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Al volver de la mili con renovadas ansias de iniciarme en la
administración de la empresa privada, me encontré con que la plaza de Jefe de
Contabilidad que me había sido prometida en la empresa en que había trabajado
hasta entonces no podía tenerla, ya que a pesar de la idea que me había sido
comunicada antes de mi marcha obligatoria, de que se iba a proceder a una
reestructuración del grupo de empresas y de las muchas promesas que se me
habían hecho, no se había procedido aún a la referida reestructuración y
segregación del grupo de empresas y, por lo tanto, debía seguir en mi puesto de Oficial
de primera Administrativo. Esto no era lo previsto y yo no lo podía aceptar ya
que consideraba que se trataba llana y simplemente un incumplimiento
de lo acordado.
En aquellos momentos mis ilusiones, como las de cualquier joven de mi
edad, en los finales de la década de los años 50, era la de ahorrar lo
suficiente para poder casarse y establecer una familia. Para ello era
imprescindible el conseguir un empleo mejor remunerado, ya que no existía el
problema de la obligatoriedad del servicio militar, ya cumplido, con la consiguiente mejoría en
la disponibilidad para la empresa. También, y quizá lo más importante, un
puesto con posibilidades de ascensos a cargos de responsabilidad en el futuro.
Todo ello se derrumbaba como un castillo de naipes y no lo podía aceptar.
Decidí que lo primordial era cambiar de trabajo. Se me había hecho, o
por lo menos yo lo consideraba así, una jugada y por lo tanto se imponía
un cambio de aires, así que, dicho y hecho; Sin encomendarme a nadie, empiezo a
escribir a los anuncios de La Vanguardia Española (en aquella época se llamaba
así) y, al propio tiempo se lo comunico a mi Jefe con el fin de que, si me
surgía alguna cosa, poder marchar de inmediato sin esperar al plazo
reglamentario. Por suerte, en aquel tiempo no era demasiado difícil encontrar
empleos mejor o peor remunerados.
No lo esperaba y tuve la sorpresa de que en la conversación con mi Jefe
D. Miguel Jaunat, me reconoció que tenía mucha razón al querer marchar y que,
por su parte, también me ayudaría e intentaría encontrarme algún tipo de
trabajo que pudiera ser de mi interés. Consideraba, me dijo, que tenía
aptitudes para poder estar haciendo trabajos de superior categoría y
responsabilidad que los que desempeñaba allí.
Al cabo de pocos días me llama a su despacho y me dice:
- Jeroni, creo que tengo algo muy interesante para ti.
- Don Miguel, me alegra oírle y espero sea cierto lo que me dice, por
favor, siga Ud.
- Nuestro Director Comercial Don Joseph Greis, me ha hablado de que necesitan
un joven administrativo, con sólidos conocimientos de contabilidad, para su
empresa y, ciertamente, he pensado de inmediato en ti. ¿Qué te parece esta
oportunidad?.
Algo en mi interior me dijo que aceptara y, lo cierto es que no lo
pensé dos veces y le respondí casi sin dejar que terminara de hablar.
- Don Miguel: ¿adónde hay que
ir? ¿Cuándo debo presentarme? ¿Cuánto pagan?
Las preguntas me salía de forma atropellada, una sobre la otra, tanto
fue así que incluso me preguntó a su vez:
-¿No sería prudente que primero escuchases la oferta y supieras quienes
son, qué tipo de empresa es, cuantos trabajan en ella, etc.?
- Sí, es cierto y como siempre, lleva Ud. razón. Pero, por favor,
respóndame Ud. mismo a los interrogantes que ha planteado, puesto que, mejor
que nadie, conoce las respuestas.
- Bien, se trata de una empresa pequeña, son aproximadamente 10 o 12 empleados
si contamos a los hijos del Sr. Greis, pero creo que puede ser muy interesante
ya que, a mi entender, están tocando unos artículos con mucho futuro y, además,
ten en cuenta que te puede representar un incremento de tu retribución de casi
el 40%. Mi consejo es que vayas a verlos y ya me dirás tu resolución.
Efectivamente aquel mismo día contacté por teléfono con la empresa
Talleres Greis y quedé citado para el lunes siguiente por la tarde. Ello
significaba que tenía cuatro días por delante para preparar la entrevista y
pensar en si era o no de mi interés.
Inmediatamente y como primera providencia solicité un informe comercial
de Talleres Greis, con un resultado francamente bueno, y lo comenté con mis
padres, quienes me aconsejaron que me asegurase bien de quienes eran y de las
posibilidades que podía tener esa Empresa. Mi madre, algo más conservadora,
temía que dejara una gran empresa para entrar en una pequeña, ya que se tenía
un concepto de seguridad en el trabajo que iba fuertemente ligado al tamaño de
la empresa, lo que con el tiempo, se ha demostrado que tiene poca o ninguna
relación y es un concepto bastante falso. A pesar de ello, aceptaron que me
entrevistara y que decidiera según mi propio criterio y de acuerdo con la
opinión que me pudiera formar con el trato personal. Por suerte para mí, mis
padres me habían dejado siempre libertad para escoger lo que me pareciese mejor
para mi persona, evidentemente después de haber escuchado todos sus
razonamientos en pro y en contra, pero la decisión final era solo mía, con
todas sus consecuencias para bien o para mal.
Y llegó el lunes por la mañana y mi Jefe inmediato, D. Lorenzo, me
llamó a su despacho y me advirtió que si mi decisión era ir a trabajar a
aquella empresa tuviera en cuenta dos cosas muy importantes, a saber:
Me dijo:
- Los Sres. Greis son muy buenas personas pero tienen un pequeño
defecto, son bastante tacaños, dicho de otra manera, como se dice en Cataluña,
"de la Verge del puny" pero, por otra parte, piensa que puede ser la
oportunidad de tu vida.
Creo que siempre, a partir de aquel momento, he tenido presentes en mi
mente estas observaciones que venían de una persona de la que puedo decir que
es una de las tres personas que más me han impresionado, por su humanidad, en
el más amplio sentido de la palabra, en toda mi vida.
Puntualmente me presenté en las oficinas de Talleres Greis y me recibió
el pleno de la Empresa. Estaban presentes D. Joseph Greis, sus hijos D. Jorge, D. Joan y D. Adolfo, además estaba
presente su Encargado General D. Sadurní Diumenge, (con el tiempo sería el
Director de Fábrica) y se inició un interrogatorio al que supongo mis
respuestas serían convincentes ya que, al cabo de unos pocos minutos, había
sido contratado y en firme, es decir, sin el normal período de prueba.
De aquella entrevista me han quedado grabadas en la memoria, de forma indeleble,
dos cosas:
D. Joseph Greis me comentó: Muchacho, si eres la persona que espero,
ten en cuenta que en esta casa, si la Empresa crece también crecen sus
empleados y por lo tanto puedes llegar hasta donde llegue la Compañía.
Por otra parte D. Joan me mostró un Balance de la Empresa que,
curiosamente abarcaba catorce meses en lugar de un año y que mostraba unas
ventas de 3,2 millones de pesetas, lo que me demostraba que, verdaderamente,
era una muy pequeña empresa.
A pesar de ello tuve confianza inmediatamente en que había grandes
posibilidades de que llegara a ser una gran compañía, sin dudarlo acepté el
puesto de trabajo que me ofrecían y fijamos las condiciones de salario mensual
que, en aquellos tiempos constituía una muy buena remuneración, ya que ascendía
a 3.000 pesetas netas por trece pagas y media, es decir, 40.500 pesetas anuales
exentas de impuestos. Fijamos asimismo que mi ingreso sería el 2 de Mayo de
1.959. (Esta fecha ha sido muy significativa a lo largo de mi vida. La primera
de ellas mi boda en un 2 de mayo y en otras ocasiones he tenido muy fuertes
emociones en tal fecha).
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