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Había llegado el momento de
poner en práctica lo acordado en el seno del Consejo, referente a la
contratación de un profesional que pudiera ocupar el cargo de Director General
en la Compañía y que, a pesar de las reticencias de los hermanos Adolfo y Jorge
Greis, cada vez se hacía más imprescindible para la buena marcha de la Empresa.
Sin olvidar que, a pesar de no haberlo explicitado en el contrato de aval del
C.I.D.E.M., si que verbalmente se había, de forma sibilina, casi exigido la
contratación de este cargo. La capacidad imaginativa y decisoria de algunos
elementos de la Dirección Ejecutiva era prácticamente nula y, en algunos casos,
desfasada en el tiempo. Por ello, cada vez era más perentorio nombrar alguien
que asumiera la responsabilidad de empuñar con mano firme las riendas y pusiera
orden en todos y cada uno de los Departamentos de la Compañía.
Hubo que reiterar, hasta la
saciedad, los argumentos que se habían expuesto en las reuniones celebradas a
tal efecto y, por fin, después de las vacaciones anuales, Adolfo Greis toma la
decisión de contratar una Empresa de Asesoria y Selección de Personal que se
encargue de las diversas gestiones, publicación de anuncios, tests
psicotécnicos, etc. para llegar a la presentación de varios candidatos que
cumplan el perfil necesario y que permitan escoger al que se considere más
adecuado para el cargo entre todos lo que sean presentados.
Pasadas unas pocas semanas, me
encontraba en mi despacho y sonó el teléfono. Era la señorita Marina que
requería mi presencia en la Sala de Juntas, por orden de Adolfo.
Me dirigí a la Sala de Juntas y
allí me encontré con Adolfo, Jorge, Diumenge y J.R. Casas.
Cuando hube tomado asiento,
Adolfo tomó la palabra para decir:
-
Bien, tal y como me habéis
casi obligado, he tomado la decisión de contratar a alguien que tome mi
responsabilidad en la Dirección de la Empresa ya que, según parece, yo no lo
hacía de forma totalmente correcta o, por lo menos, satisfactoria. Cuando
hayamos contratado al nuevo Director General, habrán cambios que posiblemente
no le gusten a todo el mundo.
Tal preámbulo no era muy
tranquilizador y amagaba amenazas de venganzas o revanchas que, de momento, no
explicitaba pero con ello expresaba
claramente su disgusto y nos traspasaba en parte la responsabilidad de lo que
él consideraba un error y hasta cierto punto una traición hacia su persona.
Pero seguimos escuchando sin abrir boca pues no nos dio la oportunidad y prosiguió:
-
Aquí tengo los expedientes
referentes a cinco candidatos a ocupar la plaza y os agradeceré que los
estudiéis y me deis vuestra, espero que sincera, opinión. (Seguía empleando un
tono entre mordaz e irónico, que no me gustaba nada. Además parecía que cada
vez que soltaba algún exabrupto de esta naturaleza se dirigía con la mirada a
mi persona). Casas ya los ha estudiado y os hará entrega de los mismos. Espero
que pasado mañana me podáis dar vuestra opinión. Nada más.
Esta frialdad en el trato y el
tono irritado y sardónico que había usado con todos nosotros, muy distinto al
que normalmente utilizaba, me produjo un efecto de rechazo y levantándome bruscamente,
comente:
-
De acuerdo, ¿Quién comienza?,
Creo que podríamos repartirlos y conforme sean estudiados pasárnoslos unos a
otros. Por mi parte ya me diréis cuando y con cuál empiezo.
Ante esta respuesta, dicha en un
tono serio y bastante seco y sin intentar suavizar la tensión, como era siempre
mi norma, sino al contrario, provocando más distanciamiento y frialdad, Adolfo
se levantó, y alargándome uno de los expedientes me dijo:
-
Jeroni, cuando quiera puede
empezar, ya se los pasarán todos, pero. por favor, cada vez que termine con
uno, me lo devuelve personalmente, me indica sus comentarios respecto al
candidato y yo mismo le haré entrega del siguiente.
Me levanté, tomé el dossier que
me entregaba Adolfo y sin mediar más palabras me dirigí a mi despacho.
Llegado al despacho me preparé
un café, cerré la puerta con llave y me dispuse a analizar la violenta
situación creada. Era evidente que los hermanos Greis y, especialmente a Adolfo
Greis, no le gustaba lo que se veía forzado a hacer. Pero, como siempre,
trataba de desviar la atención de los hechos, pretendiendo que las culpas y los
errores, si se producían, fueran por causa de los demás y no por su incapacidad
para sacar adelante, con decisión y valentía, la problemática planteada.
Además, daba la impresión de que
el hecho de verse obligado a contratar un Director General, que, hasta cierto
punto, le relevara de sus funciones, era algo que se imponía por parte de los
componentes del Consejo de Dirección y, en especial por los dos maquiavélicos componentes del mismo, Ricardo P. Bardo y Jeroni,
cuando le constaba, sin ningún genero de dudas, a pesar de que tal vez no era
plenamente consciente de ello, que se trataba de cumplimentar uno de los
requisitos esenciales impuestos por el C.I.D.E.M. y la Conselleria de Industria
de la Generalitat de Catalunya, para la concesión del aval necesario para
iniciar el Plan de Promoción o, mejor dicho, el Plan de Viabilidad de
Industrias Greis, S.A. aunque, es evidente, que ello no figuraba en ningún
documento.
Para mí estaba claro que se
iniciaba un período que, según razonara el nuevo Director General, sería de
lucha a muerte con el equipo directivo actual y que, seguro, rodarían cabezas.
Me planteé, muy seriamente, si la primera sería la mía y creí que Adolfo se
daría cuenta de que solo estábamos actuando en bien de la Empresa y de él
mismo, y que, por lo tanto me mantendría en el puesto para evitar desvíos de
poder. ¡Qué ingenuo!.
Había olvidado lo vengativo y cruel que puede llegar a ser Adolfo cuando te
cruzas en su camino o intentas demostrar su error. En otras ocasiones ya lo
había demostrado pero... claro, siempre crees que la cosa no irá contigo y que
tu historial a favor de la Empresa será algo decisivo en tu favor.
Bien, cuando Jeroni hubo estudiado los cinco expedientes observó, que
por encima de todos los candidatos, descollaba de forma clara, uno de ellos, un
tal Joseph-Richard Wurtzen Fusté, y era tal la impresionante calificación de
tal candidato que, llamaba la atención y te hacía recelar la diferencia
respecto a los demás candidatos. Jeroni, se decidió por el tercero de la lista,
un tal Juan Manegat Gualba, quien sin tener un expediente tan brillante, sus
cualidades humanas inclinaba a pensar que el cambio sería menos traumático. No
podemos olvidar que se trataba de recomponer la empresa, no de hundirla. Había
que conseguir unir el equipo directivo que, prácticamente había quedado sin
capitán, y para ello era necesaria mucha mano izquierda y buenas dosis de comprensión.
Una vez estudiados todos los expedientes llamé a la señorita Marina para
que me diera “hora” para poder ver a Adolfo. Hay que hacer notar que desde el
momento en que se produjo la reunión en la que se nos anunció la decisión de
contratar un Director General, para mí era casi imposible hablar con Adolfo, a
no ser que, previamente, hubiera solicitado la entrevista. Mucho habían cambiado
las cosas en muy poco tiempo. Habían terminado los días en que existía la
suficiente confianza y amistad para llamar directamente a la puerta de su
despacho, e incluso, para entrar sin llamar.
Al poco rato, la señorita Marina me confirmó que Adolfo me recibiría por
la tarde a primera hora y que ya me avisaría.
Tan pronto entre en la empresa,
después del almuerzo, me llamó el propio Adolfo para que me presentara en su
despacho. Fui hasta allí y le expresé que quería comentar y razonar mi opinión
respecto a todos los candidatos, pero sin casi mediar palabra me espetó:
-
Solo quiero saber cual es su
opinión respecto a su preferido, si es que lo tiene.
-
Efectivamente, creo que mi
candidato es el señor Manegat y...
Me interrumpió bruscamente:
-
Solo le he pedido su opinión
y si esa es la suya, le diré que la mía es otra. Ya le haré saber cual es mi
decisión.
En aquel momento y ante tal
acritud en el trato, sin ningún tipo de motivo que implicara tal despotismo, me
indigné y en el tono más duro y gélido que supe adoptar le respondí:
-
Me parece muy bien que, por
fin, tenga una opinión propia en algo. Por mi parte le he informado de lo que
yo considero es lo mejor para la empresa, pero, desgraciadamente, es a Ud. a
quien corresponde decidir.
Ante mi dura respuesta, Adolfo
se dio cuenta que había llevado las formas a extremos intolerables y que se
estaba quedando solo, ya que los demás componentes del Consejo, a excepción de
Diumenge, se habían limitado a darse por enterados, sin expresar opinión
alguna, por lo que cambiando súbitamente el tono de voz me dijo:
-
Jeroni, todos estamos muy
nerviosos por los acontecimientos que se avecinan. No me tome en cuenta mis
palabras anteriores y le quiero hacer patente mi agradecimiento ya que Ud. ha
sido el único que me ha dado una opinión, distinta a la mía, es cierto, pero
creo que es honesta y sincera. Le agradeceré que el próximo martes, cuando
tengamos la primera entrevista personal con los candidatos esté presente y así
podrá juzgar con más conocimiento de causa.
-
Lo siento. (Mi enfado no
había desaparecido) Pero, Adolfo, crea que me gustaría estar presente en las entrevistas
pero no lo haré.
-
Vamos, vamos, olvide lo que
ha pasado, producto de los nervios y no sea rencoroso. ¿Tendré que recordarle
que se trata de algo que puede representar el “ser o no ser” de la Empresa?.
-
No, no me tiene que recordar
nada. Pero tiene que saber que mi ética profesional no me permite intervenir directamente
en la decisión de contratar a quien, a partir de ese momento, será mi nuevo
jefe. Creo que, a mi pesar, sería subjetivo y eso no sería bueno para Industrias
Greis, S.A. Lo siento Adolfo, pero yo soy así y lo sabe muy bien.
-
Bien, ya veremos. De todas
maneras le ruego que lo piense y más calmado ya me contestará.
-
No creo que pueda cambiar de
opinión ya que, como le he dicho, hay cosas que forman parte de uno mismo; de
su forma de pensar, de su filosofía ante la vida. En fin, ya le he dejado claro
lo que pienso. Aunque sí quiero recordarle que, a pesar de todo, siempre estaré
a su lado, de su parte, y ello, a pesar de que, en ocasiones, le parecerá lo
contrario. pero yo siempre obraré de aquella forma y manera que, en conciencia,
considere es la mejor para la Empresa y, por ende, para su persona.
Salí del despacho y tenía la
sensación de que, por lo menos, se había suavizado algo la tensión y se podrían
tratar los temas cotidianos de forma más normal. Decidí que, tal vez sería conveniente
dar un nuevo paso y ceder un poco en mi orgullo, volviendo a sentarme en la
reunión diaria a la hora del desayuno en el despacho de Adolfo. Así lo hice a
partir de la mañana siguiente. Creo que fue un error ya que Adolfo se creció y
lo interpretó como una victoria y como mi rendición incondicional.
Transcurridos unos pocos días,
sonó el teléfono interior del despacho de Jeroni, era la señorita Marina.
-
Diga señorita Marina, ¿Qué
hay?
-
El Sr. Greis quiere que vaya
a la Sala de Juntas.
-
De acuerdo, pero... ¿Para
qué?. ¿Sabe Ud. de qué se trata?
-
No lo se seguro, pero creo
que es algo referente al nuevo Director General.
-
Si se trata de que esté
presente en la entrevista, le agradeceré le diga a Adolfo que ya conoce mi
postura y no voy a cambiar. Por favor, pregunte de qué se trata y me llama de
nuevo.
-
Sr. Jeroni, no... sé... qué
decir... (Era evidente que sabía perfectamente de qué se trataba y no osaba
tomar una decisión sin consultar con Adolfo). Bien, ya le diré algo.
Al cabo de pocos segundos llamó
Adolfo para decir que me presentara, de inmediato, en la Sala de Juntas.
Jeroni se lo tomó con mucha
calma y dejó transcurrir un largo rato que empleó en preparar la estrategia a
seguir, ya que sabía perfectamente que se trataba de la entrevista con alguno
de los candidatos y, casi podía adivinar, sin temor a errar, que se trataba del
elegido por Adolfo. Pasados algo más de quince minutos, se levantó de la mesa y
saliendo al pasillo se dirigió, con total parsimonia, hasta la Sala de Juntas.
En efecto, tal y como había
supuesto, allí estaban Adolfo, Diumenge, Ricardo P. Bardo, Jorge Greis y,
alguien a quien no conocía, pero que en el mismo instante de verlo, sintió un
fuerte rechazo. Era una de esas personas con las que, desde el primer momento,
era imposible congeniar. Se produjo un rechazo mutuo, como si se intentare unir
dos polos iguales de dos imanes. Era una sensación de frialdad. Veía en aquel
personaje una especie de ofidio venenoso que se deslizaba silenciosamente para
atacar en el momento que creyera más oportuno.
Adolfo, después de intentar
fulminarle con la mirada por el retraso en acudir a su llamada, le dijo:
-
Jeroni, le presento a Don
Joseph-Richard Wurtzen. Se trata de uno de los candidatos al puesto de Director
General de la Empresa y me gustaría que estuviera Ud. presente en esta primera
toma de contacto.
Se dieron la mano después de la
presentación y Jeroni, dirigiéndose al Sr. Wurtzen, le dijo:
-
Sr. Wurtzen: No se si le
habrán informado de mi negativa a asistir a ninguna de las entrevistas con los
candidatos al puesto al que opta Ud., por lo tanto, le agradeceré que si tiene
Ud. alguna pregunta relativa a los temas de mi incumbencia como Director
Financiero, me la haga y si me es posible responderle o informarle, lo haré. En
caso contrario, le ruego me disculpe y me retiraré. Le estimaré no lo tome como
descortesía hacia su persona. pero se trata de algo ya muy hablado con el resto
de la Dirección de la Compañía y no deseo cambiar de opinión.
-
Sr. Jeroni; respondió Wurtzen,
acepto su postura y le agradeceré me informe, a ser posible, de la situación
económica y financiera de la Empresa.
-
Bien. Le daré algunos datos
que, de forma rápida, le situarán perfectamente en el tema.
Y dirigiéndose a Adolfo
continuó:
-
Creo que puedo exponer estos
datos, son confidenciales y por ello creo que debe Ud. autorizarlos. ¿Sigo?
-
Claro, estamos aquí y le
hemos llamado para que le informe de la forma más clara y sucinta posible de la
situación de la Empresa.
-
Gracias.
-
En ese caso, debo decirle,
Sr. Wurtzen, que la Empresa se encuentra en un momento muy delicado. Posiblemente
se puede afirmar que estamos en un estado técnicamente de quiebra, o, por lo
menos, de virtual suspensión de pagos. No le cansaré con montañas de cifras y
datos, ya que, en su día, si es Ud. el designado para el cargo, podrá disponer
de todas ellas al tomar las riendas de la Compañía, pero puedo adelantarle que:
Primero: Se soportan deudas
institucionales por más de 350 millones de pesetas.
Segundo: Se está tramitando la
deseable moratoria de la deuda y consiguiente pago aplazado, lo que nos podría
dar un respiro, pero que agravará el montante total al adicionar los intereses
de demora y las sanciones correspondientes.
Tercero: Como buena noticia, le
diré que estamos muy cerca de conseguir un aval de la Generalitat de Catalunya
por un importe de 100 millones de pesetas, lo que nos permitirá adoptar algunas
decisiones para apuntalar la estructura financiera.
Y, por último, Si se
reestructura la empresa y se toman las medidas de “choque” adecuadas, es
posible que con el esfuerzo de todos, se llegue a salvar Industrias Greis, S.A.
-
Creo, Sr. Wurtzen que he sido
suficientemente claro, conciso y explícito en mi breve exposición. No obstante,
si desea alguna aclaración estoy a su disposición.
Wurtzen tomó la palabra para
agradecer la exposición que había hecho Jeroni y dirigiéndose a los hermanos
Greis, respondió:
-
Señores Greis: Les agradezco
me hayan permitido oír la exposición tan clara y concisa, no se si correcta, de
la situación de la Empresa. Mi duda sobre si es correcta o no, es debida a que
no dispongo de la documentación que me permita contrastar la gravedad de la
situación. No se trata de dudar de la capacidad del Sr. Jeroni pero como no le
conozco y no se si tiene algún motivo para cargar las tintas en esta
descripción sobre la delicada situación actual de la Empresa, les ruego me
permitan esperar a definirme hasta disponer de la documentación necesaria y
haberla estudiado a fondo. Si actuara de otra forma estaría aceptando una
simple opinión como si fuera un dogma de fe.
Ante esta clara falta de tacto
por parte de Wurtzen, Jeroni se dirigió a Adolfo y de la forma más seca y
desagradable que supo y con una mirada rayana en el odio, dijo:
-
Adolfo: Espero que considerará
que ya he cumplido con mi desagradable papel en este drama. Si no me necesita
para nada más, me voy a mi despacho a trabajar que es mucho más positivo que
perder el tiempo aquí y ante personas que se permiten dudar de mi profesionalidad.
Ante el gesto de rabia de Adolfo
y rápidamente para evitar cualquier comentario, se levantó y con simple gesto
con la cabeza, saludó a los presentes, aunque, eso sí, procurando hacer ostensible
que ignoraba la presencia de Wurtzen, salió de la Sala de Juntas.
En ese instante, Adolfo, tomó,
en su interior, la decisión de cesar a Jeroni de todos sus cargos y, si fuere
posible, despedirlo de la Empresa. De esta forma conseguiría evitar, siempre
según su apreciación, el tener a alguien que pudiera luchar por conseguir desplazarle
de la cúpula de la Empresa. A pesar de ello, aún tenían que transcurrir unos
cuantos meses para que se hiciera realidad esta decisión. Y, claro está, antes
debía encontrar la “cabeza de turco” a quien colgar el muerto. Es decir,
alguien que hiciera el trabajo sucio para quedar bien y “limpio”, para seguir
con la imagen de buena persona que, entre todos, le habíamos proporcionado.
Cosa rara en él, Adolfo se
dedicó, a partir de aquellos acontecimientos a reflexionar y concebir un astuto
plan que le permitiera quedar libre de enemigos dentro de la Empresa. No
percibía, no tiene suficiente sensibilidad para ello, que, el mayor enemigo, lo
estaba concibiendo él mismo, dándole acogida en su seno para que, mas tarde, se
le revolviera cual áspid venenoso cuya mortal picadura le llevaría hasta la
destrucción total de Industrias Greis, S.A.
Pasados muy pocos días, Adolfo
tomó la gran decisión. No consultó con nadie. Por una vez en su vida asumía sus
responsabilidades y tomaba una decisión trascendental por sí mismo. El nuevo
Director General de Industrias Greis, S.A.., sería alguien que llegaría a
hundir a quien le contrató y conseguiría que la Empresa llegara a sustituir los
accionistas, previa venta de las acciones, y para dar a conocer la gran noticia
a todos los directivos convocó una reunión extraordinaria del Consejo de
Dirección, que duró exactamente cuatro minutos.
Una vez estuvimos sentados
alrededor de la mesa de la Sala de Juntas, nos miró a todos, uno por uno y con
estudiada seriedad dijo:
-
Señores: Algunos de Uds. han
considerado que mi gestión al frente de INDUSTRIAS GREIS, S.A., no era lo satisfactoria
que debía ser y que yo no estoy, según su parecer, capacitado para dirigirla.
Por ello, se hacía necesario contratar un buen profesional que tomara las
decisiones que yo no he sabido tomar, siempre según apreciación de los señores
a los que he hecho alusión al comenzar. Yo creo que están errados en su suposición
pero... Uds. han ganado. A partir del próximo lunes, el Director General de
INDUSTRIAS GREIS, S.A., -hizo una significativa pausa, mientras nos miraba
con una mezcla de angustia y venganza en sus ojos- DON JOSEPH-RICARD WURTZEN FUSTE y, espero que
les parezca acertada mi decisión. A pesar de ello, y, en caso contrario será
mejor que le acepten de buen grado.
-
Pueden volver a sus puestos
de trabajo y el próximo lunes ya les convocaré de nuevo para la presentación
oficial del Sr. Wurtzen. Buenas tardes.
Aquí terminó toda una época en
INDUSTRIAS GREIS, S.A., a partir del lunes ya nada sería igual. Para bien o
para mal, INDUSTRIAS GREIS, S.A., había dejado de existir como un grupo de
amigos conjurados a llevar a buen puerto un proyecto nada fácil, pero que había
tenido sus días de esplendor. En cuanto a su mejor característica, la que le
daba sentido; el hecho de ser una empresa familiar, a pesar de que Adolfo no se
apercibiera, era solo una cuestión de tiempo que se hiciera tangible la
debacle.
Como siempre Adolfo seguía con
su aparente astucia, con su zorrería de hombre procedente del campo, siempre
sin dar la cara y con una evidente exigencia de echarnos en cara aquello de “No
quieres caldo pues toma, tres tazas” Lo que, para su desgracia lo llevó a
perder cuanto poseía y a tener que depender, en un futuro muy próximo de la
familia de su esposa.
15
A MODO DE
EPILOGO
Antes de la llegada de Wurtzen,
Jeroni recibió una llamada telefónica de un antiguo colaborador de la Empresa,
el señor Guillermo Sanz y le dijo que, bajo ningún concepto, se eligiera a este
individuo. Jeroni no quiso saber nada. Pero... insistió y le contó parte del
currículum de tal personaje:
Había trabajado en una conocida firma de
recambios de automóvil por su relación familiar con una hermana del dueño de la
Empresa. De allí había tenido que salir por pies. Nunca se llegó a aclarar si
el desfalco de varios millones de pesetas era solo imputable a su persona o
estaba también implicado alguien más. Posteriormente paso a ser el Gerente de
una importante y conocida Empresa del
sector de electrodomésticos. Su marcha fue muy precipitada... su figura había
sido ahorcada y colgada de una ventana por parte de los empleados, al conocer
sus martingalas para beneficiarse de parte de sus salarios.
Ante tal estado de cosas Jeroni
le dijo que, por su parte, no iba ha decir nada para evitar que pareciera que,
simplemente, no simpatizaba con tal persona e inventaba tales cargos. En aquel
momento, el señor Sanz tomó la decisión de informar a los señores Greis para
que evitaran el yerro que iban a cometer. Efectivamente, les invitó a una cena
donde les expuso que, siendo él Jefe de Personal de las empresas donde había
trabajado Wurtzen, les podía dar todas las pruebas que precisaren para saber la
verdad y no contratar a este personaje. No le hicieron el más mínimo caso.
**********
Tal y como ya había previsto
Jeroni, los meses siguientes a la toma de posesión de J.R. Wurtzen, se
caracterizaron por un auténtica caza de brujas. Wurtzen se dedicó, casi de
forma exclusiva a deshacer todo aquello que pudiera significar un éxito o,
simplemente, un resultado favorable, para cualquiera de los, hasta ese momento,
máximos dirigentes de la Empresa.
Su táctica era muy simple, se
limitaba a enfrentar a las distintas personas, incluso mintiendo, para lograr la desunión del bloque que había
existido hasta ese momento. Adolfo Greis no era ajeno a la jugada. Como siempre
y desde un discreto segundo plano, se limitaba a una política de
“no-intervención”. Cualquier queja, comentario, crítica que llegase a sus
oídos, e incluso a pesar de que se le hiciera directa y frontalmente, siempre
tenía una respuesta muy clara. “No querían un Director General, pues ahí lo
tienen. Le he dado todo mi apoyo y confianza y, mientras no me demuestre ser
indigno de ella, seguiré con sus decisiones y se hará lo que él ordene”. Y se
daba media vuelta dejando a su interlocutor con la palabra en la boca. No le
importaba, en absoluto quien fuera.
Se trataba del típico “No
quieres caldo, pues toma, tres tazas”. Con ello Adolfo creía que estaba
salvando su puesto en la Empresa y no percibía las sutilezas que usaba Wurtzen
para encandilarlo, con lo que estaba cavando su propia fosa.
Ante la insistencia de Jeroni
para que se tomasen medidas para evitar la catástrofe que se veía venir a pasos
agigantados, tomó otra de sus grandes y desacertadas decisiones. Llamó a
Wurtzen y le dio instrucciones precisas, para preparar el despido de Jeroni
pero, a ser posible, debía forzar una dimisión voluntaria, para evitar gastos e
indemnizaciones. A ello se aplicó, con entusiasmo Wurtzen aunque solo lo consiguió
a medias. No hubo dimisión pero sí despido.
Wurtzen inició una serie de
entrevistas con todos los directivos de la Empresa en las que la principal
pregunta, de su muy particular cuestionario, era:
-
¿Qué opina Ud. de fulano?
-
A mí me ha dicho que Ud. va
diciendo que...
Y a través de una concienzuda
preparación psicológica, logró minar la moral de todos y cada uno de los mandos
de INDUSTRIAS GREIS. Sembrando el recelo, la desconfianza, suspicacias. En fin
consiguió la disgregación del equipo.
Otra de sus tácticas fue la de
rodearse de su equipo habitual que incorporó a la Empresa. Al cabo de pocas
semanas, nos presentó al que según él, debía ser el nuevo Jefe de Compras. En
realidad se trataba de su mano derecha en todos los turbios asuntos en que
había estado inmerso antes de incorporarse a INDUSTRIAS GREIS, S.A. Se trataba
de un tal Marc Rémelos. Un hombre servil, rastrero, adulador, sin personalidad
propia, delator y, naturalmente la persona encargada de realizar el trabajo
sucio. El cargo de Jefe de Compras le venía ancho, era un hombre que casi
siempre se había dedicado a la faceta comercial, en las secciones de ventas. El
hecho de presentarlo como Jefe de Compras era solo para dar tiempo a que se
presionase lo suficiente a Ricardo P. Bardo, para que presentase su dimisión.
Con la excusa de que no podía
estar seguro de que cuanto se le había expuesto y demostrado con documentos, de
la situación económica fuera cierta, encargó una Auditoria externa, a una empresa
(de su círculo de amistades) de la que lo mejor que puede decirse, es que solo
pretendían facturar lo presupuestado y dar como resultado de su trabajo,
aquello que le interesaba a J.R. Wurtzen y, según parece, pagarle la comisión
correspondiente por el contrato. Lo cierto es que al terminar la auditoria y
entregar el informe que corroboraba lo que todos conocíamos perfectamente, a
pesar de que los matices, que eran favorables a ciertas tesis de Wurtzen, uno
de los socios de la empresa de auditoria pasó a integrarse en la plantilla de
INDUSTRIAS GREIS, S.A., en el puesto, en un principio, del Sr. Carned y más
tarde, ya sin tapujos, en el de Jeroni.
A los tres meses ya se quitó la
máscara. En el breve plazo que va de fin de noviembre a primero de febrero,
fueron “dimitidos” la mayoría de cargos importantes de la Empresa y sustituidos
por personal foráneo o, en algunos casos, por personal interno adicto a su
persona.
Todo ello costó a la Empresa una
fuerte suma de dinero y la total y absoluta descoordinación de todos sus
departamentos. Se rompieron las buenas relaciones que se mantenían con los Bancos,
con el consiguiente riesgo de que, como así hicieron, exigir el cumplimiento
estricto de las normas, saldos mínimos en cuenta, reducción del descuento
bancario, etc.
Los proveedores aún se llevaron peor
parte, fueron tratados a patadas por parte de Marc Rémelos, en parte por su
desconocimiento de la historia de cada uno de ellos y en parte por la política
de su Jefe. Se les llegó a exigir, no a solicitar, exigir una moratoria de
pagos de hasta dos años, sin intereses y sin datas fijas de entregas parciales.
A todo ello, Adolfo seguía ciego
y por su poca energía, por su falta de coraje para tomar una decisión, al
finalizar el contrato de seis meses de prueba, de Wurtzen, se lo renovó y por
tiempo indefinido.
Ya se había quedado sin nadie
que pudiera aconsejarle, había despedido o consentido su despido, a todos
aquellos que le querían bien y que, con mayor o menor sapiencia, trabajaban en
bien suyo y de la Empresa y claro está, como siempre, escondía la cabeza bajo
el ala hasta que, por un providencial cruce en la línea telefónica se enteró
que estaba a punto de perder el control de la Empresa.
Se entera que Wurtzen ha
conseguido, a sus espaldas, un acuerdo de venta de las acciones de INDUSTRIAS
GREIS, S.A. de forma que los hermanos Greis, queden fuera de la misma y una
parte sustancial de las acciones pasen a sus manos sin coste alguno. Es la
recompensa a su parte del trato.
Saltan todas las alarmas,
Adolfo, por vez primera se da cuenta que cuantas observaciones se le habían
hecho en relación con Wurtzen eran ciertas y, por una vez en su vida, toma una
decisión sin consultar con la almohada. La reacción no se hace esperar; llama a
su asesor financiero, preparan la estrategia y al día siguiente a las ocho de
la mañana, Wurtzen es destituido de forma fulminante. No se le permite entrar
en su despacho ni tan solo a recoger sus enseres personales, ante la amenaza de
ser denunciado por estafa.
Pero... ya es demasiado tarde,
la Compañía no tiene poder de recuperación, ya no resta nada, ni equipo humano,
ni respaldo económico, ni credibilidad ante las Instituciones. Todo lo que había
sido tan difícil de conseguir, se había perdido en menos de un año. Hay que
tomar medidas drásticas y sin tiempo para pensar. Además; ¿Quién puede hacerlo?
Y llega lo inevitable...
Es preciso encontrar un socio
capitalista, que permita afrontar la crisis de forma inmediata. En una semana
se consigue. Pero, ¿A costa de qué? Los hermanos Greis se ven obligados a
vender sus respectivos paquetes de acciones por el valor simbólico de una
peseta. Se les obliga, de forma simultánea, a una operación acordeón de ampliación
de capital, con lo que pasan a disponer, tan solo, del 12% del capital, entre
los tres. ¿Hay que recordar que hace apenas una semana disponían del 100%? Ello
conlleva que en el corto plazo de un año y por medio de una nueva ampliación
del capital social, impuesta por los nuevos socios y a la que no pueden
responder económicamente, vean reducida su participación a un escuálido 5% y
lógicamente, a partir de ese momento Adolfo Greis ya no es necesario como
figura carismática ante las Instituciones y ante la Banca en general y, desde
luego no es ya necesario para, digamos cubrir el expediente, en INDUSTRIAS
GREIS, S.A. y es cesado, sin derecho a indemnización de ninguna clase.
Los nuevos dueños del capital,
son exclusivamente financieros y no tienen ni idea de cómo dirigir una Empresa
con los intríngulis y rarezas de su mercado. Se suceden hasta tres Consejeros
Delegados sin que sea posible enderezar
la nave. No se quiere aprender de los errores cometidos y se pretende maquillar
los balances y cuentas de resultados para intentar revender las acciones,
aunque sin éxito alguno.
Tanto es así que en los seis
meses posteriores a lo narrado se presenta un expediente de suspensión de
pagos. Al año y a instancias de la Hacienda Pública, se decreta la quiebra y se subastan los pocos
bienes que quedaban.
Así desaparece la que pudo ser y
casi fue, la más importante en su ramo y una de las mayores de Europa, es decir
una gran Empresa que por el desacierto de unos, la desidia de otros y la
codicia de algunos, desaparecía del mundo empresarial, apenas sin resonancia
alguna.
En el intermedio el Sr. Wurtzen
y algunos de los colaboradores y empleados de Industrias Greis, habían
organizado y promovido una empresa, de competencia directa de Industrias Greis,
a la que incluso habían robado patentes de los productos, como se demostró en
el correspondiente juicio, empresa que duró menos “que un caramelo en la puerta
de un colegio”. Pero esto es otra historia que tal vez en otra ocasión esté
dispuesto a relatar..
Y, para terminar creo lógico
hacerlo, pues se trata de la descripción de unos sueños, una ficción, con sus
visos de realidad, un retrato, con evidentes retoques de laboratorio, con otros
versos del insigne Don Pedro Calderón de la Barca que en su genial obra “La
vida es sueño” creo puede resumir todo cuanto antecede,
Aunque
la nobleza vive
de la parte del que da,
el agradecerla está
de parte del que recibe.
Y pues ya dar he sabido,
ya tengo con nombre honroso
el nombre de generoso,
déjame el de agradecido,
pues le puedo conseguir,
siendo agradecido, cuanto
liberal, pues honra tanto
el dar como el recibir.
F I N
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