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Voy a remontarme unos cuantos
años en mi relato, para poder narrar la forma en que se produjo la contratación
de la secretaria de Adolfo, como Secretaria de Dirección, en las oficinas de
Industrias Greis.
Adolfo no ha sido nunca un hombre
de administración, básicamente es un hombre de taller, es decir, le gusta la
mecánica, incluso como hobby y, por lo tanto, como casi todo buen mecánico, le
tiene verdadera alergia a todo aquello que sean papeles, realmente creo que más
que alergia lo que tiene es verdadera fobia, en definitiva, no quiere saber
nada con la burocracia, a pesar de que reconoce que es necesaria, pero no para
él.
Ello le lleva a que, debido al
fallecimiento de su hermano Joan, que era quien tenía la responsabilidad
gerencial y administrativa de la Empresa, a tener que hacerse cargo de todo
aquello que le repele. Documentos, informes, balances, etc. no son para él, más
que una inmensa montaña de papel que se va acumulando en su mesa de trabajo y
que, cual río desbordado, empieza a inundar las mesas auxiliares, armarios,
estanterías, sillas, etc. Como anécdota puedo decir que en alguna ocasión se
jactaba de que para él, el limpiar la mesa era cosa muy fácil, solo precisaba
de una caja de cartón lo suficientemente grande donde cupieran todos los
papeles que tuviere encima de la mesa y, ya estaba limpia y ordenada. La caja
se guardaba para evitar la pérdida de cualquier documento que pudiera ser
importante y, problema solucionado. Hasta una nueva ocasión. Como se puede ver
la cuestión tiene su trascendencia, ya que en múltiples ocasiones se olvidaban
los temas de mayor o menor gravedad y quedaban durmiendo el sueño de los justos
en las dichosas cajas de cartón producto de haber puesto orden en la mesa.
Cuanto más quiere ordenar y
ordenarse más papeles genera, más desorden se impone. Es realmente una
situación desbordante y... por lo tanto se tiene que cortar por lo sano, tomar
el bisturí de su fiel segundo Balduera y, en una reunión del Consejo de
Dirección, se trata este tema en el orden del día y claro, no puede haber otra
decisión que la de contratar una secretaria que le ayude, le ordene sus documentos,
le lleve la agenda y tenga a punto toda la documentación necesaria para poder
ejercer, con una cierta dignidad y profesionalidad, su cargo de Administrador-Gerente
de la Compañía.
Una vez tomado el acuerdo, por
decisión unánime, al salir de la Sala de Juntas, nos quedamos algo rezagados
los señores Balduera, Diumenge, Jeroni, Sentiger (a la sazón el Director de
Personal) y el propio Adolfo y... entre bromas y veras se produce el siguiente
diálogo que es bastante demostrativo de lo que se buscaba realmente y que, por
lo tanto, a nadie debe de extrañar que siguiera adelante en el tiempo.
Santiger – Sr. Greis, le
felicito, por fin veo que se ha decidido a tomar una secretaria que pueda
ayudarle en los temas de su competencia.
Balduera – Efectivamente, Adolfo,
ya era hora de que te decidieras.
Santiger – Bien ahora debo
empezar a buscar la persona adecuada y añade, en tono de broma: ¿Lo que usted
busca es una buena secretaria o... una secretaria que esté buena?
Adolfo – (Siguiendo la broma)
Búsqueme una buena secretaria, pero, si, además, está buena y es secretaria
para todo... pues mucho mejor.
Recuerdo que intervine siguiendo
la guasa y dije:
- Bueno, si por lo menos está de
buen ver, prefiero esto a ver la cara de Adolfo cada vez que entro en su
despacho. Por poco agraciada que sea siempre será mejor que la cara del Jefe.
Estallamos todos en carcajadas,
pues ciertamente, en nuestra ingenuidad, y me estoy refiriendo tanto a Diumenge
como a mí mismo, lo atribuimos todo exclusivamente a una chanza que se habían
cruzado entre Santiger y Adolfo, pero lo cierto es que la pregunta de Santiger
llevaba mala intención, no era una simple broma, ya que conocía a una amiga y
ex–amante, que estaba de administrativa en una de las empresas en que había
trabajado en épocas anteriores y que, en aquel momento, podía ser promocionada
a un buen puesto y mejor retribución, con lo que le pagaba sus anteriores
“servicios”. Si, además, sabía camelarse al Jefe, era algo más o menos
secundario, pero siempre interesante como posible estrategia en el futuro. Hay
que tener en cuenta que se trataba de una Secretaria de Dirección y no sabía
idiomas, falta decir algo más...
Pero hubo alguien más que empezó
a pensar en la posibilidad de aumentar su poder en la Empresa, a través de
facilitar a Adolfo una válvula de escape a su sexualidad, algo reprimida por su
poco acertado matrimonio.
Y puedo decir que se trataba de
algo relacionado con esta estrategia ya que recuerdo que uno de mis viajes a
Madrid, realizado juntamente con Balduera, mientras almorzábamos en un
restaurante cercano a la Plaza Mayor, me comentó, que a su parecer, Adolfo se
encontraba muy solo y que su matrimonio había sido un fracaso total por lo que,
siempre a su entender, debíamos buscar alguna solución para esta cuestión, ya
que Adolfo, por si solo, era demasiado tímido e introvertido para buscarse
algún tipo de compañía femenina por su propia cuenta. Creo que casi me
convenció, pero... lo cierto es que al llegar a Barcelona no recordaba esta
conversación. Es hoy, al rememorar los acontecimientos cuando he recordado esta
plática y los términos en que se celebró.
Pasaron algunas semanas y el
asunto, al menos por mi parte, estaba olvidado, cuando sonó el timbre del
teléfono interior de mi despacho y oí la voz de Adolfo que decía:
- Jeroni, por favor, venga un
momento a la Sala de Juntas.
- ¿Pasa alguna cosa?. Pregunté.
Siempre existía un cierto, diría
que temor, de que ocurriera algún imprevisto, algo insospechado.
- No, no pasa nada, pero venga lo
antes que pueda.
- De acuerdo, ahora mismo voy.
- Gracias.
Y colgó el teléfono.
Con la incertidumbre de que sería
lo que se le habría ocurrido en aquel momento, -no eran muy habituales sus
llamadas para una reunión sin convocatoria previa- salí de mi despacho y me
dirigí a la Sala de Juntas y en el pasillo me encontré con Balduera y Diumenge
que habían recibido idéntica llamada y se presentaban en el mismo lugar.
Se desarrolló una pequeña
conversación ante la puerta de la Sala de Juntas:
- ¿Qué, Balduera, te ha llamado
el Jefe?
- Sí, no sé que se le habrá
ocurrido. Y a ti –dirigiéndose a Diumenge- ¿Te ha dado alguna explicación de
que se trata?.
- Pues chicos, no me ha dicho
nada, solamente que venga a la Sala de Juntas.
- Pues vamos allá, ya veremos que
nos dice.
Tercié yo.
Y abrimos la puerta.
Al entrar quedamos algo
sorprendidos, estaban sentado Adolfo y Santiger, con sendos vasos de whisky en
la mano, como si estuvieran celebrando algo importante.
- Sentaos y tomad un whisky con
nosotros.
Dijo Adolfo, haciendo un ademán,
con el brazo que nos abarcaba a todos. Y antes de que pudiéramos preguntar a
qué se debía tanta celebración, prosiguió:
- Seguramente que os habrá sorprendido
esta convocatoria, pero quiero que conozcáis a quien puede ser mi secretaria y
que, después de conocerla me deis vuestra opinión antes de contratarla. Se
trata de una chica que ya había trabajado a las órdenes de Santiger en
“MATRICOSA”, la Empresa en que prestaba
sus servicios antes de venir a nuestra Compañía y me la recomienda como persona
muy eficaz en su trabajo y, además, de toda confianza.
Tomó la palabra Balduera para
decir:
- Adolfo, toda esta presentación,
toda esta puesta en escena, me huele a que ya habéis tomado una decisión y lo
único que quieres es nuestro refrendo para que, en el caso de que salga mal,
poder decir que ha sido una decisión colegiada y si sale bien, te apuntes tu
solito la medalla. Francamente, si ya la habéis escogido pues, adelante, se
hace un contrato temporal de prueba y problema resuelto.
Esta forma de hablar por parte de
Balduera, me escamó un poco, me dio la impresión que “estaba en el ajo”. Jamás
le había oído dirigirse a Adolfo, en ese tono, en un tono entre festivo y de
reconvención, incluso diría, un tanto irónico.
Diumenge, que siempre se lo toma
todo de forma muy seria y sin entender demasiado de ironías, no acepta estas,
digamos, soluciones poco ortodoxas, dijo:
- Mira Adolfo, creo que no puedes
obrar tan a la ligera. El cargo que ostentará esta chiquita es de la máxima
confianza. Piensa que casi todos los documentos, conversaciones, decisiones,
más o menos secretas, más o menos importantes, van a pasar por sus manos y por
sus oídos. Por ello, te ruego que, antes de tomar una decisión, me dejes tener
una entrevista con ella, a solas y, si me convence ya te lo haré saber.
- No tengo ningún inconveniente,
puedes tener esa entrevista ahora mismo. Se encuentra aquí, está en la Sala de
Visitas. Santiger te la presentará.
- Un momento Adolfo –siguió
Diumenge- y dirigiéndose a mí, me dice: Jeroni, acompáñeme a esta entrevista y
después ya cambiaremos impresiones para hablar con Adolfo.
- De acuerdo –le dije- vamos.
Y nos dirigimos a conocer a la
agraciada. En mi cabeza bullían las palabras de Balduera, lo que, hasta cierto
punto, me estaba previniendo en contra de la Señorita Marina, sin que, en
realidad, tuviera nada objetivo en que fundarme para ello, ya que ni la
conocía, ni sabía nada de ella.
Por el camino le dije a Santiger
que nos reuniríamos en el despacho de Diumenge y que, por favor, la hiciera
pasar allí. Nos parecía un lugar más
apropiado que en la Sala de Juntas o en el propio despacho de Adolfo. Creo que
era menos solemne.
Mientras esperábamos, comenté con
Diumenge las palabras de Balduera y confirmó mis sospechas. A él también le
había sorprendido el tono en que se había dirigido a Adolfo, ya que, a pesar de
la gran amistad que les unía no era la forma que utilizaba habitualmente para
hablar con él.
No pudimos seguir hablando,
llamaban a la puerta y debíamos iniciar la entrevista.
Tras las presentaciones de rigor,
tomó la palabra Diumenge para realizar un interrogatorio en toda regla, y que
se puede tomar como un ejemplo del
método directo que utiliza Diumenge para aclarar sus dudas y cuando
quiere poner a alguien en el disparadero. En este caso se trataba de esta
opción. No tenía intención alguna de ser objetivo, de entrada estaba en contra
de la persona entrevistada y pretendía hacerla incurrir en opiniones, palabras
o hechos que fundamentaran, posteriormente, su dictamen contrario a su
contratación. Más o menos la entrevista fue así:
- Señorita Marina, como usted puede
suponer, esta entrevista no es más que su presentación a los distintos directivos
de la empresa, para que puedan conocerse mutuamente. No se trata de ningún tipo
de interrogatorio de sus cualidades laborales, ni, evidentemente, de sus cualidades
morales, pero claro, ya sabe usted que es necesario cumplir ciertos requisitos,
sin mayor importancia, pero claro..., podríamos decir..., en fin, que hay que
cubrir el expediente.
Por ello le agradeceré sea muy sincera
en sus respuestas ya que no van a tener más trascendencia que la que pueda
representar el tener un mejor conocimiento de su persona.
- Adelante, puede usted preguntar lo
que quiera. Ya estoy acostumbrada a esta clase de entrevistas y, aunque creo
que, en este caso no son necesarias las preguntas, estoy a su disposición, por
favor, siga.
Ante esta respuesta, hecha con un desparpajo
y desenvoltura, no muy lógicos en alguien que busca un trabajo, nos afirmó en
nuestras sospechas que, en realidad, se había buscado más “la segunda opción”
que la primera, ya que la señorita Marina estaba bastante, podríamos decir
“adiestrada” y, por desgracia, se veía claramente que, a la corta o a la larga,
nos crearía problemas.
No obstante, Diumenge, después de
cruzar una mirada conmigo, en la que con unas décimas de segundo nos
trasmitimos mutuamente lo comentado, prosiguió:
- De acuerdo totalmente con usted, pero
nos permitirá el pequeño placer de retenerla unos momentos en nuestra compañía
y, al propio tiempo, saber algo mas de Ud. Por ejemplo: ¿Conoce Ud. bien el
tipo de trabajo que se pretende que realice?
- De momento solo sé que voy a ser la
Secretaria del Sr. Greis, lo cual significa que seré la Secretaria del Director
General.
- Si claro, pero Ud. este tipo de
trabajo ya lo había realizado anteriormente. ¿No es cierto?
- No, no lo había ejercido nunca.
Seguía con su desparpajo y, cosa
que nos tenía sorprendidos, con su sinceridad, por lo menos en apariencia.
- Ya... Claro que... no consideramos
demasiado importante el tener experiencia en un puesto de esta clase. Como que
el Jefe no ha tenido, tampoco, una secretaria nunca, harán ustedes un equipo
perfecto. Uno no sabe y la otra, tampoco.
La indirecta era tan manifiesta
que me parecía imposible que Saniger no dijera algo.
- Señor... ¿Diumenge?.
Sadurní asintió con un leve movimiento de
cabeza, ante la creo que estudiada duda en el nombre.
-
Creo que su comentario es
claro y rotundo. Espero que en breve, podrá modificar su opinión respecto a mi
persona y eficiencia profesional.
En este momento creí necesario
intervenir para suavizar la tensión que se había generado en el ambiente y que casi
se podía cortar con un cuchillo. La cara de Santiger era todo un poema. Toda la
gestación de la búsqueda de la secretaria ideal para Adolfo se venía al suelo.
Quedaba al descubierto toda su manipulación y todos pasábamos a ser conscientes
de lo que se tramaba desde el primer momento. Así que dije:
-
Santiger, según mis informes,
Ud. conoce bien a la señorita Marina. Por ello creo que podría comentarnos algo
de su currículum y así tendríamos la posibilidad de saber mejor quien es, como
es, que trabajo había desempeñado hasta ahora. En fin, nos puede Ud. asesorar
mejor.
Y dirigiéndome a la señorita Marina le
espeté a bocajarro:
-
Si como Ud. dice, no tiene
ninguna experiencia en el cargo de Secretaria de la Dirección General de la
Empresa, creo que, por lo menos, si que tendrá alguna experiencia en puestos de
menor relevancia y que, tal vez, querrá comentarnos. Por favor, cuéntenos algo
de su vida, naturalmente me refiero a su vida profesional.
-
Sr. Jeroni, he entendido
perfectamente a que se refería en su pregunta, evidentemente no voy ha hablarle
de mi vida privada.
La interrumpí para decirle:
-
Pues... no lo crea. Tampoco
sería nada malo que nos hablara Ud. también como persona, además de cómo
profesional. No crea que no nos interesaría. Pero... por favor, la he
interrumpido, siga, siga...
-
De acuerdo, mi vida
profesional se ha movido entre ser una Administrativa en la Sección de
Expediciones de la Empresa hasta que el Sr. Santiger me llevó con él al
Departamento de Personal en calidad de administrativa y a partir de aquel
momento fui subiendo en el escalafón ocupando los puestos de Secretaria del
Jefe de Personal y, posteriormente, del Subdirector de Personal. En cuanto a mi
vida privada, es mía y de nadie más.
-
Conforme. No voy ha preguntar
nada más.
Y dirigiéndome a Diumenge dije:
-
¿Quiere aclarar algo más? Por
mi parte lo tengo todo muy claro, dije, recalcando lo de “muy claro”.
Diumenge me miró sonriendo y
dirigiéndose a la Srta. Marina, pero con la vista puesta en Santiger, les dijo:
-
Creo que ya nos conocemos un
poco más y le doy la bienvenida a nuestra Empresa, pero quisiera hacerle
algunas consideraciones.
Y prosiguió:
-
Tenga en cuenta que en
Industrias Greis, lo más importante es la dedicación al trabajo y a la Empresa
y que el cargo que se ocupa, en cada momento, no dispensa de ninguna
obligación, antes, al contrario, obliga a dar ejemplo. Si Ud. acepta esta
sencilla regla nos llevaremos bien. De lo contrario tendremos problemas. Espero
que lo haya entendido y que todo vaya bien en beneficio de Industrias Greis.
Dicho esto se levantó dando por
terminada la entrevista. Yo me quedé remoloneando un poco para dar tiempo a que
salieran Santiger y la Srta. Marina para poder comentar, más tranquilamente con
Diumenge, la impresión recibida, antes de trasladar nuestras opiniones a
Adolfo.
Una vez hubieron salido, nos miramos y
nos dirigimos una irónica sonrisa. Nos habíamos dado perfecta cuenta de que iba
el tema. Se trataba de “alegrar” la vida de Adolfo. Pese a ello, intentamos
auto convencernos que eran puras imaginaciones nuestras y que se trataba, tan
solo, de una ayuda para el trabajo de Adolfo. Y sin mediar palabra, nos fuimos
hacia el despacho de Adolfo para darle nuestra impresión y decirle que había
sido positiva. Los puntos negativos detectados tal vez no tuvieren la
importancia suficiente como para rechazar su candidatura.
Naturalmente esta opinión estaba
condicionada a que sabíamos, de forma cierta, que una opinión contraria a sus
deseos, no hubiera contado con el apoyo suficiente por parte de Balduera,
Sentiger y del propio Adolfo, por lo que era preferible ceder y quedar a la
expectativa para intentar, si fuere necesario, intervenir si se producía alguna
anomalía o algo que no fuera pertinente para la Empresa.
No nos podíamos imaginar el terrible
error que estábamos cometiendo. Con el tiempo lo podríamos comprobar, pero en
aquel momento ni lo sabíamos ni lo podíamos saber. Desgraciadamente no éramos
augures.
Durante algunos meses, a pesar de que
veíamos con cierta intranquilidad, como se iba adueñando de la voluntad de
Adolfo, hasta el punto de que le trataba con excesiva familiaridad y confianza,
diría que, incluso, con maneras reñidas con la buena educación, groseras, con
despotismo y con un no saber estar, que nos parecía muy alejado de las formas
convencionales entre el Director General y su secretaria pero, ello no era lo
peor, lo malo es que su trato era igual ante nuestros ojos que ante personas
extrañas a la Empresa. No obstante, lo aceptábamos de forma inconsciente. Más
claro, ocultando la cabeza bajo el ala, no queriendo ver ni oír nada, hasta que
al cabo de cierto tiempo me sucedió una anécdota que me abrió los ojos y pude
advertir que los rumores que circulaban por la Empresa eran ciertos.
Estaba en la oficinas de Barcelona y me
dirigía al parking a recoger mi coche cuando, al salir del ascensor, me topé
con Balduera que llegaba en aquel momento y después de saludarle le dije:
-
Hay algo que me tiene
intranquilo.
-
Tú dirás. ¿Qué té pasa?
-
Se trata de Adolfo. Tú sabes
que corren ciertos rumores en el sentido que Adolfo y Marina se han convertido
en amantes y... francamente, Balduera, me cuesta creerlo. Creo que deberíamos
intervenir para evitar que circulen estos bulos que no nos benefician en nada.
Yo no los creo y sería capaz de poner mi mano en el fuego y asegurar que no es
cierto nada de lo que se dice. Que es pura maledicencia.
-
Para el carro. Para. Seguro
que te quemarías. No te engañes. Es cierto. Ya hace bastante tiempo que son
amantes.
-
Pero... ¿Cómo es posible?,
¿Tan pronto ha caído en la trampa que le preparó Sentiger?. –No me atreví a
decir, la trampa que le habéis preparado Sentiger y tú- Francamente si tiene
problemas en su matrimonio que los resuelva fuera de casa y fuera de la
Empresa. Esto no nos traerá nada bueno. Pero... amigo Balduera, creía que
tenías algo más de confianza en mí y me habrías avisado.
-
Mira Jeroni. Sinceramente
creía que estabas al corriente. Es de dominio público.
-
Vale, de acuerdo, como que yo
no acepto estas situaciones para mí mismo, tampoco las acepto para los demás.
Adiós, me voy para casa. Esto es inaceptable. Hasta la tarde.
Y sin atender a más explicaciones, subí
a mi coche y me dirigí a mi domicilio pensando en lo ingenuo e inocente que era
y, además, en el ridículo que había hecho defendiendo la moralidad de Adolfo,
en varias ocasiones, cuando algunos de mis interlocutores conocían perfectamente
la situación y debían creer que yo era tonto o pretendía que lo fueran ellos.
Precisamente, al cabo de pocos días,
tuve la confirmación de lo dicho y pude constatar, con mis propios ojos, la
realidad de estos amores.
Como cada martes, sobre las cinco de la
tarde, teníamos reunión del Consejo de Dirección y en mi calidad de Secretario
estaba preparando y distribuyendo la documentación en la mesa de la Sala de
Juntas. Comenzaron a llegar los demás Consejeros, Jorge Greis, Balduera,
Diumenge, Farmas, D. Joseph Greis y faltaba, solamente Adolfo para poder
iniciar la sesión. A indicación de D. Joseph Greis, le llamé por el teléfono
interior, respondiéndome la Srta. Marina que venía de inmediato.
Iniciamos una conversación informal
sobre las dificultades económicas que, al parecer, sufría una empresa de la
competencia y nos enfrascamos en el tema, hasta el punto que se precisó de unos
informes sobre la situación de la misma y recordé que aquella misma mañana se
los había dejado sobre la mesa a Adolfo. Como sea que aún no se había
incorporado a la reunión pensé en ir a recogerlos y al propio tiempo serviría
como recordatorio de que estábamos todos esperando su presencia. Me dirigí al
despacho de Adolfo y tras atravesar el de la Srta. Marina, abrí la puerta del
despacho de Adolfo, al mismo tiempo que llamaba con los nudillos, al tiempo que
decía.
-
Adolfo... le estamos...
esper...
Pero...
¡OH sorpresa! Por primera vez encontraba cerrada con llave la puerta del
despacho estando Adolfo dentro. A través de la puerta se oían ruidos de
movimientos apresurados y nadie respondía. Hasta que al cabo de unos
interminables segundos oí la voz alterada de Adolfo que decía:
-
Un momento. Ya voy.
Al poco rato se abrió la puerta y pude
ver como la Srta. Marina, con la cara enrojecida, se abrochaba los botones de
la blusa, al tiempo que se alisaba la falda, mientras Adolfo con una mano subía
la cremallera de la bragueta y con la otra se alisaba los cabellos, mientras me
miraba con unos ojos que me interrogaban, mudos, ¿Se ha dado cuenta de lo que
estábamos haciendo?. Pero no quise o no pude hacer otra cosa que intentar hacer
como que no había visto ni oído nada y entré en el despacho, con la cabeza
baja, murmurando que iba a recoger unos informes que le había dejado por la
mañana y viéndolos encima de la mesa los recogí rápidamente y salí casi sin
mirar donde ponía los pies. Había sentido vergüenza por algo que, en realidad,
no me concernía personalmente, pero que me afectaba en lo más profundo de mi
ser debido a la estimación, al aprecio que había sentido siempre por Adolfo.
Volví a la Sala de Juntas, intentando
serenar mi aspecto y evitar trasmitir a los demás mi estado de ánimo. Entré bromeando
sobre la empresa de la competencia, con los informes en la mano y se los entregué
a D. Joseph Greis, al tiempo que anunciaba que Adolfo venía de inmediato, que
estaba recogiendo algunos documentos que le había entregado la Srta. Marina en
el último momento, al tiempo que atendía una llamada telefónica y todo ello le
había retrasado.
Jamás comenté con Adolfo este
incidente, pero, su imagen cayó muchos enteros en mi estimación. Tal como he
dejado dicho, tenía una imagen de Adolfo, que era, algo así, como una especie
de ejemplo a seguir, pero aquel espejo donde mirarme se había roto de forma rotunda,
definitiva, irreversible. Ya no podría confiar ciegamente en cuanto hiciera o
dijera. Siempre me quedaría la duda, un resquemor. Se había roto algo muy importante
en mi vida y en mis relaciones con Industrias Greis. Adolfo me había defraudado
moralmente y, lo peor es que me consideraba algo culpable ya que, entre todos,
se lo habíamos puesto en bandeja, especialmente entre Sentiger y Balduera, teniendo
en cuenta, además, que este último había actuado de alcahueta en más de una
ocasión, como pude averiguar a lo largo de los años.
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