divendres, 12 d’octubre del 2012

NOVELA Capitulo 14 y epílogo final

14
 
 
 
Había llegado el momento de poner en práctica lo acordado en el seno del Consejo, referente a la contratación de un profesional que pudiera ocupar el cargo de Director General en la Compañía y que, a pesar de las reticencias de los hermanos Adolfo y Jorge Greis, cada vez se hacía más imprescindible para la buena marcha de la Empresa. Sin olvidar que, a pesar de no haberlo explicitado en el contrato de aval del C.I.D.E.M., si que verbalmente se había, de forma sibilina, casi exigido la contratación de este cargo. La capacidad imaginativa y decisoria de algunos elementos de la Dirección Ejecutiva era prácticamente nula y, en algunos casos, desfasada en el tiempo. Por ello, cada vez era más perentorio nombrar alguien que asumiera la responsabilidad de empuñar con mano firme las riendas y pusiera orden en todos y cada uno de los Departamentos de la Compañía.
 
Hubo que reiterar, hasta la saciedad, los argumentos que se habían expuesto en las reuniones celebradas a tal efecto y, por fin, después de las vacaciones anuales, Adolfo Greis toma la decisión de contratar una Empresa de Asesoria y Selección de Personal que se encargue de las diversas gestiones, publicación de anuncios, tests psicotécnicos, etc. para llegar a la presentación de varios candidatos que cumplan el perfil necesario y que permitan escoger al que se considere más adecuado para el cargo entre todos lo que sean presentados.
 
Pasadas unas pocas semanas, me encontraba en mi despacho y sonó el teléfono. Era la señorita Marina que requería mi presencia en la Sala de Juntas, por orden de Adolfo.
 
Me dirigí a la Sala de Juntas y allí me encontré con Adolfo, Jorge, Diumenge y J.R. Casas.
 
Cuando hube tomado asiento, Adolfo tomó la palabra para decir:
 
-                       Bien, tal y como me habéis casi obligado, he tomado la decisión de contratar a alguien que tome mi responsabilidad en la Dirección de la Empresa ya que, según parece, yo no lo hacía de forma totalmente correcta o, por lo menos, satisfactoria. Cuando hayamos contratado al nuevo Director General, habrán cambios que posiblemente no le gusten a todo el mundo.
 
Tal preámbulo no era muy tranquilizador y amagaba amenazas de venganzas o revanchas que, de momento, no explicitaba pero con  ello expresaba claramente su disgusto y nos traspasaba en parte la responsabilidad de lo que él consideraba un error y hasta cierto punto una traición hacia su persona. Pero seguimos escuchando sin abrir boca pues no nos dio la oportunidad y prosiguió:
 
-                       Aquí tengo los expedientes referentes a cinco candidatos a ocupar la plaza y os agradeceré que los estudiéis y me deis vuestra, espero que sincera, opinión. (Seguía empleando un tono entre mordaz e irónico, que no me gustaba nada. Además parecía que cada vez que soltaba algún exabrupto de esta naturaleza se dirigía con la mirada a mi persona). Casas ya los ha estudiado y os hará entrega de los mismos. Espero que pasado mañana me podáis dar vuestra opinión. Nada más.
 
Esta frialdad en el trato y el tono irritado y sardónico que había usado con todos nosotros, muy distinto al que normalmente utilizaba, me produjo un efecto de rechazo y levantándome bruscamente, comente:
 
-                       De acuerdo, ¿Quién comienza?, Creo que podríamos repartirlos y conforme sean estudiados pasárnoslos unos a otros. Por mi parte ya me diréis cuando y con cuál empiezo.
 
Ante esta respuesta, dicha en un tono serio y bastante seco y sin intentar suavizar la tensión, como era siempre mi norma, sino al contrario, provocando más distanciamiento y frialdad, Adolfo se levantó, y alargándome uno de los expedientes me dijo:
 
-                       Jeroni, cuando quiera puede empezar, ya se los pasarán todos, pero. por favor, cada vez que termine con uno, me lo devuelve personalmente, me indica sus comentarios respecto al candidato y yo mismo le haré entrega del siguiente.
 
Me levanté, tomé el dossier que me entregaba Adolfo y sin mediar más palabras me dirigí a mi despacho.
 
Llegado al despacho me preparé un café, cerré la puerta con llave y me dispuse a analizar la violenta situación creada. Era evidente que los hermanos Greis y, especialmente a Adolfo Greis, no le gustaba lo que se veía forzado a hacer. Pero, como siempre, trataba de desviar la atención de los hechos, pretendiendo que las culpas y los errores, si se producían, fueran por causa de los demás y no por su incapacidad para sacar adelante, con decisión y valentía, la problemática planteada.
 
Además, daba la impresión de que el hecho de verse obligado a contratar un Director General, que, hasta cierto punto, le relevara de sus funciones, era algo que se imponía por parte de los componentes del Consejo de Dirección y, en especial por los dos maquiavélicos  componentes del mismo, Ricardo P. Bardo y Jeroni, cuando le constaba, sin ningún genero de dudas, a pesar de que tal vez no era plenamente consciente de ello, que se trataba de cumplimentar uno de los requisitos esenciales impuestos por el C.I.D.E.M. y la Conselleria de Industria de la Generalitat de Catalunya, para la concesión del aval necesario para iniciar el Plan de Promoción o, mejor dicho, el Plan de Viabilidad de Industrias Greis, S.A. aunque, es evidente, que ello no figuraba en ningún documento.
 
Para mí estaba claro que se iniciaba un período que, según razonara el nuevo Director General, sería de lucha a muerte con el equipo directivo actual y que, seguro, rodarían cabezas. Me planteé, muy seriamente, si la primera sería la mía y creí que Adolfo se daría cuenta de que solo estábamos actuando en bien de la Empresa y de él mismo, y que, por lo tanto me mantendría en el puesto para evitar desvíos de poder. ¡Qué ingenuo!. Había olvidado lo vengativo y cruel que puede llegar a ser Adolfo cuando te cruzas en su camino o intentas demostrar su error. En otras ocasiones ya lo había demostrado pero... claro, siempre crees que la cosa no irá contigo y que tu historial a favor de la Empresa será algo decisivo en tu favor.
 
Bien, cuando Jeroni hubo estudiado los cinco expedientes observó, que por encima de todos los candidatos, descollaba de forma clara, uno de ellos, un tal Joseph-Richard Wurtzen Fusté, y era tal la impresionante calificación de tal candidato que, llamaba la atención y te hacía recelar la diferencia respecto a los demás candidatos. Jeroni, se decidió por el tercero de la lista, un tal Juan Manegat Gualba, quien sin tener un expediente tan brillante, sus cualidades humanas inclinaba a pensar que el cambio sería menos traumático. No podemos olvidar que se trataba de recomponer la empresa, no de hundirla. Había que conseguir unir el equipo directivo que, prácticamente había quedado sin capitán, y para ello era necesaria mucha mano izquierda y buenas dosis de comprensión.
 
Una vez estudiados todos los expedientes llamé a la señorita Marina para que me diera “hora” para poder ver a Adolfo. Hay que hacer notar que desde el momento en que se produjo la reunión en la que se nos anunció la decisión de contratar un Director General, para mí era casi imposible hablar con Adolfo, a no ser que, previamente, hubiera solicitado la entrevista. Mucho habían cambiado las cosas en muy poco tiempo. Habían terminado los días en que existía la suficiente confianza y amistad para llamar directamente a la puerta de su despacho, e incluso, para entrar sin llamar.
 
Al poco rato, la señorita Marina me confirmó que Adolfo me recibiría por la tarde a primera hora y que ya me avisaría.
 
Tan pronto entre en la empresa, después del almuerzo, me llamó el propio Adolfo para que me presentara en su despacho. Fui hasta allí y le expresé que quería comentar y razonar mi opinión respecto a todos los candidatos, pero sin casi mediar palabra me espetó:
 
-                       Solo quiero saber cual es su opinión respecto a su preferido, si es que lo tiene.
-                       Efectivamente, creo que mi candidato es el señor Manegat y...
 
Me interrumpió bruscamente:
 
-                       Solo le he pedido su opinión y si esa es la suya, le diré que la mía es otra. Ya le haré saber cual es mi decisión.
 
En aquel momento y ante tal acritud en el trato, sin ningún tipo de motivo que implicara tal despotismo, me indigné y en el tono más duro y gélido que supe adoptar le respondí:
 
-                       Me parece muy bien que, por fin, tenga una opinión propia en algo. Por mi parte le he informado de lo que yo considero es lo mejor para la empresa, pero, desgraciadamente, es a Ud. a quien corresponde decidir.
 
Ante mi dura respuesta, Adolfo se dio cuenta que había llevado las formas a extremos intolerables y que se estaba quedando solo, ya que los demás componentes del Consejo, a excepción de Diumenge, se habían limitado a darse por enterados, sin expresar opinión alguna, por lo que cambiando súbitamente el tono de voz me dijo:
 
-                       Jeroni, todos estamos muy nerviosos por los acontecimientos que se avecinan. No me tome en cuenta mis palabras anteriores y le quiero hacer patente mi agradecimiento ya que Ud. ha sido el único que me ha dado una opinión, distinta a la mía, es cierto, pero creo que es honesta y sincera. Le agradeceré que el próximo martes, cuando tengamos la primera entrevista personal con los candidatos esté presente y así podrá juzgar con más conocimiento de causa.
-                       Lo siento. (Mi enfado no había desaparecido) Pero, Adolfo, crea que me gustaría estar presente en las entrevistas pero no lo haré.
-                       Vamos, vamos, olvide lo que ha pasado, producto de los nervios y no sea rencoroso. ¿Tendré que recordarle que se trata de algo que puede representar el “ser o no ser” de la Empresa?.
-                       No, no me tiene que recordar nada. Pero tiene que saber que mi ética profesional no me permite intervenir directamente en la decisión de contratar a quien, a partir de ese momento, será mi nuevo jefe. Creo que, a mi pesar, sería subjetivo y eso no sería bueno para Industrias Greis, S.A. Lo siento Adolfo, pero yo soy así y lo sabe muy bien.
-                       Bien, ya veremos. De todas maneras le ruego que lo piense y más calmado ya me contestará.
-                       No creo que pueda cambiar de opinión ya que, como le he dicho, hay cosas que forman parte de uno mismo; de su forma de pensar, de su filosofía ante la vida. En fin, ya le he dejado claro lo que pienso. Aunque sí quiero recordarle que, a pesar de todo, siempre estaré a su lado, de su parte, y ello, a pesar de que, en ocasiones, le parecerá lo contrario. pero yo siempre obraré de aquella forma y manera que, en conciencia, considere es la mejor para la Empresa y, por ende, para su persona.
 
Salí del despacho y tenía la sensación de que, por lo menos, se había suavizado algo la tensión y se podrían tratar los temas cotidianos de forma más normal. Decidí que, tal vez sería conveniente dar un nuevo paso y ceder un poco en mi orgullo, volviendo a sentarme en la reunión diaria a la hora del desayuno en el despacho de Adolfo. Así lo hice a partir de la mañana siguiente. Creo que fue un error ya que Adolfo se creció y lo interpretó como una victoria y como mi rendición incondicional.
 
 
 
Transcurridos unos pocos días, sonó el teléfono interior del despacho de Jeroni, era la señorita Marina.
 
-                       Diga señorita Marina, ¿Qué hay?
-                       El Sr. Greis quiere que vaya a la Sala de Juntas.
-                       De acuerdo, pero... ¿Para qué?. ¿Sabe Ud. de qué se trata?
-                       No lo se seguro, pero creo que es algo referente al nuevo Director General.
-                       Si se trata de que esté presente en la entrevista, le agradeceré le diga a Adolfo que ya conoce mi postura y no voy a cambiar. Por favor, pregunte de qué se trata y me llama de nuevo.
-                       Sr. Jeroni, no... sé... qué decir... (Era evidente que sabía perfectamente de qué se trataba y no osaba tomar una decisión sin consultar con Adolfo). Bien, ya le diré algo.
 
Al cabo de pocos segundos llamó Adolfo para decir que me presentara, de inmediato, en la Sala de Juntas.
 
Jeroni se lo tomó con mucha calma y dejó transcurrir un largo rato que empleó en preparar la estrategia a seguir, ya que sabía perfectamente que se trataba de la entrevista con alguno de los candidatos y, casi podía adivinar, sin temor a errar, que se trataba del elegido por Adolfo. Pasados algo más de quince minutos, se levantó de la mesa y saliendo al pasillo se dirigió, con total parsimonia, hasta la Sala de Juntas.
 
En efecto, tal y como había supuesto, allí estaban Adolfo, Diumenge, Ricardo P. Bardo, Jorge Greis y, alguien a quien no conocía, pero que en el mismo instante de verlo, sintió un fuerte rechazo. Era una de esas personas con las que, desde el primer momento, era imposible congeniar. Se produjo un rechazo mutuo, como si se intentare unir dos polos iguales de dos imanes. Era una sensación de frialdad. Veía en aquel personaje una especie de ofidio venenoso que se deslizaba silenciosamente para atacar en el momento que creyera más oportuno.
 
Adolfo, después de intentar fulminarle con la mirada por el retraso en acudir a su llamada, le dijo:
 
-                       Jeroni, le presento a Don Joseph-Richard Wurtzen. Se trata de uno de los candidatos al puesto de Director General de la Empresa y me gustaría que estuviera Ud. presente en esta primera toma de contacto.
 
Se dieron la mano después de la presentación y Jeroni, dirigiéndose al Sr. Wurtzen, le dijo:
 
-                       Sr. Wurtzen: No se si le habrán informado de mi negativa a asistir a ninguna de las entrevistas con los candidatos al puesto al que opta Ud., por lo tanto, le agradeceré que si tiene Ud. alguna pregunta relativa a los temas de mi incumbencia como Director Financiero, me la haga y si me es posible responderle o informarle, lo haré. En caso contrario, le ruego me disculpe y me retiraré. Le estimaré no lo tome como descortesía hacia su persona. pero se trata de algo ya muy hablado con el resto de la Dirección de la Compañía y no deseo cambiar de opinión.
-                       Sr. Jeroni; respondió Wurtzen, acepto su postura y le agradeceré me informe, a ser posible, de la situación económica y financiera de la Empresa.
-                       Bien. Le daré algunos datos que, de forma rápida, le situarán perfectamente en el tema.
 
Y dirigiéndose a Adolfo continuó:
 
-                       Creo que puedo exponer estos datos, son confidenciales y por ello creo que debe Ud. autorizarlos. ¿Sigo?
-                       Claro, estamos aquí y le hemos llamado para que le informe de la forma más clara y sucinta posible de la situación de la Empresa.
-                       Gracias.
-                       En ese caso, debo decirle, Sr. Wurtzen, que la Empresa se encuentra en un momento muy delicado. Posiblemente se puede afirmar que estamos en un estado técnicamente de quiebra, o, por lo menos, de virtual suspensión de pagos. No le cansaré con montañas de cifras y datos, ya que, en su día, si es Ud. el designado para el cargo, podrá disponer de todas ellas al tomar las riendas de la Compañía, pero puedo adelantarle que:
 
Primero: Se soportan deudas institucionales por más de 350 millones de pesetas.
 
Segundo: Se está tramitando la deseable moratoria de la deuda y consiguiente pago aplazado, lo que nos podría dar un respiro, pero que agravará el montante total al adicionar los intereses de demora y las sanciones correspondientes.
 
Tercero: Como buena noticia, le diré que estamos muy cerca de conseguir un aval de la Generalitat de Catalunya por un importe de 100 millones de pesetas, lo que nos permitirá adoptar algunas decisiones para apuntalar la estructura financiera.
 
Y, por último, Si se reestructura la empresa y se toman las medidas de “choque” adecuadas, es posible que con el esfuerzo de todos, se llegue a salvar Industrias Greis, S.A.
 
-                       Creo, Sr. Wurtzen que he sido suficientemente claro, conciso y explícito en mi breve exposición. No obstante, si desea alguna aclaración estoy a su disposición.
 
Wurtzen tomó la palabra para agradecer la exposición que había hecho Jeroni y dirigiéndose a los hermanos Greis, respondió:
 
-                       Señores Greis: Les agradezco me hayan permitido oír la exposición tan clara y concisa, no se si correcta, de la situación de la Empresa. Mi duda sobre si es correcta o no, es debida a que no dispongo de la documentación que me permita contrastar la gravedad de la situación. No se trata de dudar de la capacidad del Sr. Jeroni pero como no le conozco y no se si tiene algún motivo para cargar las tintas en esta descripción sobre la delicada situación actual de la Empresa, les ruego me permitan esperar a definirme hasta disponer de la documentación necesaria y haberla estudiado a fondo. Si actuara de otra forma estaría aceptando una simple opinión como si fuera un dogma de fe.
 
Ante esta clara falta de tacto por parte de Wurtzen, Jeroni se dirigió a Adolfo y de la forma más seca y desagradable que supo y con una mirada rayana en el odio, dijo:
 
-                       Adolfo: Espero que considerará que ya he cumplido con mi desagradable papel en este drama. Si no me necesita para nada más, me voy a mi despacho a trabajar que es mucho más positivo que perder el tiempo aquí y ante personas que se permiten dudar de mi profesionalidad.
 
Ante el gesto de rabia de Adolfo y rápidamente para evitar cualquier comentario, se levantó y con simple gesto con la cabeza, saludó a los presentes, aunque, eso sí, procurando hacer ostensible que ignoraba la presencia de Wurtzen, salió de la Sala de Juntas.
 
En ese instante, Adolfo, tomó, en su interior, la decisión de cesar a Jeroni de todos sus cargos y, si fuere posible, despedirlo de la Empresa. De esta forma conseguiría evitar, siempre según su apreciación, el tener a alguien que pudiera luchar por conseguir desplazarle de la cúpula de la Empresa. A pesar de ello, aún tenían que transcurrir unos cuantos meses para que se hiciera realidad esta decisión. Y, claro está, antes debía encontrar la “cabeza de turco” a quien colgar el muerto. Es decir, alguien que hiciera el trabajo sucio para quedar bien y “limpio”, para seguir con la imagen de buena persona que, entre todos, le habíamos proporcionado.
 
Cosa rara en él, Adolfo se dedicó, a partir de aquellos acontecimientos a reflexionar y concebir un astuto plan que le permitiera quedar libre de enemigos dentro de la Empresa. No percibía, no tiene suficiente sensibilidad para ello, que, el mayor enemigo, lo estaba concibiendo él mismo, dándole acogida en su seno para que, mas tarde, se le revolviera cual áspid venenoso cuya mortal picadura le llevaría hasta la destrucción total de Industrias Greis, S.A.
 
Pasados muy pocos días, Adolfo tomó la gran decisión. No consultó con nadie. Por una vez en su vida asumía sus responsabilidades y tomaba una decisión trascendental por sí mismo. El nuevo Director General de Industrias Greis, S.A.., sería alguien que llegaría a hundir a quien le contrató y conseguiría que la Empresa llegara a sustituir los accionistas, previa venta de las acciones, y para dar a conocer la gran noticia a todos los directivos convocó una reunión extraordinaria del Consejo de Dirección, que duró exactamente cuatro minutos.
 
Una vez estuvimos sentados alrededor de la mesa de la Sala de Juntas, nos miró a todos, uno por uno y con estudiada seriedad dijo:
 
-                       Señores: Algunos de Uds. han considerado que mi gestión al frente de INDUSTRIAS GREIS, S.A., no era lo satisfactoria que debía ser y que yo no estoy, según su parecer, capacitado para dirigirla. Por ello, se hacía necesario contratar un buen profesional que tomara las decisiones que yo no he sabido tomar, siempre según apreciación de los señores a los que he hecho alusión al comenzar. Yo creo que están errados en su suposición pero... Uds. han ganado. A partir del próximo lunes, el Director General de INDUSTRIAS GREIS, S.A., -hizo una significativa pausa, mientras nos miraba con una mezcla de angustia y venganza en sus ojos-  DON JOSEPH-RICARD WURTZEN FUSTE y, espero que les parezca acertada mi decisión. A pesar de ello, y, en caso contrario será mejor que le acepten de buen grado.
 
-                       Pueden volver a sus puestos de trabajo y el próximo lunes ya les convocaré de nuevo para la presentación oficial del Sr. Wurtzen. Buenas tardes.
 
 
Aquí terminó toda una época en INDUSTRIAS GREIS, S.A., a partir del lunes ya nada sería igual. Para bien o para mal, INDUSTRIAS GREIS, S.A., había dejado de existir como un grupo de amigos conjurados a llevar a buen puerto un proyecto nada fácil, pero que había tenido sus días de esplendor. En cuanto a su mejor característica, la que le daba sentido; el hecho de ser una empresa familiar, a pesar de que Adolfo no se apercibiera, era solo una cuestión de tiempo que se hiciera tangible la debacle.
 
Como siempre Adolfo seguía con su aparente astucia, con su zorrería de hombre procedente del campo, siempre sin dar la cara y con una evidente exigencia de echarnos en cara aquello de “No quieres caldo pues toma, tres tazas” Lo que, para su desgracia lo llevó a perder cuanto poseía y a tener que depender, en un futuro muy próximo de la familia de su esposa.
 

15
 
A MODO DE EPILOGO
 
 
Antes de la llegada de Wurtzen, Jeroni recibió una llamada telefónica de un antiguo colaborador de la Empresa, el señor Guillermo Sanz y le dijo que, bajo ningún concepto, se eligiera a este individuo. Jeroni no quiso saber nada. Pero... insistió y le contó parte del currículum de tal personaje:
 
 Había trabajado en una conocida firma de recambios de automóvil por su relación familiar con una hermana del dueño de la Empresa. De allí había tenido que salir por pies. Nunca se llegó a aclarar si el desfalco de varios millones de pesetas era solo imputable a su persona o estaba también implicado alguien más. Posteriormente paso a ser el Gerente de una importante y conocida  Empresa del sector de electrodomésticos. Su marcha fue muy precipitada... su figura había sido ahorcada y colgada de una ventana por parte de los empleados, al conocer sus martingalas para beneficiarse de parte de sus salarios.
 
Ante tal estado de cosas Jeroni le dijo que, por su parte, no iba ha decir nada para evitar que pareciera que, simplemente, no simpatizaba con tal persona e inventaba tales cargos. En aquel momento, el señor Sanz tomó la decisión de informar a los señores Greis para que evitaran el yerro que iban a cometer. Efectivamente, les invitó a una cena donde les expuso que, siendo él Jefe de Personal de las empresas donde había trabajado Wurtzen, les podía dar todas las pruebas que precisaren para saber la verdad y no contratar a este personaje. No le hicieron el más mínimo caso.
 
**********
 
Tal y como ya había previsto Jeroni, los meses siguientes a la toma de posesión de J.R. Wurtzen, se caracterizaron por un auténtica caza de brujas. Wurtzen se dedicó, casi de forma exclusiva a deshacer todo aquello que pudiera significar un éxito o, simplemente, un resultado favorable, para cualquiera de los, hasta ese momento, máximos dirigentes de la Empresa.
 
Su táctica era muy simple, se limitaba a enfrentar a las distintas personas, incluso mintiendo, para lograr la desunión del bloque que había existido hasta ese momento. Adolfo Greis no era ajeno a la jugada. Como siempre y desde un discreto segundo plano, se limitaba a una política de “no-intervención”. Cualquier queja, comentario, crítica que llegase a sus oídos, e incluso a pesar de que se le hiciera directa y frontalmente, siempre tenía una respuesta muy clara. “No querían un Director General, pues ahí lo tienen. Le he dado todo mi apoyo y confianza y, mientras no me demuestre ser indigno de ella, seguiré con sus decisiones y se hará lo que él ordene”. Y se daba media vuelta dejando a su interlocutor con la palabra en la boca. No le importaba, en absoluto quien fuera.
 
Se trataba del típico “No quieres caldo, pues toma, tres tazas”. Con ello Adolfo creía que estaba salvando su puesto en la Empresa y no percibía las sutilezas que usaba Wurtzen para encandilarlo, con lo que estaba cavando su propia fosa.
 
Ante la insistencia de Jeroni para que se tomasen medidas para evitar la catástrofe que se veía venir a pasos agigantados, tomó otra de sus grandes y desacertadas decisiones. Llamó a Wurtzen y le dio instrucciones precisas, para preparar el despido de Jeroni pero, a ser posible, debía forzar una dimisión voluntaria, para evitar gastos e indemnizaciones. A ello se aplicó, con entusiasmo Wurtzen aunque solo lo consiguió a medias. No hubo dimisión pero sí despido.
 
Wurtzen inició una serie de entrevistas con todos los directivos de la Empresa en las que la principal pregunta, de su muy particular cuestionario, era:
-                       ¿Qué opina Ud. de fulano?
-                       A mí me ha dicho que Ud. va diciendo que...
 
Y a través de una concienzuda preparación psicológica, logró minar la moral de todos y cada uno de los mandos de INDUSTRIAS GREIS. Sembrando el recelo, la desconfianza, suspicacias. En fin consiguió la disgregación del equipo.
 
Otra de sus tácticas fue la de rodearse de su equipo habitual que incorporó a la Empresa. Al cabo de pocas semanas, nos presentó al que según él, debía ser el nuevo Jefe de Compras. En realidad se trataba de su mano derecha en todos los turbios asuntos en que había estado inmerso antes de incorporarse a INDUSTRIAS GREIS, S.A. Se trataba de un tal Marc Rémelos. Un hombre servil, rastrero, adulador, sin personalidad propia, delator y, naturalmente la persona encargada de realizar el trabajo sucio. El cargo de Jefe de Compras le venía ancho, era un hombre que casi siempre se había dedicado a la faceta comercial, en las secciones de ventas. El hecho de presentarlo como Jefe de Compras era solo para dar tiempo a que se presionase lo suficiente a Ricardo P. Bardo, para que presentase su dimisión.
 
Con la excusa de que no podía estar seguro de que cuanto se le había expuesto y demostrado con documentos, de la situación económica fuera cierta, encargó una Auditoria externa, a una empresa (de su círculo de amistades) de la que lo mejor que puede decirse, es que solo pretendían facturar lo presupuestado y dar como resultado de su trabajo, aquello que le interesaba a J.R. Wurtzen y, según parece, pagarle la comisión correspondiente por el contrato. Lo cierto es que al terminar la auditoria y entregar el informe que corroboraba lo que todos conocíamos perfectamente, a pesar de que los matices, que eran favorables a ciertas tesis de Wurtzen, uno de los socios de la empresa de auditoria pasó a integrarse en la plantilla de INDUSTRIAS GREIS, S.A., en el puesto, en un principio, del Sr. Carned y más tarde, ya sin tapujos, en el de Jeroni.
 
A los tres meses ya se quitó la máscara. En el breve plazo que va de fin de noviembre a primero de febrero, fueron “dimitidos” la mayoría de cargos importantes de la Empresa y sustituidos por personal foráneo o, en algunos casos, por personal interno adicto a su persona.
 
Todo ello costó a la Empresa una fuerte suma de dinero y la total y absoluta descoordinación de todos sus departamentos. Se rompieron las buenas relaciones que se mantenían con los Bancos, con el consiguiente riesgo de que, como así hicieron, exigir el cumplimiento estricto de las normas, saldos mínimos en cuenta, reducción del descuento bancario, etc.
 
Los proveedores aún se llevaron peor parte, fueron tratados a patadas por parte de Marc Rémelos, en parte por su desconocimiento de la historia de cada uno de ellos y en parte por la política de su Jefe. Se les llegó a exigir, no a solicitar, exigir una moratoria de pagos de hasta dos años, sin intereses y sin datas fijas de entregas parciales.
 
A todo ello, Adolfo seguía ciego y por su poca energía, por su falta de coraje para tomar una decisión, al finalizar el contrato de seis meses de prueba, de Wurtzen, se lo renovó y por tiempo indefinido.
 
Ya se había quedado sin nadie que pudiera aconsejarle, había despedido o consentido su despido, a todos aquellos que le querían bien y que, con mayor o menor sapiencia, trabajaban en bien suyo y de la Empresa y claro está, como siempre, escondía la cabeza bajo el ala hasta que, por un providencial cruce en la línea telefónica se enteró que estaba a punto de perder el control de la Empresa.
 
Se entera que Wurtzen ha conseguido, a sus espaldas, un acuerdo de venta de las acciones de INDUSTRIAS GREIS, S.A. de forma que los hermanos Greis, queden fuera de la misma y una parte sustancial de las acciones pasen a sus manos sin coste alguno. Es la recompensa a su parte del trato.
 
Saltan todas las alarmas, Adolfo, por vez primera se da cuenta que cuantas observaciones se le habían hecho en relación con Wurtzen eran ciertas y, por una vez en su vida, toma una decisión sin consultar con la almohada. La reacción no se hace esperar; llama a su asesor financiero, preparan la estrategia y al día siguiente a las ocho de la mañana, Wurtzen es destituido de forma fulminante. No se le permite entrar en su despacho ni tan solo a recoger sus enseres personales, ante la amenaza de ser denunciado por estafa.
 
Pero... ya es demasiado tarde, la Compañía no tiene poder de recuperación, ya no resta nada, ni equipo humano, ni respaldo económico, ni credibilidad ante las Instituciones. Todo lo que había sido tan difícil de conseguir, se había perdido en menos de un año. Hay que tomar medidas drásticas y sin tiempo para pensar. Además; ¿Quién puede hacerlo? Y llega lo inevitable...
 
Es preciso encontrar un socio capitalista, que permita afrontar la crisis de forma inmediata. En una semana se consigue. Pero, ¿A costa de qué? Los hermanos Greis se ven obligados a vender sus respectivos paquetes de acciones por el valor simbólico de una peseta. Se les obliga, de forma simultánea, a una operación acordeón de ampliación de capital, con lo que pasan a disponer, tan solo, del 12% del capital, entre los tres. ¿Hay que recordar que hace apenas una semana disponían del 100%? Ello conlleva que en el corto plazo de un año y por medio de una nueva ampliación del capital social, impuesta por los nuevos socios y a la que no pueden responder económicamente, vean reducida su participación a un escuálido 5% y lógicamente, a partir de ese momento Adolfo Greis ya no es necesario como figura carismática ante las Instituciones y ante la Banca en general y, desde luego no es ya necesario para, digamos cubrir el expediente, en INDUSTRIAS GREIS, S.A. y es cesado, sin derecho a indemnización de ninguna clase.
 
Los nuevos dueños del capital, son exclusivamente financieros y no tienen ni idea de cómo dirigir una Empresa con los intríngulis y rarezas de su mercado. Se suceden hasta tres Consejeros Delegados sin  que sea posible enderezar la nave. No se quiere aprender de los errores cometidos y se pretende maquillar los balances y cuentas de resultados para intentar revender las acciones, aunque sin éxito alguno.
 
Tanto es así que en los seis meses posteriores a lo narrado se presenta un expediente de suspensión de pagos. Al año y a instancias de la Hacienda Pública,  se decreta la quiebra y se subastan los pocos bienes que quedaban.
 
Así desaparece la que pudo ser y casi fue, la más importante en su ramo y una de las mayores de Europa, es decir una gran Empresa que por el desacierto de unos, la desidia de otros y la codicia de algunos, desaparecía del mundo empresarial, apenas sin resonancia alguna.
 
En el intermedio el Sr. Wurtzen y algunos de los colaboradores y empleados de Industrias Greis, habían organizado y promovido una empresa, de competencia directa de Industrias Greis, a la que incluso habían robado patentes de los productos, como se demostró en el correspondiente juicio, empresa que duró menos “que un caramelo en la puerta de un colegio”. Pero esto es otra historia que tal vez en otra ocasión esté dispuesto a relatar..
 
Y, para terminar creo lógico hacerlo, pues se trata de la descripción de unos sueños, una ficción, con sus visos de realidad, un retrato, con evidentes retoques de laboratorio, con otros versos del insigne Don Pedro Calderón de la Barca que en su genial obra “La vida es sueño” creo puede resumir todo cuanto antecede,
 
                     Aunque la nobleza vive
                     de la parte del que da,
                     el agradecerla está
                     de parte del que recibe.
                     Y pues ya dar he sabido,
                     ya tengo con nombre honroso
                     el nombre de generoso,
                     déjame el de agradecido,
                     pues le puedo conseguir,
                     siendo agradecido, cuanto
                     liberal, pues honra tanto
                     el dar como el recibir.       
 
 
 
 
F I N
 
 
 
 
 
 

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