección, no empezaron a aparecer hasta las 7,45 y alguno hasta las 8,15 de la mañana, es decir, con un retraso de una hora y quince minutos. Me limité a saludarles conforme iban apareciendo y cuando llegaron todos me retiré a mi despacho.
 
Tomé la decisión de no llamar la atención a nadie y por lo tanto, solo pedí que se presentaran los Jefes de sección, los señores Montes y Llopis y les anuncié oficialmente que a partir de aquel momento me hacía cargo de toda la Administración de la Empresa y que cualquier tipo de problema que se les presentare me lo debían plantear y tomaría la decisión, oída su opinión, que considerase más oportuna. Realmente se trataba solo de una toma de contacto para poder empezar a “estudiarnos” mutuamente, ya que para ellos, yo era una especie de “rara avis” que venía de Fábrica y que no sabían muy bien como debían de tratar. La campanada de llegar antes que ninguno de ellos, cuando, en teoría, debían ser responsables del personal de sus respectivas secciones, ya significaba un fuerte aldabonazo en su ego personal y por lo tanto no quise hacer ningún comentario al respecto.
 
En honor a la verdad, debo decir que al día siguiente se regularizó mucho la puntualidad y en cuestión de tres o cuatro días quedó prácticamente normalizada, con algunas excepciones muy recalcitrantes.
 
.........
 
 
 
 
Mis quehaceres en la Administración, quedaban reducidos, prácticamente, a la lucha para conseguir la liquidez financiera necesaria para hacer frente a las obligaciones normales de la Empresa, más las adicionales por la situación creada en torno a GREISMAN PLASTICA, ya que Balduera no dejaba pasar un día sin pedir dinero para ir tapando los muchos agujeros que se le iban presentando.
 
Y, hete aquí, que  se empezaron a descubrir las siempre negadas “letras de favor” o “pelotas” de Don Joseph. Ya que, incluso, había girado por duplicado facturas a nuestro cargo, es decir, a cargo de INDUSTRIAS GREIS, con lo que quedaba patente que ello había sido una práctica normal en los últimos tiempos, pese a sus reiteradas negativas. Una vez mas se demostraba la poca fiabilidad de la palabra de Joseph. Ello nos obligó a distraer cifras muy importantes de nuestros remanentes para poder atender el pago de las citadas letras a sus respectivos vencimientos.
 
Mi labor al frente de la administración general de INDUSTRIAS GREIS fue dura y poco reconocida, además me repelía, ya que cada vez que tocaba un tema, el que fuere, aparecía alguna cosa que nos había sido ocultada y tanto si se trataba de asuntos importantes como si eran pequeñeces, cosas nimias. Era tal el desorden que cuestiones tan importantes y lógicas como son el comprobar y controlar los estados bancarios que remiten las entidades de crédito con nuestros propios apuntes se cotejaban con más de un año de retraso.
 
Llamé al señor Montes y le interpelé:
 
-         Señor Montes: ¿Puede Ud. decirme cual es la causa de que no se hayan comprobado los apuntes y resúmenes de nuestras cuentas bancarias desde hace cinco trimestres?. ¿Cómo es posible que se pueda extender un cheque si no saben ustedes el saldo que hay en el Banco, o, por lo menos no tienen la seguridad de su importe?
-          
-         Señor Jeroni: Resulta que la persona que cuidaba de este tema está cumpliendo el servicio militar y claro, hasta que no vuelva...
-          
- Señor Montes: Entonces Ud. para que está aquí. ¿No puede disponer que otro cualquiera de los empleados de su sección lo vaya comprobando? No se trata de un trabajo difícil.
 
- Señor Jeroni: No es posible. Tenemos tanto trabajo que no puedo destinar nadie a estas menudencias.
-         Señor Montes: Por favor, a partir de mañana quiero que se destine alguien a este menester, sin perjuicio que todo lo demás siga funcionando. ¿De acuerdo?
-          
- Lo que Ud. diga. Y añadió por lo bajo, pero algo quedará por hacer.
 
Este hombre conseguía, de alguna manera ponerme frenético, me sacaba de mis casillas. Era el típico empleado al que cuando se le solicita que haga o mande hacer algún trabajo, siempre, por norma, o dice que no es posible hacerlo o bien pone pegas de todo tipo, vengan o no a cuento, pero, lo más gracioso es, que a pesar de esta forma de actuar, en el plazo previsto te presenta el trabajo terminado como si no hubiera tenido ninguna dificultad. Lo que me hacía pensar que eran simples estratagemas para evitar dar cuentas del trabajo real que tenía.
 
Así que le dije:
 
-         No acepto esta postura, así que ya sabe lo que le he dicho. Nada más.
 
Y, secamente corté la conversación.
 
En otra ocasión entró en mi despacho el señor Llopis y, de forma creo que capciosa, como intentando conocer cual seria mi reacción, me preguntó:
 
-         Señor Jeroni, Aquí tengo una serie de letras devueltas impagadas y creo que habría que volver a girarlas. Es una buena suma que ayudaría a cubrir las necesidades financieras. ¿Qué le parece?
-         Hombre. Visto así, tal como lo plantea, me parece correcto pero... ¿Son correctas?¿Son a cargo de clientes que normalmente pagan?
-         En general sí. Cuando reciben la letra por segunda vez acostumbran a atenderla sin más problema. Ya han conseguido los 30 o 45 días que precisaban además del vencimiento normal de la factura y como que no les comporta ningún coste adicional... pues adelante.
-         ¡Oiga!, ¡Oiga!, Señor Llopis: ¿Qué quiere decir que no les comporta ningún coste adicional? ¿Es que se pueden permitir devolver un giro y no aceptar los correspondientes gastos de devolución y nuevo giro?
-         No. Nunca se les han cargado.
 
Sin pensármelo dos veces le di orden tajante de que a partir de aquel mismo momento se cargarían los costes estrictos de devolución y nuevo giro a todos los clientes sin excepción alguna. Para dejar sin efecto esta orden a algún cliente en concreto debería ser con mi autorización personal y por escrito.
 
-         Señor Llopis, veo que su cara me demuestra una cierta satisfacción por lo que le acabo de ordenar. Vamos a ver. ¿Qué pasa?. Aquí hay gato encerrado. ¿ De quien era la orden de no cargar los gastos?
 
Pensé que, tal vez, la orden pudiera ser de Adolfo o de Balduera, pero seguí en mi postura para intentar averiguar que era lo que pasaba. Quizá se trataba solo de una postura acomodaticia del propio señor Llopis o del señor Montes y, por tanto, seguí esperando la respuesta.
 
-         Señor Jeroni: ¿Me permite que le hable claro?
-          
-         Naturalmente, es lo que espero de ustedes. Tanto de usted mismo como del señor Montes. Si son mis colaboradores deben estar suficientemente compenetrados conmigo y tener la suficiente confianza como para hablarme claro y sin tapujos de ninguna clase. Si ustedes me demuestran esa confianza, yo también la depositaré en ustedes.
-          
-         Bien, le he preguntado si se podían girar de nuevo las letras devueltas y si se podían cargar los gastos ya que las ordenes del señor Llacs eran de no hacerlo. Es más, estaba completamente prohibido, ya que, de lo contrario, -decía- se podrían perder ventas y como hay una cierta enemistad entre el Departamento Administrativo y el Departamento de Ventas, no quería que le pudieran echar en cara, lo que ellos denominaban, una acción en contra de los clientes.
-          
- Pero ello es a costa de bastantes cientos de miles de pesetas al año, me imagino. Por cierto: ¿Sabe usted a cuanto puede ascender en un mes este “regalo”
 
-  No, no puedo decírselo, pero teniendo en cuenta el importe global de las devoluciones y nuevos giros, coste del timbre, etc. calculo que pasa de las ciento cincuenta mil pesetas mensuales.
- Bien, señor Llopis, lo dicho. Asumo toda la responsabilidad y a partir de este momento se cargarán los gastos de devolución y nuevo giro a todos los clientes. Redacte una carta circular para todos nuestros Representantes y prepare una nota para el Departamento Comercial y la firmaré yo personalmente.
 
 
En otra ocasión me llama el señor Llopis para preguntarme, -seguía con sus métodos capciosos- como podía conseguir un extracto de la cuenta de un cliente que tenía un saldo a nuestro favor bastante elevado pero que no quería pagar hasta tanto no se le remitiera un extracto contable de su cuenta tal y como había solicitado.
 
- Bien señor Llopis ¿Qué problema hay? Se solicita al Departamento de Contabilidad, a su amigo Montes,  se le  envía el extracto y se terminó el problema. Aún estaba terminando la respuesta y me di cuenta de que nuevamente intentaba “llevarme al huerto” y sin dejar que respondiera seguí. Señor Llopis: ¿Qué pasa? Cada vez que me presenta un problema de esta índole es que hay gato encerrado. Que pasa ahora?
 
Su respuesta, no era muy clara, al contrario, me hablaba balbuceando, dando la impresión que era algo difícil para él, que implicaba a alguien más y no tenía muy claro como decirlo.
 
No... es que... no hay bastantes datos...
Vale –le interrumpí- dígalo claro, tal como lo tenemos acordado.
Verá... es que... en Contabilidad no llevan cuentas corrientes de clientes.
Oiga, esto no lo entiendo. A ver, llame al señor Montes.
 
 
Salió de mi despacho y al cabo de unos minutos entraron ambos colegas juntos. Lo que me hizo pensar que se habían puesto de acuerdo antes de presentar el problema y lo que querían era saber cual sería mi reacción.
 
Me dirigí al Sr. Montes, en mi rostro había un rictus de seriedad, de gravedad, algo que enviaba mi subconsciente y que, sin desearlo explícitamente, aparecía visiblemente en mi cara, y le dije:
 
Vamos a ver, el Sr. Llopis me dice que no se llevan cuentas corrientes de clientes. ¿Es ello cierto?
Sí.
Y me lo dice así, con esta tranquilidad e irresponsabilidad
Claro.
Explíquese y de una forma coherente, sin ese tono entre pasota e irónico que está usando, ya que, de lo contrario conseguirá que me salga de mis casillas. Es inconcebible que una Empresa que factura más de 700 millones de pesetas anuales no disponga de fichas de cuentas corrientes fiables de sus clientes y más, teniendo mecanizada la facturación a través de un Centro de Cálculo Informático. Ni lo entiendo ni puedo aceptar que alguien con una formación contable como la suya lo pueda consentir. ¡Es increíble¡.
 
Pues verá, resulta que cuando se inició la informatización de la contabilidad, facturación, nóminas, etc. las cuentas corrientes de clientes estaban con sus apuntes muy atrasados y era imprescindible proceder a su actualización y cuadre de cada una de ellas.
 
Bien. Hasta aquí normal. Precisamente se tomó la decisión, en su día, de incorporar un contrato con una Empresa de informática exterior, para solucionar estos problemas.
 
Sí pero, resulta que se perdió mucho tiempo para preparar la entrada de datos al Centro de Cálculo y, más tiempo aún, en la confección de los programas, que no salieron bien a la primera... creo que lo más corriente en estos casos.
 
Todo esto estaba dicho con un cierto tono irónico y mordaz que me molestaba mucho y que me proponía cortar por lo sano de inmediato, así que dije:
 
Todo lo que me esta diciendo me suena a cuento de hadas, a una simple excusa de mal pagador. En muchas Empresas se pasa por este trance de cambiar a sistemas más modernos, a sistemas informáticos externos o internos y no por ello dejan de tener sus cuentas al día y con todos los datos. Esto es. únicamente, una increíble y enorme falta de profesionalidad por parte del Departamento de Contabilidad con sus jefes al frente.
 
No, no, Señor Jeroni, no puedo aceptarle el reproche. El señor Llacs, que no olvide que aunque esté de baja por enfermedad, sigue siendo mi Jefe, llevaba estas cosas a su aire y nosotros no podíamos hacer otra cosa que lo que él nos ordenaba. Tenga en cuenta que en su despacho, encima de su mesa, tiene un montón de carpetas con los expedientes de clientes que iba a revisar personalmente y hace de ello más de nueve meses y allí siguen, sin que nadie haya autorizado que se recojan y se actualicen, lo que nos ha obligado a abrir nuevas carpetas provisionales para archivar el papeleo que se genera de estos clientes, que además, como bien puede suponer, son los más importantes y por ello generan mucho más volumen de datos.
 
Dejen que me sitúe y piense en este asunto y ya les diré algo mañana. Les doy las gracias por sus, espero, sinceras explicaciones ya que no toleraría, bajo ningún concepto que se tratara de echarle las culpas a quien no puede defenderse por su obligada ausencia.
 
Ud. señor Llopis, vea la forma de conseguir el extracto que nos ocupa aunque tenga que rehacer toda la cuenta a través del archivo y... mañana hablaremos.
 
Salieron de mi despacho y me quedé pensando en como era posible que aún existiéramos como empresa ante tal desbarajuste en la Administración. A pesar de ello no estaba demasiado convencido de que no me hubieran ocultado algo. El tono de voz y, especialmente, la forma en que me había presentado el problema Llopis, me intranquilizaban. En otra ocasión ya vería la manera de comprobarlo. Algo no cuadraba en este rompecabezas.
 
Esto no son más que pequeños ejemplos de la situación que encontré al incorporarme a las oficinas generales de la Empresa, al hacerme cargo, de forma “provisional” de las mismas.
 
El paso de los días me fue dando una visión más clara de lo que allí estaba sucediendo. Nadie tenia una responsabilidad de nada. No existía una Dirección, ni administrativa ni comercial.
 Solo era una rutina que se había impuesto para dar la impresión de que todo era normal y a nadie le importada el que no se presentara un documento determinado, que se perdiera un papel, nadie solicitaba un informe sobre las ventas de tal o cual zona o de tal o cual producto, como que al Jefe de Contabilidad no le pedían un Balance de situación, pues, simplemente, no lo hacía.
Ante esta situación y visto como se desarrollaban los hechos llegué al convencimiento de que, posiblemente, algunos de los informes presentados al Consejo de Dirección, fueren totalmente inventados, falsos o como mínimo inexactos, pues como queda dicho, se carecía de una base de datos fiables.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                                 .8
 
Un buen día me llama Adolfo y me dice:
 
Jeroni, tenemos un problema muy grave.
¿Qué pasa? Lo que sea ya lo solucionaremos, como en otras ocasiones.
El amigo Brown ha hecho una de las suyas y nos ha enviado los transistores para los amplificadores lineales de radio-aficionado en un paquete en el camión que nos viene a recoger la expedición semanal y según sus palabras “lo han cazado” en la frontera. Acaba de llamarme y me lo ha dicho. El chofer está detenido y lo peor del asunto es que dentro del paquete de transistores había un albarán de entrega expedido a nombre de Industrias Greis.
 
El mundo se me vino encima, el tema era de una gravedad extraordinaria. El valor de lo aprehendido se acercaba, a precios de mercado, a los ocho millones de pesetas, con lo que se podía calificar como un delito de contrabando castigado con una multa que podía llegar al quíntuplo del valor de tasación y podía acarrear penas de cárcel para los responsables de la operación.
 
Pero, aún hay más. El camión ha sido decomisado en garantía de la posible multa y del premio de aprehensión.
Bien, de momento hay que tranquilizarse, pensar detenidamente en el problema e intentar cubrir todas las contingencias.
 
Y dirigiéndome a la Señorita Marina le digo:
 
Póngame, por favor, con nuestro abogado el señor Bachs.
 
Y, Adolfo, ya veremos que se puede hacer pero esta jugada puede llevarnos muy lejos. Es un problema como nunca habíamos tenido y muy difícil de solucionar.
 
La señorita Marina me dice:
 
Señor Jeroni: El abogado Bachs al teléfono.
Gracias le respondí e hice un gesto para que me dejasen solo.
 
Constato que han salido y tomo el teléfono y le explico sucintamente y sin demasiados detalles lo ocurrido, y lo cierto es que, sin dejarme terminar mi exposición me interrumpe y dice:
 
Amigo Jeroni, esto solo lo puede solucionar un abogado especializado en estos temas. Toma nota, llama a Don Lluis Baldrich de mi parte, anota su teléfono y dirección y ve a verle lo antes posible. Piensa que en estos casos el tiempo es definitorio y hay que tomar las decisiones de inmediato.
 
Adolfo había seguido la conversación por el teléfono supletorio y estaba, naturalmente, de acuerdo en iniciar, de inmediato, las gestiones. Así que tome el teléfono y llamé al abogado Baldrich solicitando una entrevista urgente y después de una somera exposición del tema quedamos de acuerdo para el día siguiente a las once de la mañana.
 
Por la tarde recibimos una citación para presentarnos en el Tribunal de Defraudación y Contrabando de la provincia de Gerona para declarar, como imputados, en el expediente abierto en la causa contra Industrias Greis.
 
******
 
Una terrible maquinación en contra de los Greis se había puesto en marcha. No sabíamos nada pero alguien, desde el vecino país quería forzar la ruina de Industrias Greis para, más tarde, conseguir comprar la empresa a precio de saldo. El esquema era sencillo, se presionaba para bajar los precios de los productos que contenían entre sus componentes alguna pieza de  imprescindible importación. Si la pieza, transistor, en este caso, tenía un arancel muy alto, del orden del 25%, era la más indicada. La presión sobre Adolfo se hacía asfixiante, hasta que aceptaba bajar el precio del producto y, en aquel momento, se le ofrecía la solución a su problema. El camión que le mando todas las semana a recoger los productos que me habéis fabricado, traerá un importante cargamento de transistores de contrabando, con lo cual tienes solucionado el problema y me puedes bajar el precio del amplificador.
Lo que, evidentemente, no se mencionaba es que una primera entrega iría miel sobre hojuelas, pero, la segunda sería denunciada en origen con lo que Industrias Greis recibiría un palo importantísimo, su mayor accionista, probablemente daría con sus huesos en la cárcel y la empresa quedaría totalmente descapitalizada y a punto de caer.
En ese momento aparecía el SALVADOR, monsieur Frejoul, compraba la empresa, por menos de la mitad de su valor y jugada terminada.
Pero, por suerte para Industrias Greis, no fue así y se consiguió salir adelante.
 
 
*****
 
Salimos de Barcelona a las 9,30 de la mañana un día de primeros de marzo con un tiempo horrible, llovía, hacía frío, y como si alguien lo hubiese preparado se estaba creando un clímax de película de terror. A medio camino nos envolvió una espesa niebla que no nos dejaba avanzar a  una velocidad de mas de 20 kilómetros por hora, y ello iba aumentando nuestros temores, ya que los pensamientos que nos invadían cada vez eran más lúgubres y pesimistas. Por fin llegamos a Gerona y tras unas breves vacilaciones buscando la dirección de Don Lluis Baldrich, nos presentamos en sus oficinas.
 
 Siempre recordaré aquel despacho. Una habitación, no muy grande, con las ventadas cerradas a cal y canto. La iluminación provenía de una lámpara de pie, cuya pantalla era un pergamino antiguo con pequeños dibujos que recordaban la notación musical gregoriana. La mesa era de estilo castellano, muy sobrio, en roble casi negro por el paso de los años, muy recargada con bajorrelieves representando caras de guerreros con yelmo y lanza. Haciendo juego y con los mismos motivos esculpidos en la madera, un viejo sofá y dos sillones frailunos con el asiento de cuero negro. En la mesa montones de expedientes en carpetas de un color gris desvaído y en una librería, a juego con lo mencionado y la inevitable colección de textos legales de “Aranzadi” encuadernados en símil-piel y con los cantos dorados. Realmente era muy poco tranquilizador, pero había que esperar. Nos sentíamos, por lo menos yo, aunque creo que Adolfo no me iba a la zaga, como el reo que espera la sentencia en la antesala del tribunal que lo ha juzgado.
 
La secretaria del señor Baldrich, una mujer de bastante edad, le calculé unos sesenta o sesenta y cinco años, nos anunció que dentro de unos momentos nos recibiría Don Lluis.
 
Al cabo de unos interminables minutos entro Don Lluis Baldrich y tras la protocolarias presentaciones, entramos de lleno en materia.
 
Al terminar de la exposición que hice de los hechos y después de examinar la documentación que le habíamos entregado, dijo:
 
Señores: Estamos ante un caso muy difícil ya que, como Ustedes mismo me declaran, efectivamente la mercancía era suya y no era la primera vez que se introducía ilegalmente en nuestro país. Creo que pueden darse perfecta cuenta de que si no conseguimos convencer al Tribunal de que no tienen nada que ver en el asunto, las penas pueden ser muy duras.
Señor Baldrich, por favor, ya estamos bastante atemorizados, díganos que puede pasar y después veremos lo que podemos aportar, además de las múltiples facturas legales de importaciones realizadas de este mismo tipo de material.
Bien, el tema es que la sanción, que por mi experiencia en estos temas preveo, estará entre los veinte y los treinta millones de pesetas, acompañado de uno a dos años de cárcel para los que sean declarados culpables. Esto último espero obviarlo en el juicio para que quede, únicamente, en una fuerte sanción económica. No obstante, creo que debemos pensar con optimismo y espero que podamos hallar el procedimiento que nos permita salir lo mejor librados posible del lance.
 
Nos anunció la presencia de algún Inspector de Aduanas y nos instruyó convenientemente de la actitud y respuestas a las posibles preguntas, para cuando se presentaran los inspectores y la policía en nuestra fábrica así como de la documentación que precisaba para instruir el caso. Nos despedimos y cuando volvíamos a Barcelona íbamos tan preocupados que olvidamos incluso parar a comer y nos conformamos con un bocadillo en una de las áreas de la autopista. Nos lo comimos prácticamente sin decir palabra y regresamos con la mayor rapidez a Barcelona.
 
 
*****
 
Al llegar al despacho me puse manos a la obra, preparé todas las fichas de almacén, rehaciendo entradas y salidas referidas a los maldecidos transistores, de forma que no pudiera detectarse una sola entrada ilegal, incluso, envejeciendo artificialmente las nuevas fichas,  preparé, asimismo, toda la documentación que previsiblemente pedirían los inspectores de aduanas. Eliminamos y vaciamos la fábrica todo aquello que pudiera ser comprometedor o que pudiera ser una pista que pudiera delatar o deducir alguna actividad en situación de ilegalidad y, a partir de aquel momento, aguardamos nuevos acontecimientos y que llegara la temida inspección.
 
Ya parecía que habíamos olvidado, hasta cierto punto, claro, este asunto cuando un día sobre las diez horas de la mañana, estábamos en el despacho de Adolfo, desayunando, como cada día, cuando entró la señorita Marina para decir:
 
Señor Greis: Aquí fuera hay unos Señores que preguntan por el Gerente y dicen ser de la Inspección de Aduanas. Les he hecho esperar en la sala de visitas.
 
Evidentemente se trataba de la tan temida y esperada inspección. Nos miramos Adolfo y yo y, tal como ya lo esperaba, me dijo:
 
-Jeroni: Vaya usted a ver que quieren. Ya sabe que yo de estas cosas no entiendo nada y podría meter la pata y ser peor para todos.
 
Una vez más, me obligaba a sacar las castañas del fuego.
 
Haciendo de tripas corazón, me dirigí a la señorita Marina y dije:
 
- Por favor, acompañe a estos señores a mi despacho.
 
Y dirigiéndome a Adolfo, en voz casi inaudible, musité: Que sea lo que Dios quiera.
 
Me dirigí a mi despacho y esperé a que la señorita Marina les acompañara.
 
-Sr. Jeroni: Los señores de Aduanas.
 
Me anunció la señorita Marina.
 
Eran cinco personas las que se identificaron como:
 
Uno era el Inspector de Aduanas que nos venía, normalmente, a examinar la Documentación relativa a la Desgravación Fiscal por exportaciones realizadas.
 
Otro se identificó como su ayudante.
 
Y los tres restantes se acreditaron como policía judicial, dependientes del Tribunal de Defraudación y Contrabando.
 
En mi interior alcé una plegaria a Santa Rita, abogada de los imposibles, pidiendo intercediera por mí y me iluminara para salir bien librado del duro trance que se me presentaba y del que, creía yo, solo podría salir triunfador si recibía alguna ayuda sobrenatural.
 
Sin demasiadas formalidades y tras una breve exposición del motivo por el que estaban en nuestra Empresa, me pidieron que me identificara y acreditara mi cargo en la Compañía.
 
Di mi nombre y el D.N.I. y me pidieron el documento acreditativo de que tenía poderes suficientes para aceptar su actuación.
 
Llamé por teléfono a la señorita Marina y le pedí me trajera una copia simple de mis Poderes Notariales y una vez comprobados y cotejados, comenzaron el interrogatorio.
 
Sus preguntas fueron de todo tipo, desde preguntar por la cantidad de personal que trabajaba en la empresa, hasta preguntas, aparentemente tan inocentes, como el querer saber si me gustaba pasear por la montaña. Imagino que se trataba de una técnica de interrogatorio para relajar y desconcentrar al investigado.
 
Llegó un momento en que les dije que, por favor, nos limitásemos al objeto de su visita ya que yo tenía mucho trabajo y este asunto, sin haberlo comido ni bebido, me estaba haciendo perder muchas horas.
 
Cuando percibieron que mi postura se hacía más firme y que esquivaba sus preguntas capciosas, empezó realmente su gestión.
 
Uno de los policías me dijo:
 
-Oiga, no crea que no sabemos exactamente que ustedes están introduciendo materiales de contrabando. Eso, lo sabemos a ciencia cierta. Por mucho que lo niegue no podrá evitar las pruebas que estoy seguro encontraremos. Así que, vamos a ver...
 
Le interrumpió el Inspector de Aduanas para decir:
 
-Tranquilo, que primero hay que demostrar los hechos y esta empresa me la conozco muy bien. Ya hace muchos años que la vengo inspeccionando en sus exportaciones y siempre ha estado todo en regla.
 
Agradecí con una mirada esta intervención, aunque para mis adentros me pareció la postura del policía bueno y del malo, y quedé a la espera de más preguntas.
 
-Bueno, -rezongó el policía, ante la velada reprimenda- nos gustaría poder revisar la fábrica y los almacenes.
 
-Bien, cuando ustedes quieran les acompañaré.
 
-No, no, de ninguna manera. Usted se tiene que quedar aquí y nosotros iremos a ver todo lo que nos interesa.
 
-Lo siento. Me parece muy bien que vayan donde les apetezca, pero siempre acompañados. Ustedes no pueden transitar solos por nuestras dependencias y si no quieren que les acompañe yo, haré que les acompañe otra persona, pero debo protestar ya que considero que si soy el responsable de la empresa debo ser su guía, por lo tanto ruego que figure mi protesta en el acta que levanten. No obstante... esperen un momento.
 
Tomé el teléfono y llamé a la señorita Marina.
 
-¿Marina?. Por favor, diga al señor Barroza que venga a mi despacho.
... (Intentó saber como iba la entrevista, a instancias de  Adolfo, pero, lógicamente no pude contestar nada) Por favor, es urgente.
 
Y colgué el teléfono.
 
-Señores. Les acompañará el Jefe de Fabricación.
 
A los pocos instantes llamaban a la puerta del despacho.
 
-  Adelante
 
Apareció Barroza y le dije:
 
-Señor Barroza, por favor, acompañe a estos señores a donde le digan y póngase a su entera disposición para que puedan verificar y examinar cuanto deseen.
 
Y dirigiéndome a ellos, añadí con un cierto deje de ironía.
 
-¿Les parece bien?
 
No llegué a entender lo que respondió el más adusto de los policías, (venía a ser algo así como “ya te arreglaré yo... si no estuviera...) pero se fueron los tres con Barroza, sin más problemas.
 
En aquel momento se relajó algo el ambiente, ya que con los dos Inspectores de Aduanas ya nos conocíamos y pudimos tratar el tema de una forma más civilizada y sin tanta presión. Mientras esperábamos se dedicaron a examinar las copias de las facturas, tanto nacionales como de exportación, en las que figurasen equipos que incorporaban este tipo de transistores, sin que, por descontado encontraran nada incorrecto. A pesar de ello, fueron tomando nota de las cantidades que figuraban en todas y cada una de las facturas.
 
Al cabo de más de una hora, volvieron a mi despacho y al ver la cara de Barroza y el leve guiño que me dirigió, quedé algo más tranquilo. No habían encontrado nada. Todo lo que habíamos preparado tan minuciosamente había funcionado de maravilla.
 
Se dirigieron al Inspector Jefe y le dijeron que no habían hallado nada irregular y por lo tanto procedía redactar el Acta de la visita.
 
Aunque no lo demostré, el suspiro de alivio, que lancé interiormente lo debió de oír Adolfo desde su despacho.
 
Después de escribir durante bastante rato, me dieron a firmar el Acta que habían levantado y, después de leerla atentamente, me negué en redondo a aceptarla de conformidad, ya que pretendían y escribían una frase que yo no podía aceptar, literalmente redactaban: “No se ha podido encontrar nada irregular por el momento, aunque podría haberlo, pero no se ha visto nada. Tal vez si se autoriza una nueva inspección más a fondo, se encontraría algo..”
 
Evidentemente no acepté esta frase y se produjo una fuerte y dura discusión, pero, con la ayuda del Inspector Jefe, conseguí que se trocase por la de “No se ha encontrado nada irregular aunque ello no presupone nada”. Que, a pesar de que llevaba implícita una cierta acusación y, por lo tanto no me agradaba, creo que era mucho más aceptable que la inicial.
 
Hubo que convencerles que era necesario redactar de nuevo el Acta y que no valía una simple tachadura y, por fin, se firmó el Acta, me entregaron una copia y se fueron.
 
Me faltó tiempo para salir disparado hasta el despacho de Adolfo que me esperaba junto con Diumenge y les dije:
 
-Adolfo: Ahora si que necesito la copa que me ofrecía cuando han llegado.
 
Mientras Marina sacaba una botella de “Cardhu”  y los vasos les expliqué como había ido la entrevista y pude darme cuenta de que habían pasado casi cuatro horas. Lo cierto es que no me había dado cuenta del tiempo transcurrido con los “lobos”, pero recuerdo que califiqué el encuentro como muy duro y de lucha contra tres “lobos feroces”, ya que los otros dos, tal vez por ser ya conocidos, parecían menos duros.
 
Quise saber por Barroza como había sido el “paseo” por la fábrica y lo llamamos.
 
Nos dijo que, llevaban tan mala uva, que habían llegado a contar las unidades que tenían cada una de las operarias que en aquel momento estaban montando los equipos y habían encontrado que les faltaban dos unidades. Al rebuscar observaros que una estaba en el suelo. Se había caído. Y de la otra se les dijo que, también alguna se rompía, desgraciadamente, ya que eran muy caras pero... era inevitable.
 
Ello me recordó, de inmediato, la frasecita que habían intentado colar en el Acta, los tiros iban por ahí.
 
Aquella tarde no tuve ánimos de volver al trabajo, después de la comida y me fui al cine con mi esposa. La tensión era demasiado elevada para poder  seguir el ritmo normal de trabajo y decidí descansar, por lo menos, hasta el día siguiente.
 
 
*****
 
Pasados unos dos meses se celebró el juicio y a pesar de que Don Lluis Baldrich, después de leer el Acta de la Inspección, nos había dicho que teníamos muchas posibilidades de ganar, aún no se podía cantar victoria.
 
Llegó el día señalado para el juicio y nos presentamos, Adolfo y yo, en la Delegación Provincial de Hacienda de Gerona y, cosa rara, con puntualidad germánica fuimos introducidos en la Sala del Tribunal.
 
Me pareció una sala enorme, bajo las clásicas fotografías del Jefe del Estado y de José Antonio Primo de Rivera y entre ellas un gran Crucifijo, había una larga mesa, alzada sobre una tarima y allí, tres impresionantes figuras, los Jueces, con sus togas. al igual que el fiscal y que nuestro abogado. A nosotros nos sentaron, supongo, en el banquillo de los acusados, ya que se trataba de un banco, sin respaldo, y que se encontraba en el centro de la Sala, teniendo a nuestra derecha una especie de tribuna, donde se encontraba el Fiscal y a nuestra izquierda otra similar donde estaba ubicado nuestro abogado. En la parte de atrás habían unos bancos para acomodar al público, que, en nuestro caso se limitaba a dos personas desconocidas.
 
El Fiscal planteó los hechos de forma muy sucinta, aunque, eso sí, cargando las tintas en nuestra contra y acusándonos, como era lógico, de contrabando y aprovechó para  hacer una pequeña filípica en contra de los empresarios que quieren ganar dinero sin que les importe el cómo. Creo que un poco fuera de lugar, pero...
 
A continuación, el Presidente del Tribunal nos efectuó una serie de preguntas.
 
El interrogatorio, ciertamente fue muy simple. Me inquirió sobre mi calidad de Apoderado de la Empresa así como me pidió mi filiación completa, nombre, apellidos,  domicilio, etc. y la pregunta clave. Se declara inocente o culpable del delito de contrabando de que se le acusa. Naturalmente me declaré inocente. Curiosamente solo me interrogaron a mí. Adolfo no tuvo que responder a nada.
 
-En ese caso, dijo el Juez Presidente del Tribunal, ¿Qué puede alegar como prueba en su favor? 
 
-Señoría: Las pruebas y alegaciones ya las ha presentado nuestro abogado señor Baldrich, pero sí quisiera, con su permiso, hacer una pequeña reflexión. En este caso y de ser declarados culpables, se habría conseguido legalizar una forma muy sutil de llevar a otras empresas a la ruina y, al propio tiempo ejercer venganzas personales contra sus dirigentes. E incluso, es una forma de conseguir la compra de una empresa, a bajo precio, ya que la devaluación de su capital puede ser muy importante por causa de las presumibles dificultades para el pago de la correspondiente sanción.
 
 Me explicaré: Si quisiera hundir una empresa de mi competencia, nada más fácil que desplazarme hasta el vecino país, comprar cualquier tipo de producto que utilice esa hipotética industria y entregarlo a alguien para que lo “pase” por la frontera. Al mismo tiempo, se denuncia de forma anónima, el alijo y... no es necesario hacer nada más. La justicia ya seguirá el tema..
Tal vez no sea exactamente nuestro caso, a pesar de que yo creo que sí. Esta es nuestra posición y creo que viene avalada por la exposición de nuestro letrado  y de la documentación, registro e inspección llevados a cabo en nuestra Fábrica y Oficinas.
 
Cuando terminé este largo alegato, no me respondieron, se miraron entre ellos  y comentaron algo en voz baja y dieron el juicio por concluso y listo para sentencia.
 
Salimos de la Sala y la espera fue interminable. Al cabo de más de una hora, vimos aparecer al señor Baldrich junto con el Juez Presidente del Tribunal y se alejaban de nosotros dándonos la espalda y, en ese momento, vimos como el señor Baldrich, con las manos en la espalda y levantando el dedo pulgar de la mano derecha nos hacía señas de que todo había terminado bien.
 
Es cierto que fue uno de los episodios más agotadores que he vivido, tanto en Industrias Greis, como en otros momentos de mi vida y, desgraciadamente, ni tan siquiera tuve un golpecito en el hombro de agradecimiento. Pero... ya comenzaba a estar acostumbrado a esta falta de sensibilidad que ha sido norma en Industrias Greis, a partir de la desaparición de Joan Greis.
 
Al salir de la Delegación de Hacienda, Adolfo me dijo:
 
-Jeroni: esto lo tenemos que celebrar de alguna manera.
-Bien, como quiera. Usted dirá que hacemos.
 
Hay que tener en cuenta que ya era cerca de la una de la tarde y, claro, empezó a evocar que la factura que pasaría el abogado sería muy elevada ya que el hecho de haber ganado el juicio aumentaba su prestigio y ello encarecería más la minuta. No podíamos olvidar que nos había ahorrado un montón de dinero y un sin fin de problemas, además de evitarnos ir a la cárcel.
 
Total. Que no se celebró nada y salimos disparados hacia Barcelona, después de tomar un simple bocadillo en un bar cercano, para no perder más tiempo y llegar a la fábrica con horas por delante para seguir con nuestro trabajo normal. Si no lo hubiéramos hecho así, tal vez se hubiera hundido la empresa. Como ya he comentado en otra ocasión, las horas de presencia eran lo más importante en su intelecto y, naturalmente, después de haber tenido un día tan plácido, sosegado, tranquilo, sin problemas, disfrutando de los paisajes de la Sala del Tribunal, lo menos que podíamos hacer era presentarnos urgentemente, en nuestros respectivos puestos de trabajo y, aquí no ha pasado nada.
 
Lógicamente, tan pronto entré en mi despacho, llamé por teléfono a mi domicilio y, a pesar de que eran “solo” las 16,30 horas, le dije a mi esposa:
 
-Prepárate que me voy a tomar el resto de la tarde libre y nos iremos a pasear, al cine, a un buen restaurante o donde quieras. Ya no aguanto más.
 
A continuación y sin despedirme de nadie, tan encolerizado estaba, subí a mi coche y me marché directamente hacia mi casa.
 
Se cerraba así un episodio que pudo ser crucial para Industrias Greis y que, por suerte, conseguí que no pasara de ser un capítulo más en la historia de los Greis.





 
 
******
 
 
 
 
 
 
 
Al regresar de las vacaciones anuales ya como flamante Director Financiero de Industrias Greis, aunque, eso sí, como siempre con un simple mandato verbal y sin confirmación escrita para el cargo, me encuentro con que se han entregado a la Banca Catalana, una serie de facturas de exportación y sus correspondientes giros a cargo de la firma que, en principio, creí era el nuevo nombre de un ya conocido cliente y después supe que se trataba de nuestra “filial” en Túnez, la firma STIAG, SpA. (Société Tunicienne d’Importation d’Antennes Greis, SpA.).
 
Digo que, en principio, creí que se trataba de un “nuevo” cliente, ya que, si bien es cierto que conocía la existencia de conversaciones y viajes para llegar a un acuerdo con cierto cliente tunecino, amigo, por más señas, de Antón Colomin, no es menos cierto que las operaciones de exportación de que hablo, y se trata de las primeras, se hicieron sin previo conocimiento del Departamento Financiero y, lo que es más grave, sin consultar si la fórmula de financiación de las operaciones, las condiciones de cobro, las condiciones de envío, si F.O.B. ó C.I.F., etc. eran las más adecuadas para el tipo de cliente, el país, los acuerdos bilaterales. En fin, el estudio lógico y normal anterior a este tipo de operaciones.
 
Precisamente, esta falta de demanda previa de información por parte del Departamento de Exportación, venía motivada por una serie de razones que llevaron a la situación que se verá.
 
a) El titular del Departamento de Exportación, Antón Colomin, se encontraba de vacaciones.
 
b) Debido a la demora en el suministro, todo el trámite de la exportación era imprescindible realizarlo durante el mes de Agosto, para evitar que los “socios” tunecinos reclamaran la entrega de forma más contundente. (Hay que tener en cuenta que, según se indicaba en el contrato, los materiales debían haber sido enviados durante el mes de Junio.)
 
c) De todo el papeleo burocrático cuidó una persona que no tenía la menor idea de los trámites a seguir para una exportación, aunque, eso sí, creía saber más que cualquier otra persona que estuviera relacionada con la exportación. Para ello, fue  “asistida” además, por Adolfo Greis, quien con su sabiduría “infusa” (sic) Se trata de una frase y una palabreja que repetía muy a menudo Adolfo, terminó por desbaratar lo que ya se había iniciado mal.
d) Por otra parte también hay que tener en cuenta una serie de factores que influyeron en la forma en que se gestionó todo el asunto; ya que tanto el señor Colomin, que a pesar de que conocía perfectamente toda la problemática y los mecanismos del mercado exterior, fiaba en una amistad personal y no creyó necesario actuar con el margen de seguridad lógico y, por otra parte, la actuación de J.M. Balduera que se inhibió del tema y no se preocupó, en absoluto, hasta que estuvo bien instituido todo el “tinglado”.
 
Toda esta cadena de errores produjo los malos resultados previsibles y que fueron causa de enormes, interminables gestiones y inauditos quebraderos de cabeza.
 
La Société Tunicien d’Importation d’Antennes Greis, SpA., estaba formada por los socios capitalistas Tunecinos y, en teoría, con un 20% por parte de Industrias Greis. Digo, en teoría, ya que, a pesar de que en su momento se transfirió el importe a que ascendía esa participación en el capital fundacional de la sociedad, jamás se consiguió obtener el reconocimiento oficial y por lo tanto la participación accionarial. Ello, debido, principalmente, a la pésima negociación que se mantuvo con las Autoridades Tunecinas y, evidentemente, con los socios autóctonos.
 
La composición del capital de la Société Tunicien d’Importation d’Antennes Greis, STIAG, SpA. en su fundación y de acuerdo con lo que figura en los estatutos y escrituras de constitución de la sociedad, era el siguiente:
 
         Sr. Ahmed Al Ourstandi                    50.000 dinares
         Sr. Abdulah Ib-Ramin [1]                     50.000 dinares
         Sr. Ozziz Al Mohamed Wal               50.000 dinares
 
Para poder incluir a la empresa catalana, cada uno de los anteriores socios vendía una participación de diez mil dinares y, por lo tanto la composición final del accionariado debía ser, en teoría, y subrayo lo de teoría, la siguiente:
 
         Sr. Ahmed Al Ourstandi          40.000 dinares 26,66%
         Sr. Abdulah Ib-Ramin              40.000 dinares 26,66%
         Sr. Ozziz Al Mohamed Wal      40.000 dinares 26,66%
         Industrias Greis, S.A.               30.000 dinares 20,00%
 
Bien, hecha esta exposición, retomamos el hilo de los hechos. El importe total de las facturas ascendía a una cifra cercana a los 600.000 $ USA, que, al cambio de unas 62,00 pesetas por dólar, a que se cotizaba en aquellas fechas, nos da una cifra superior a los 36.000.000  de pesetas. (Treinta y seis millones de pesetas) Este importe se descomponía entre el importe de las facturas de maquinaria (comprada ex profeso para su envío a la firma STIAG), envíos de materias primas y envíos de componentes semi-elaborados para su montaje.
 
La Banca Catalana, procedió normalmente a su abono en cuenta, a pesar de que la cuantía era relativamente elevada para el riesgo que nos tenía concedido en operaciones de este género, y, además, teniendo en cuenta que se trataba de una operación con vencimiento a 90 días fecha factura, vencimiento que era hasta cierto punto algo corto, para operaciones de esta envergadura.
 
Recuerdo que Don Jofre Pont, a la sazón Director de la Sucursal con la que manteníamos la cuenta, me llamó por teléfono y me pidió que fuera a visitarle y en la entrevista me dijo:
 
 
Amigo Jeroni: Observo que en esta exportación a la firma STIAG, SpA., les habéis concedido un crédito casi ilimitado y, lo que es más grave, sin que tengáis posibilidad de hacer nada en caso de que no paguen. ¿Cómo es posible que hayas autorizado algo así?
 
 
- Mira Jofre, (me vi obligado a disimular el error cometido ya que no podía poner en evidencia a Adolfo) se trata de una firma con la que ya tenemos mucha experiencia pues es una Sociedad que ha constituido un buen cliente nuestro y de la que poseemos un 20% de su capital social.
 
- A pesar de ello no estoy muy tranquilo. He autorizado la operación ya que se trata de vosotros, que sois una empresa que me merece toda la confianza y más estando tú al frente de la Dirección Financiera y se que no me vas a engañar, pero... es muy, pero que muy poco razonable. Dios quiera que todo salga bien.
 
-Tranquilízate ya que, en el improbable caso de que hubiera problemas, sabes que te cubriría el descubierto de inmediato y hasta el último céntimo.
 
Eso ya lo sé y no me esperaba otra cosa de ti. Lo difícil es que, si llega el caso, puedas cubrir esa cantidad y a un muy corto plazo.
 
 
- Bien, si llegase el momento, que no llegará, ya hablaremos y buscaríamos las soluciones oportunas.
 
Efectivamente, se cumplieron todas las previsiones:
 
 
NO PAGARON NI UNA SOLA LETRA A SU RESPECTIVO VENCIMIENTO.
 
Para ello, alegaron toda suerte de excusas, que se les había suministrado todo fuera de plazo y que habían tenido que hacer frente a fuertes inversiones en inmovilizados y estructuras sin que hubieran podido iniciar la fabricación y la venta en su debido tiempo, con el consiguiente gasto en salarios, gastos generales de la empresa, etc. y, por lo tanto, los culpables de que no dispusieran de fondos para hacer frente a sus compromisos de pago, era: ¡INDUSTRIAS GREIS, S.A.!.
 
Naturalmente, de inmediato se produjo la llamada de Don Jofre Pont que fue, calificándola de forma suave, imperiosa y acojonante. El señor Montes me llamó por el teléfono interior para advertirme de que Pont quería hablar conmigo y que intuía que no seria una conversación agradable y sosegada, a juzgar por el tono de voz con que se  le había dirigido al contestar la llamada. Me armé de  paciencia para aguantar el chaparrón que me venía encima y tomé el teléfono.
 
- Hola Jofre, ¿Qué hay de nuevo?
 
- Jeroni: Ya ha pasado lo que temíamos, hoy es día 27 de noviembre y me han devuelto la totalidad de los efectos relativos a la exportación a cargo de STIAG. Tienes en la cuenta con nosotros un descubierto de alrededor de 32.000.000 de pesetas y, sintiéndolo mucho, no puedo concederte más plazo para cubrir este importe que el próximo día 30. Se da la circunstancia de que para la próxima semana me han anunciado la inspección periódica de la sucursal.
 
- Jofre, por favor, déjame unos días más y te lo podré cubrir todo. Ten en cuenta que me has pillado por sorpresa y tengo que estudiar cuales son las posibilidades y soluciones al problema.
 
 
Cortó en seco mis palabras y, sin dejar que le diera mis razonamientos ni continuar con mis excusas dijo:
 
Ya te lo advertí. No puedo hacer nada más. Tu verás como lo soluciones y espero poder seguir confiando en tu palabra.
 
Y, sin más, colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca.
 
Ante tal situación, llamé, de inmediato, a Balduera, Llacs y Colomin para presentarles el asunto. Teníamos solo dos días para cubrir el saldo de la cuenta y ello sin que fuera una merma de nuestras disponibilidades para el pago de la nomina.
 
La reunión fue muy tensa ya que me puse en la tesitura de que los responsables de lo que pudiera pasar eran solo Balduera y Colomin, el uno por no supervisar, como era su obligación por su cargo de Director Comercial, toda la operación y, el otro, por permitir que una operación de esta magnitud se realizara por personas cuya competencia en estos asuntos dejaba mucho que desear.
 
Textualmente dije: “Aunque se esté de vacaciones, si hay que venir a la Fábrica para un asunto de esta importancia, se viene, se deja todo y se acude al trabajo” Evidentemente en un tono que no admitía réplica. (En su día me lo echaron en cara y lo pagué muy caro)
 
Ambos se defendieron intentando desviar sus responsabilidades hacia otros e intentando cargar las culpas en Don Adolfo alegando que era él quien se había interferido y que, por lo tanto, era el único responsable.
 
No quise oír más excusas, me causaba  repugnancia que no fueran capaces de asumir su fallo e intentaran cargar el muerto a quien, desde luego, era el responsable final, pero que si ellos hubieran cumplido con su obligación, tal vez, solo tal vez, no se hubiere producido esta circunstancia, así que dije:
 
Señores, lo importante, ahora, es hallar la fórmula que nos permita generar el suficiente dinero que nos permita cubrir el importe del impago de STIAG y, en segundo lugar, como nos resarcimos de la fuerte pérdida que nos representará todo este affaire.
 
Y proseguí:
 
Ya he estudiado las posibilidades junto con el señor Llacs, antes de convocarles a ustedes y podemos disponer de unos 10.000.000 de pesetas sin que se resientan los pagos de la nómina a final de mes, pero, hay que poder recuperar esta cantidad antes del día 15 de diciembre para poder hacer frente a los pagos a proveedores. Mi pregunta es ¿Qué otras soluciones me pueden brindar? ¿De donde sacamos el resto?.
 
Balduera me dice:
 
Bien, creo que puedo conseguir una rápida entrega y facturación consiguiente a dos o tres clientes y ello podría suponer una disponibilidad adicional de unos 5.000.000 de pesetas.
 
Y dirigiéndose a Colomin le dice:
 
Y Ud. ¿Qué exportaciones tiene a punto de salir?
 
En estos momentos puedo entregar a facturación unos 20.000.000 de pesetas para clientes de toda solvencia. Son materiales para la firma ALSI.
 
Tomé nuevamente la palabra para manifestarles:
 
Bien señores, por favor, pónganse de inmediato a intentar conseguir estas cantidades y yo me voy a visitar a varios Directores de los Bancos por si puedo conseguir algún crédito extraordinario que nos permita aguardar a que los señores de STIAG hagan honor a su compromiso y paguen su deuda.
 
Finalizamos la reunión y me dirigí al despacho de Adolfo para exponerle la situación creada y proponerle las soluciones previstas. Luego de informarle detallada y minuciosamente de todo cuanto había acontecido, sin olvidar la tensa conversación con Jofre Pont, aunque parezca increíble, solo me dijo:
 
Bueno, Jeroni, ya me viene a dar, como siempre, las malas noticias. No sea tan pesimista. Ya verá como acaban pagando, son buena gente,  olvidaremos el tema y aquí no ha pasado nada. En cuanto al señor Pont ya lo tranquilizará Ud. cuando ingrese el importe del descubierto y todo arreglado. Los tunecinos son formales y, aunque a Ud. no le gusten demasiado, acabarán por ser unos buenos socios.
 
No me quedaron arrestos para decirle que el mero hecho de la devolución nos había costado algo mas de 1.000.000 de pesetas entre intereses y gastos de devolución, tramitación, etc. y aún faltaba el cargo correspondiente al descubierto en la cuenta corriente y que podía ser importante.
 
Todo ello es consecuencia, de la forma en que se llevó a cabo el contrato con la firma STIAG, así como las negociaciones con las Autoridades Tunecinas que fue un verdadero desastre.
 
Al cabo de los dos días había conseguido, entre el incremento forzado de la facturación y un crédito puente a 90 días a través de otro de los Bancos con los que se trabajaba en aquellas épocas y cuyo Director era de mi entera confianza y me honraba con su amistad personal, la suma necesaria para cubrir al 100% el desfase que se había originado y pude con gran alivio, presentarme en el despacho de Jofre y recomponer la situación con gran desahogo por ambas partes.
 
 
*****
 
 
 
Como consecuencia de cuanto antecede y con el fin de poder llegar a una solución aceptable para STIAG y asegurar el cobro en un plazo, más o menos razonable, Don Adolfo, que al fin se había dado cuenta de la gravedad del asunto, decidió viajar a Túnez junto con Colomin. Esta decisión la conocimos un lunes durante la reunión diaria que celebrábamos durante el desayuno. Nos comunicó su decisión de viajar a Túnez para exigir el cumplimiento del compromiso de pago de las facturas pendientes y para ello me encargó que le preparase un “dossier” con los documentos acreditativos del estado de cuentas con la firma STIAG, así como de los gastos originados por su incumplimiento de pago.
 
Preparé un completo dossier que constaba de copias de las facturas, fotocopias de los documentos bancarios con los cargos por devolución, fotocopias de los documentos de cargo de los gastos de la operación, tanto en su entrega al Banco como de su posterior devolución y, además, como sea que habían transcurrido ya más de dos meses desde la fecha del vencimiento, una cuenta de intereses en función de la demora en el pago.
 
Cuando tengo preparada toda la documentación, el martes por la mañana, entro en su despacho y le digo:
 
Adolfo, aquí tiene la documentación que me recabó. Creo que es suficiente para poder defender nuestra postura de forma contundente. Si lo desea le comentaré cada uno de los documentos y...
 
Me cortó diciendo:
 
Mire, Jeroni, Ud. ya sabe que todo esto no es mi fuerte, entrégueselo a Colomin y que se lo estudie para cuando hablemos con Mr. Ourstandi.
Pero, Adolfo, yo creo que debería Ud. darle un vistazo, por si necesita alguna explicación, algún dato mas preciso, alguna aclaración, no sé... por estar enterado del asunto, aunque lleve la voz cantante Colomin, poder intervenir en el momento preciso.
No, no, ya le he dicho que se lo comente a Colomin y, en todo caso, ya lo trataremos durante el viaje.
Bien, de acuerdo, ahora se lo entregaré.
 
Me dirigí al despacho de Colomin y, al no encontrarlo en su sitio, le dejé la carpeta con los documentos encima de su mesa con una nota, muy escueta, indicando que si precisaba algo más me lo pidiera.
 
Vista la postura adoptada por Adolfo, quise desentenderme del tema, pero no podía, cualquier otra cosa que intentaba hacer debía dejarla ya que me era imposible concentrarme, así que decidí visitar a Jofre Pont y, al propio tiempo que le tranquilizaba, yo me despejaba y si, eventualmente se terciaba en la conversación, preparar el terreno para que al regreso de la expedición a Túnez, si era un éxito, intentar renegociar las letras, conseguir un crédito o cualquier otra solución financiera que me permitiera aliviar la tensión que se había añadido a la ya tradicional falta de liquidez de la tesorería de la Empresa.
 
Así que me dirigí a la oficina del Banco y solicité una entrevista con Jofre Pont.
 
Salió de inmediato y, muy amablemente, me hizo pasar a su despacho, encendimos un cigarrillo y después de las frases convencionales de salutación entre buenos amigos, le planteé el tema sin más rodeos:
 
 
Amigo Jofre: Vengo a tratar de hallar una solución al tema de Túnez y, aunque ya sé que tienes toda la razón, ya que me lo advertiste y, sin duda alguna, fuiste el primero en observar que el asunto estaba viciado de entrada, te ruego me des, por lo menos, la oportunidad de tratarlo abiertamente e intentar encontrar un camino que, por una parte permita afrontar los pagos que tenemos pendientes y nos dé la liquidez suficiente para trabajar de forma, lo más normal posible y, por otra parte, seguir presionando para lograr el cobro de la deuda de la firma STIAG, SpA.
Mira Jeroni, es muy difícil que yo os pueda ayudar, ya que, por parte de la Dirección Regional del Banco, me han llamado la atención por contraer un riesgo con vosotros, superior al máximo a que me autorizan mis atribuciones y, por lo tanto me siento  observado y vigilado, o, por lo menos, esa es mi impresión, por lo que no puedo dar ningún paso en falso. Es aquello de que “la mujer del César...”. Me comprendes ¿verdad?.
Bueno, pero la cosa no puede ser muy grave, te cubrimos el descubierto de forma inmediata, incluso antes de finalizar el plazo que me habías fijado y con ello, creo, demostramos la consistencia de GREIS, ¿Cierto?
Si, ya lo sé, pero... ¿es que me quieres “engañar”?. Sabes que conozco perfectamente como has conseguido el dinero para cubrir esta operación y te felicito por ello, pero no hablemos de fortaleza de la empresa ni de otras zarandajas por el estilo. Somos lo suficientemente amigos para poder tratar este tema de tú a tú y sin que medien palabras que son pura demagogia. Ya hace tiempo que nos afeitamos tu y yo. ¿No crees?
De acuerdo Jofre, jugué mis bazas y me salió bien. Gracias por tu cumplido.
 
Y seguí con mi idea original, diciendo:
 
No obstante quisiera pedirte un nuevo favor. No temas, no se trata de que me des un crédito ni cosa por el estilo. Es un favor personal. Se me ha ocurrido la siguiente estrategia y me gustaría contar contigo para realizarla
 
Voy a intentar conseguir que a la vuelta de Adolfo venga también Mr. Ourstandi y, te citaré para una sesión de trabajo conjunta, en la que tú vas a presionar de la forma más dura que se te ocurra, yo te apoyaré, para que Industrias Greis salde la cuenta pendiente con vosotros motivada por la operación con STIAG. De esa forma yo podré, a mi vez, presionar tanto a Mr. Ourstandi como a Adolfo e intentar conseguir que se hagan las cosas con la profesionalidad que precisan. ¿Qué te parece esta propuesta?. ¿Estarías dispuesto a apoyarme?
 
Me parece una buena idea y, que “caray” somos amigos, acepto el papel que me toca y que se preparen que llevaré toda la artillería. Ya me dirás si lo consigues y para cuando.
 
No esperaba menos de ti. Gracias por todo.
 
Me despedí y nuevamente me dirigí a la oficina para seguir con mi trabajo pero, ahora, muchas más relajado. Aunque si hubiera sabido como se desarrollarían los acontecimientos en Túnez, dentro de unos pocos días, no hubiera quedado ni tan tranquilo ni tan relajado.
 
Llegó el día de la marcha de los señores Greis y Colomin con destino a la capital tunecina y nos vimos sorprendidos ya que la señorita Marina no se presentó en su puesto de trabajo, algo muy inusual. Lo comentamos entre Sadurní, Casas (a la sazón Jefe de Personal) y yo mismo, ya que era muy raro. No faltaba nunca al trabajo y por lo tanto era, por lo menos, anómalo. Pero, al cabo de una dos horas, me llamó el señor Casas y me comunicó que habían llamado de parte de la Srta. Marina diciendo que no vendría al trabajo ya que estaba indispuesta.
 
Debo aclarar que el motivo de nuestra extrañeza era debido a que, en círculos muy restringidos de la Dirección se comentaba, ya abiertamente, que Adolfo se había encaprichado de Marina y la había convertido en su amante. La verdad es que los únicos que conocíamos perfectamente la certeza de este rumor éramos Sadurní, Balduera y yo.
 
Lo cierto es que la extraña y repentina enfermedad de la Srta. Marina no fue mas que un billete de avión con destino a Túnez, para gozar con Adolfo de unos días de solaz sin tener a la “Inquisición” delante, con lo que Colomín se convertía, a partir de ese momento, además, en alcahueta. Lo que le deparó, mas adelante una gran influencia, ascendencia y poder sobre Adolfo.
 
Colomín lo preparó a conciencia. Una vez acabada la visita a los señores de STIAG, volvieron al Hotel y, sin darle importancia como un comentario sin trascendencia, les ofreció ir a cenar a un conocido restaurante en el que se ofrecía un espectáculo folklórico, tomar unas copas. Ciertamente era un buen restaurante y tenía la posibilidad de que los clientes salieran a la pista de baile, lo que aprovecharon Adolfo y Marina.
 
Al llegar al hotel, Colomín, en su papel de alcahueta, había reservado una suite con dos habitaciones. A partir de este momento solo se sabe que Marina apareció en la habitación de Adolfo, ataviada con un “picardías” de color negro y por la mañana seguían juntos en la cama.
 
Es importante resaltar esta aventura, ya que tendrá, más tarde, consecuencias importantes para la Empresa, ya que dado el poco cuidado que tenían al aparecer juntos en público, lo que empezó siendo apenas un rumor, se convirtió en la comidilla continua de toda la plantilla de la Empresa y lo que fue mucho más grave, comentario de personas, empresas e Instituciones foráneas.
 
Hasta tal punto fue esto adelante, que nos suponía un gran esfuerzo el evitar que Don Joseph Greis lo advirtiera y también el intentar convencer a Proveedores y amigos de que se trataba solo de habladurías y que no era cierto. Cuando sabíamos con toda seguridad que era su amante, sin paliativos de ninguna clase. Pero... como siempre estábamos levantando el telón protector, que evitara que la figura de Adolfo se viera dañada, o lo menos deteriorada posible ya que algo siempre había quedado perjudicada por aquello del rumor... “Cuando el río suena...” Como se puede ver, es una constante que, aún ahora, después de los muchos problemas que ha tenido la empresa y los muchos años transcurridos, continua produciéndose el efecto beneficioso y la buena imagen, para su persona, que habíamos logrado entre todos.
Esta, desconocida para muchos, debilidad de Adolfo Greis vino propiciada por su, en aquel entonces, íntimo amigo Balduera, quien se preocupó muy mucho de que cuando se llegó a la conclusión de que precisaba una secretaria para poder desarrollar mejor su labor, se buscara realmente y, nada mejor que decirlo con las propias palabras de Adolfo “Podría ser una secretaria para todo ¿Verdad?” Una secretaria y una amante que le permitiera escapar de sus muchos problemas síquicos y familiares.
 
 


[1] Se trata de la persona que mantenía una relación de gran amistad personal con el Sr. Colomín