Llegué a mi domicilio loco de contento, había conseguido lo que
buscaba. Un empleo digno, con un sueldo estimable y, lo más importante,
trabajar con una personas que a mi entender y, a priori, merecían todos
mis respetos y mi atención. Además tenía la promesa de que a los seis meses, si
mi trabajo era lo satisfactorio que esperaban, recibiría un incremento de 6.750
pesetas anuales con lo que mis emolumentos totales pasarían a ser de 47.250
pesetas anuales equivalentes a un incremento del 40% respecto a mi sueldo
actual y, lo que para mí era más importante, tenía la oportunidad de poner en
práctica todo aquello que bullía en mi mente y las indudables posibilidades de
aprendizaje en todas las técnicas y facetas de la dirección de empresas.
Mis padres me recibieron muy contentos por el éxito y sin poder esperar
más me cambié de ropa y me fui a buscar a mi novia, hoy mi esposa, a la que,
sin dejarle preguntar nada, le espeté, de sopetón, que en un plazo muy corto
podríamos casarnos ya que había conseguido el aumento en mi salario que
habíamos soñado, mediante el cambio de empresa. Le relaté, con pelos y señales,
la entrevista, las ansias pasadas con la incertidumbre de si me aceptarían o
no, porque, lo cierto es que, por mi parte, desde el primer momento me gustó la
Empresa y el trato tan cordial, tan sencillo y tan amable de D. Joan hacia mí, teniendo en cuenta que
era la primera vez que me veía. Creo que, en aquel preciso instante, se inició
una corriente de simpatía mutua, una empatía que posteriormente se convirtió en
una fuerte y verdadera amistad que perduró muchos años.
Nos pusimos ha hacer planes, como dos enamorados que éramos, para una
próxima boda y, efectivamente, a los dos años exactos y, precisamente un DOS DE
MAYO celebrábamos nuestro enlace matrimonial.
Mis recuerdos de aquellos años son muy bellos, aunque no exentos de
dificultades. Mi primer trabajo consistió en proceder a la facturación de las
antenas interiores para televisión que se fabricaban, por primera vez, en
Talleres Greis y que salían al mercado con fuerte ventaja sobre las de la
competencia ya que era el primer y único modelo fabricado en materiales
plásticos, lo que permitía un precio de venta mucho más bajo en relación con
los demás modelos existentes en el mercado y, lo más importante, con un buen
margen de beneficio. Ello hizo que, a pesar de la fuerte crisis que había desencadenado
el Plan de Estabilización de 1959, se pudiera sobrevivir y afianzarse como
Empresa. No obstante no todo eran "flors i violas" como dicen en mi
país; recuerdo una anécdota que nos puso los pelos de punta y que fue mi primer
enfrentamiento con la Banca y con los problemas de falta de liquidez, los
agobios de la falta de efectivo en la Empresa y que, desgraciadamente, con el tiempo
se reprodujeron y, ¡de qué forma!, sin tener las posibilidades de que
disponíamos en aquel momento, pero esto es adelantar acontecimientos y debo ceñirme
a la cronología de mi historia.
Había llegado el mes de septiembre y teníamos concertada una póliza de
crédito de 750.000 pesetas con el Banco Hispano Americano, póliza que se
renovaba anualmente y que se utilizaba de colchón para poder soportar la financiación a
nos obligaba nuestro principal cliente, la firma de la que yo procedía, que nos
obligaba a esperar 90 días para los cobros a de nuestras facturas sin
permitirnos girar a través del Banco su importe. Pues bien, el día 3 de
septiembre recibimos una comunicación del citado Banco en la que nos conminaba
a proceder a la cancelación del importe del saldo de la póliza en un plazo de
15 días, ya que había vencido y no aceptaban la renovación tal y como se había
efectuado normalmente sin ningún tipo de objeción.
Ante esta perspectiva debo señalar que el saldo acumulado de todas
nuestras cuentas bancarias ascendía a poco más de 20.000 pesetas lo que no nos
permitía ningún tipo de operación de espera. Llamamos urgentemente a nuestro
asesor económico D. J.M. Balduera para estudiar las distintas opciones de que
disponíamos y después de mucho pensarlo se llego a la conclusión de que la
única opción era conseguir que nuestro cliente nos aceptara algunas letras de
cambio, por el importe de las facturas pendientes de vencimiento en lugar de
esperar al pago por reposición a que nos tenían sometidos y que era su habitual
forma de pago. Por aquellas fechas, dicha firma, mantenía un saldo medio, a
nuestro favor, de alrededor de los dos millones de pesetas, lo que cubría,
sobradamente, nuestras necesidades y el saldo dispuesto del crédito.
Después de fuertes discusiones y gracias a la medición de D. Joseph
Greis, a la sazón Director Comercial de la firma FRANCOSA, nuestro mencionado
cliente, aceptaron, no solamente las letras que proponíamos para solucionar
nuestro conflicto, sino que, ¡Oh milagro!, nos autorizaban cambiar el sistema
de cobro y pasar, definitivamente al sistema de giro a 90 días fecha factura,
con la consiguiente facilidad de proceder al descuento bancario del mismo y
disponer de la liquidez necesaria para el normal desarrollo de la Empresa.
Bien, con las letras en la mano nos personamos en la oficina del B.H.A.
y solicitamos una entrevista con el Director de la sucursal. Nos recibió de
inmediato y le expusimos el motivo de nuestra visita y cual no sería nuestra
sorpresa cuando, sin inmutarse lo más mínimo nos dijo que no debíamos
preocuparnos pues todo había sido un error y
que él no había dado ninguna orden en el sentido de cancelar el crédito
y que no se explicaba como nos había llegado una carta de tales características.
Nuestra indignación, a la par que alegría, iba in crescendo; la carta en
cuestión estaba firmada por el propio Director de la sucursal y por tanto mal
podía ser un error de algún empleado como nos dijo, lo que evidentemente
no nos creímos. Estaba más claro que ser trataba de una maniobra referida a
aquello tan manido de que los Bancos te ofrecen el paraguas cuando hace sol
y te lo piden al nublarse el tiempo, pero, a la postre, se había conseguido
parar el golpe y al propio tiempo se había solucionado un problema de falta de
liquidez crónica.
La rentabilidad de nuestro nuevo producto, las antenas de televisión de
interior, era muy elevada y, tanto era así, que nos permitió decidirnos, casi
de inmediato, a la compra de unos nuevos
locales en las afueras de Barcelona lo que nos permitiría disponer del espacio
necesario para crear una factoría que respondiera a las exigencias del
incipiente mercado de la televisión, las antenas para auto radio. El mercado de
la televisión exigía una apreciable capacidad de producción y ello se conseguía
en los nuevos locales.
Una vez en ellos se estudió la posibilidad de expansión del negocio
mediante la fabricación de toda la gama de productos necesarios para la
televisión, antenas, amplificadores de antena, derivadores, distribuidores,
etc. todos los accesorios precisos para este novísimo mercado. No obstante, se
creyó oportuno, en frase afortunada de D. Joseph, en este mercado ya está casi
todo inventado y lo más importante es llegar a tiempo.
Llegados a esta conclusión y una vez conseguida la compra de los nuevos
locales, se procedió, de inmediato, a establecer negociaciones con los posible
suministradores de tecnología que nos permitiera iniciar, con la mayor brevedad
posible, la fabricación de los nuevos productos.
A lo largo de unas semanas se
iniciaron conversaciones con algunas firmas europeas del ramo y finalmente se
llegó a un acuerdo con la que, en ese momento, era la segunda firma, en importancia,
en Alemania. Se trataba de Alfred Sihgen
Jr, KG, cuya marca ALSI se añadió a la nuestra formando con ello una nueva División
de Ventas que se denominó DIVISION
ALSI-GREIS.
Durante las negociaciones se desplazó hasta Barcelona un Ingeniero de
la firma ALSI que llevaba consigo un maletín de documentos de gran tamaño y que
no soltaba de la mano en ningún momento. Se sentaba en la mesa de negociación,
muy serio, con un semblante adusto y vigilando siempre el maletín. Tan pronto
como se estableció la firme posibilidad de llegar a un acuerdo y con ello a la
firma del contrato de licencias de fabricación nos desveló el secreto; se
trataba de los planos que constituían la primera entrega de la documentación
necesaria para nuestra Empresa. A pesar de ello, no lo soltaba prácticamente de
la mano hasta el momento en que se procedió a la firma del contrato y a partir
de ahí lo entregó todo. Todo este sigilo y hasta desconfianza se desvaneció con
la firma y se paso a un agradable ambiente, todo sonrisas y brindis por la
culminación del proyecto.
D. Adolfo se impuso la tarea conjuntamente con su hermano Joan de conseguir,
en un tiempo récord, la fabricación de los útiles, moldes, matrices y una primera
serie de prueba de las piezas metálicas y de material plástico necesarios para
la puesta en marcha de la fabricación de los primeros modelos para el mercado español
de las antenas ALSI-GREIS y, tan firmemente se lo propusieron y se dedicaron
en cuerpo y alma que, en un plazo de ocho meses se disponía del material necesario
para la fabricación de todos los modelos de antenas previstos en el acuerdo con
la firma ALSI, provocando a un tiempo la admiración y la sorpresa en los Directivos
alemanes que no podían admitir en sus cabezas que una firma, española por mas
señas, consiguiera tal grado de formalidad en sus afirmaciones. En realidad no
lo creyeron hasta que en un viaje a Barcelona comprobaron, por si mismos, la
realidad de cuanto se les había comunicado por carta.
Este fue, sin duda, uno de los primeros hitos en la transformación de
la pequeña empresa familiar en una gran Sociedad. Eran los tiempos del gran
despegue económico de la Compañía.
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